Marta Pumarega Rubio |
En el blog tenemos el honor de acoger la visita de la poeta madrileña Marta Pumarega Rubio, cuya poesía nos ha fascinado. Autora del poemario El cielo no es azul, rememora para este espacio como surgió su temprana vocación y nos deleita compartiendo algunos de sus poemas.
Bienvenida, Marta, gracias por compartir tus primeros inicios con las letras. Cuéntanos sobre tus lecturas y la edad en la que comenzaste a escribir.
Comencé a escribir siendo muy pequeña, mi madre siempre ha tenido amor por el arte y nos lo ha transmitido, en vez de cuentos como a los otros niños de mi edad, me leía poesía y para mí se convirtió en una manera natural de expresarme.
Mis lecturas han sido muchas y
muy variadas, cada época de mi vida está marcada por autores muy distintos,
últimamente leo poesía contemporánea.
Cómo surge tu proceso creativo, cuéntanos qué elementos, circunstancias o emociones te inspiran y si sigues algún método
o ritual a la hora de escribir.
Si tuvieses que resumirnos en pocas líneas tu vocación literaria, qué nos dirías que aporta la escritura en tu vida y, en última instancia, qué es lo que te lleva a escribir.
BIOGRAFÍA LITERARIA
Marta Pumarega Rubio, poeta madrileña nacida en el 76, autora del libro de poemas Antónimo de cobijo (Editorial Lulu) presentado por el poeta Jesús Urceloy y El cielo no es azul (Editorial Alfar). Ha participado también en la antología poética 54 Poetas que corrieron la Maratón de Chicago (Editorial ARS POETICA-2018) y en distintos eventos online como el "IV Festival de Poesía el Laboratorio de la Palabra" de la mano del poeta Fran Ignacio Mendoza y en “La Poesía nunca cierra” junto al poeta Agustín Córdoba García. También ha colaborado con sus poemas en 142 Revista Cultural y en Registros Revista Cultural, también se han traducido alguno de sus poemas al francés para la plataforma literaria OUPOLI. Ganadora del concurso Para poner un poema a un cuadro, para la exposición antológica del pintor Juan Calderón Matador.
EL RETRATO
Viste de luto
aunque nunca enviudó,
ni siquiera cuando
murió el padre de sus hijos.
Lleva el pelo recogido,
pero yo recuerdo que en las noches
de mi niñez,
ella soltaba su pelo
como una cascada plateada.
Como si el agua le llegara hasta la cintura
lo peinaba cien veces
y luego rezaba junto a la cama.
En el retrato mi abuela no llora,
pero yo recuerdo que
de sus pequeños ojos azules
caían lágrimas del mismo color.
Caían sobre su jersey,
sobre el café,
sobre el periódico,
sobre mis pequeñas manos.
Yo nunca supe por qué mi abuela lloraba.
De mi abuela apenas recuerdo nada;
solo su largo pelo,
solo sus pequeños ojos,
solo sus grandes lágrimas.
Mientras te esperaba,
he visto a mi amigo muerto
paseando por las calles
con sus manos de buscador de oro.
He visto a mi amigo muerto
como si nunca,
como si fuera,
como si él.
He recordado que en el entierro
su madre lo perdió todo,
la cabeza,
el aire,
los zapatos,
a su único hijo.
Con un grito
buscábamos todas las respuestas.
Nunca he vuelto a llorar tanto.
He mirado de nuevo,
y no había rastro,
sólo un hombre calle arriba,
una sombra,
un reflejo,
una mentira.
LA VIDA
en esta fotografía
está el tacto de tu mano
en los semáforos,
el olor a mar
de los veranos en el norte,
tu abrazo infantil,
los domingos en el parque,
las palabras importantes,
tu sonrisa y la mía.
Quiero decir,
que en esta fotografía,
no sólo estamos los dos,
está toda tu infancia contenida,
todo el tiempo,
este amor.
Estamos nosotros,
caminando por la vida.
(Del libro 'El cielo no es azul')
DICIEMBRE
El señor del tiempo sentencia
que aquí, en mi país,
el invierno será más grave que en Estocolmo,
más certero,
más cruel,
con más puntería,
que hará tanto frío aquí donde no llega tu mirada,
ni la prolongación de tu abrazo después de necesitarlo tanto,
que a pesar de que el sol saldrá
apenas será un abrazo leve,
una mano sin un cuerpo que buscar bajo la ropa,
un triste beso en la frente.
El señor del tiempo sentencia
que el temporal no cesará sobre el mapa,
que será imposible
disolver diciembre en una sopa caliente,
resolverlo en una lluvia tras el cristal,
distraerlo en una cama para dos.
El señor del tiempo sentencia
que aquí, en mi país,
que aquí, en mi ciudad,
que aquí, en esta calle,
bajo este techo,
el invierno será mucho más grave que en Estocolmo,
más certero,
más cruel,
con más puntería.
Antónimo de cobijo (Editorial Lulu)
El cielo no es azul (pinchar aquí para entrar al enlace) |