Mercedes Marín |
―Hola, Mercedes. Bienvenida a este espacio. Queremos felicitarte por tu nueva novela ‘Estaciones sin parada’ que acaba de salir a la luz. ¿Has recibido muchas reacciones por parte del público? ¿Qué te han parecido las impresiones de los lectores?
Hola, Manoli. Estoy
recibiendo muchos comentarios y mensajes de apoyo. Es cierto que la novela,
como quien dice, se acaba de publicar. Pensemos que es en mayo cuando realmente
la he podido enviar y cuando el editor ha arreglado todo con la distribuidora
para que los lectores la puedan tener en sus manos. Han sido unos meses
extraños porque su lanzamiento ha coincidido con ferias del libro que, lejos de
ayudar, han ralentizado todo el proceso. Los lectores están en modo “novedades”
de autores y autoras conocidos y eso determina que al ser escritora de
autoedición te quedes un poco a la cola de lo que va sucediendo en ese “primer
frente”, pero bueno, estoy contenta porque la novela está gustando. Después de La
resurrección de Jandra Sweet, el listón estaba alto porque esta, mi segunda
novela, ha tenido muchísimo éxito y no quería defraudar. Ahora, al paso de los
días y con la llegada de esos comentarios de los que hablaba me he dado cuenta
de que no había que tener ningún miedo.
Estaciones sin parada, es otra historia de vida y así lo están sintiendo los lectores. Estoy contentísima.
―Con frecuencia dices que
eres una escritora emocional porque escribes, sobre todo, novela intimista.
¿Cómo llegan las historias hasta ti? ¿Surgen a partir de hechos reales o de
alguna escena que te llama la atención?
No sabría decirte muy
bien, porque a veces ni yo misma lo comprendo. Te puedo decir que lo que me
suele suceder es que al observar lo que pasa a mi alrededor (puede ser en mi
ambiente cercano o bien una noticia que alguien me dé) me quedo con algo, sin
querer. Me impregno de algunas emociones y algo salta dentro de mí, es como si
yo tuviera la intención de ayudar a esa persona a través de la historia que voy
a crear. A partir de ese suceso me meto totalmente en esa persona, en esa piel,
en esa casa y, sin querer, va surgiendo todo.
Decir también que siempre
mezclo la realidad con la ficción. Los lectores sienten esto como un acierto
porque son capaces de sentir lo que estoy contando, de vivirlo incluso.
Ayer precisamente, un
chico joven acababa de leer mi primera novela, El año de las decepciones,
me abordó por la calle y me dijo que le había encantado y que además de
disfrutar mucho con ella, la había vivido en primera persona porque es como si
se la estuvieran contando exclusivamente a él. Me gustó mucho saberlo.
En todas mis novelas,
además, hay hechos reales, históricos, genéticos, sociales. Me gusta, ya que
tengo un poco de voz, mostrar algunas cosas, temas que a veces son desconocidos
para muchas personas. Es una manera de aprender y de enseñar. Debe ser que mi
faceta docente está grabada a fuego en mi alma.
―En Estaciones sin
parada tratas el escabroso tema de las sectas, y haces mención a una secta
muy polémica, fundada en los años setenta, el grupo Edelweiss, que tuvo
bastante relieve en los medios. ¿No te dio cierto temor profundizar en este
tema tan conflictivo? ¿Crees que la literatura ha de ser un medio para
reivindicar temas sociales que nos afectan?
Me dio tanto miedo que
estuve un tiempo detenida sin escribir. Cuando llegué a ese punto sabía que
tenía que abordar ese tema, por lo que te decía al principio, pero es algo,
como bien dices, tan escabroso, tan doloroso, que tuve la tentación de bajarme
de ese carro y seguir por una ruta más feliz. Di vueltas, muchas vueltas,
atajos, traté de subirme a otros trenes, pero todos los protagonistas me pedían
que no fuera cobarde. Después de todo este conflicto interior me senté de nuevo
y tecleé todo el dolor y la esperanza que había en los ojos de mis protagonistas.
Luego me sentí bien, era como tener una certeza de misión cumplida. Una
redención.
―¿Has recibido llamadas
al respecto de este tema o has podido entrevistar a algún miembro de esta o de
otra secta similar?
No, no. Me documenté a través de artículos de periódicos. Entrevistas. Documentales. A partir de ahí imaginé como sería una vida en esa situación y en silencio y con mucho respeto hice lo que creía que debía hacer, dejar constancia de esos hechos que parecían olvidados.
―Otro de los grandes
temas que tocas en la novela y que representa el eje central de la misma, pues
cambia la vida de los personajes, es el suicidio. Un tema candente, ¿qué te
llevó a abordarlo?
En mis novelas me gusta
recrear las emociones y me suelo preguntar qué pasaría en una casa cuando una
persona no es un poquitín egoísta si no muy, muy egoísta, rayando en la
enfermedad, o avaricioso, orgulloso, celoso… (En femenino también ¿eh?). Todo
lo que se sale de la normalidad altera el sistema nervioso, y no solo el de las
personas que conviven con esa persona, sobre todo, esas personalidades suelen
convivir muy mal consigo mismas. Creo que esto contesta a la pregunta.
―El personaje de Elvira
es complejo y nos deja varias preguntas, como la relacionada con el papel
tradicional de la mujer de su época relegada a labores domésticas y la crianza
de los hijos. Papel por el que la protagonista protesta a menudo. ¿Intenta la
novela, de algún modo, dar voz a tantas mujeres que vivieron este rol como algo
impuesto por la sociedad de la época? ¿O es, quizá, la enfermedad de Elvira la
que se intenta visibilizar en la obra?
Cuando empiezo a escribir algo nunca busco visibilizar nada, es más, a veces no me pongo de parte de esa protagonista sino que surge el efecto contrario en mí, me pregunto por qué no es feliz si ha elegido un camino de vida que es el que de sobra sabía que le esperaba. Luego, a medida que voy escribiendo, algunas veces tengo empatía con ella y otras con su marido y con sus hijos, con su madre, a la que ya no le tocaría, por edad, tener que intentar reeducar a su hija. Es complejo. No sabría contestar algo concreto porque como te decía, habría que hacer un análisis minucioso en cada momento.
―El tren, las estaciones,
el oficio de revisor y todo lo relacionado con el ferrocarril juega un papel
fundamental en la obra, ya desde los mismos títulos de los capítulos que
siempre hacen referencia a este medio. ¿Es la novela también un homenaje a este
medio de transporte? ¿De dónde surge el tema?
Siempre me han gustado
los trenes, sus caminos a veces inaccesibles de otro modo. Siempre me ha
gustado la vida y sus conflictos, huyo del acomodo y lucho cada día por ser
mejor en mis relaciones personales. Los trenes, la vida. Las estaciones, las
decisiones. Subir al tren, a la vida, con más o menos equipaje…solo era eso.
―Suele decirse que en
toda historia subyace otra historia secundaria, que avanza en paralelo a la
trama de la historia principal. ¿Es este el caso de tu novela?
En esta ocasión la
historia que subyace detrás es un recuerdo del pasado, mi pasado. Me gusta
utilizar mis novelas como diarios emocionales. Si algún día yo me olvido de mí
y de mis vivencias, alguien podrá reconocerme en todos esos momentos, en esas
señales, en esos códigos. Es mi legado, mi mayor riqueza.
―Ya por último, ¿te has
quedado satisfecha del resultado final del libro o crees que te has dejado algo
en el tintero? ¿Tienes en mente ya el próximo proyecto literario?
He quedado satisfecha,
sí. Cuando la he releído he sentido la misma emoción que cuando la escribía.
Mis personajes están donde ellos me han dicho que los llevara y, como siempre,
esa era la misión.
Respecto a los proyectos,
ahora estoy embarcada en mi programa de radio en Magazine Eg Radio, El
sonido de tus palabras. Lo estoy pasando muy bien hablando con todas estas
personas (escritores…pronto habrá lectores también) que me aportan muchísimo.
Me gusta la conversación y me gusta escuchar, esa es mi gran batalla porque
pienso que en la escucha plena está el secreto de la salud. Muchas personas
están enfermas porque se sienten desvalorizadas, nadie presta atención a lo que
dicen y eso las hace enfermar de pena. Le ha pasado a Elvira en mi novela,
mira, volviendo a tu pregunta de antes, ahí sí estoy con Elvira, quizá eso es
lo que quería reivindicar. Cuando las personas se encierran en su verdad y la
comunicación se acaba solo hay un paso a la enfermedad, por eso hay que vivir
comprometido cien por cien con esa causa, la de no dejar que las relaciones (de
cualquier tipo) te conduzcan a la muerte.
Muchas gracias por darme
la oportunidad de estar aquí.