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miércoles, 15 de marzo de 2017

Remendando almas

Texto basado en la imagen n°8
Título: Mujer en el tocador.
Autor: Gustave Caillebotte.


Remendando almas.

Tía   Marga era una mujer bonhomia, no hacía  preguntas y  siempre estaba ahí para ayudar. Una vez más, me abrió  las puertas de su casa; era  como entrar en otra época donde reinaba la sobriedad y el silencio.

Llegué  sin maletas, con el corazón desgarrado  y una ristra de lágrimas cosidas a  las mejillas.

-Quédate el tiempo que necesites -me dijo en un tono maternal frustrado.

Tía Marga tenía  experiencia en recomponer  almas. Toda su vida la dedicaba al oficio de dar cobijo espiritual. Decía que no hacía falta lujos, solo  tiempo, una habitación cálida,  una buena sopa y unos baños para meditar.

Mientras los días se descolgaban del calendario de la cocina, las lágrimas se fueron descosiendo. En el exterior, la vida moderna seguía  su ritmo. Allí  dentro, era como si el tiempo se hubiese parado hace ya unas décadas. Nuestras vidas se cruzaban por la casa en un impoluto silencio, no hacía falta  hablar, con la mirada nos entendíamos.

Tia Marga conocía las fases del duelo, sabía cómo actuar, de hecho, cuando llegó el final, ella lo supo antes que yo. 
Aquella mañana, para mí una cualquiera, abrí  los ojos y allí  estaba ella, sentada a un lado de la cama esperando mi despertar:


-Buenos días, hija; ¿cómo estás?

No sé  qué fue, si el ambiente de  aquel lugar, el cariño intrínseco  o la magia de aquellas palabras, pero de pronto sentí  que  la vida volvía  a mí, que mi corazón  volvía  a latir  y que ya no dolía. 

Me levanté, me puse aquella  ropa  con historia y, frente al tocador, me miré  al espejo y decidí  que mi vida continuaba, eso sí, con una nueva melodía...


© Orgav  (Verónica Orozco García)
Todos los derechos reservados.


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