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martes, 12 de noviembre de 2019

Patricia Fabiana Collazo: el arte de atrapar un cuento


Patricia Fabiana Collazo

En el blog tenemos el gusto de contar con la visita de una escritora multipremiada en el ámbito de la microliteratura, Patricia Fabiana Collazo cuya pasión por la escritura, por inventar mundos y encontrar algo nuevo, se remonta a la niñez y la ha llevado a recibir más de ochenta premios, publicar dos libros y poner en pie, para que las recibamos con aplausos,  a sus letras, siempre en busca de una historia que contar. Pero nadie mejor que ella misma para hablarnos sobre su proceso en el arte de juntar palabras:
Mi proceso creativo
Creo que la mejor descripción de mi proceso creativo está en el texto que adjunto (resumido)  a continuación y que forma parte de mi libro Sinestesia general:

Instrucciones para construir un atrapacuentos
Se toma una hoja blanca con renglones barrotes, y una puerta en el margen superior. La disposición de los barrotes resulta adecuada si no se quiere advertir de la maniobra al cuento en cuestión.
Se desgranan unas letras a modo de migajas, desordenadamente. Es importante no mantener un patrón, ni un diseño estructurado.
Se silban melodías inexactas apoyando los labios en un doblez aleatorio del papel.
Se invocan pensamientos absurdos, imágenes fuera de lugar, soles revueltos con cuchara, pájaros en una jaula sin rejas, árboles de raíces invertidas.
La clave de un buen atrapacuentos radica más en su utilidad que en su diseño. Por eso, a la hora de ensamblar el aparato, todo vale. Imanes para atraer ideas metálicas, pegamento de secado instantáneo, lombrices enroscadas, suelos falsos que no puedan ser advertidos a la distancia, y hasta anuncios encabezados con el vocablo recompensaré.
(….) Se recomienda alternar la construcción de atrapacuentos, con paciencia. Darle celos al (relato) rebelde escribiendo un cuento dócil, que se deslice sin objeciones entre los barrotes; y en el momento más inesperado, girar la cabeza de golpe.
Seguramente estará allí, mirando curioso sobre el hombro, el devenir de otra historia. Y será el momento de enlazar su cuello, tenderlo de espaldas y hacerle cosquillas, o maniatarlo, o sacudirlo en el balcón sosteniéndolo firmemente.
Después, sólo es cuestión de saberle mostrar una cinta que romper al final de la hoja. Una meta inexcusable a la cual más tarde o más temprano necesite llegar, para rasgarla con los brazos en alto, y echarse a descansar en un terreno en el cual, ya se hará inalcanzablemente ajeno, otra vez.


Algunos micros:

Excluidos
Por qué demonios sus dueños los han abandonado en ese inhóspito lugar, se preguntan. Uno, retenido en el bolsillo trasero de un jean que ha quedado derramado sobre la silla. El otro, en el interior de un atiborrado bolso de chica. Cargados de mensajes, vibrantes notificaciones, parpadeantes e irascibles, no pueden concebir no haber sido mirados, acariciados, atendidos, durante más de tres horas. Y ni siquiera es de noche. Inaudito. No comprenden el runrún de murmullos, risas, voces deslizantes que se entrecruzan sus dueños, a cara descubierta, sin pantallas ni emoticones de por medio. Absurdo. Como recurso extremo,  se intercambian llamadas.  Pero, y esto sí que termina por desmoronarles, han sido silenciados.
Sinestesia general (2019)

Reglas de puntuación
Deja unos puntos suspensivos bien visibles para que él sepa que está harta de que esquive sus guiones de diálogo.  
Cuando le deja unos paréntesis, él sabe que le está dando una tregua de signos de exclamación sin interrogativos.  Si le deja un dos puntos, que le dirá algo importante; y ante una hilera de comas, que habrá tediosos reproches enumerados.
Estos son sus primeros puntos suspensivos. Espera ansiosa que él le susurre algo entre comillas, le erice los puntos y comas y la obligue a perdonar. 
Pero él no lo hace. Ha preferido interpretar el mensaje como un triple e irrevocable punto final. 
Sinestesia general (2019)


Repostería para hombres
Nos dejaron sin magdalenas, dijo el abuelo cuando clausuraron el puticlub de las afueras. Yo, que siempre me preguntaba qué venderían en aquel sitio lleno de lucecitas en pleno día, al fin lo entendí: era una repostería para hombres. Las mujeres del pueblo nunca entraban allí. Solo unas chicas, que serían las reposteras. Imaginé que elaborarían bollos bien masculinos: churros, porras, vigilantes. Una pena que lo cerraran. Sobre todo porque yo sospechaba que papá llevaba encerrado allí como cuatro meses, y era posible que no se hubiera enterado de que la policía (por aquello de que fabricaran porras y vigilantes) había clausurado el local.
Inédito

Las croquetas de la tía
A seguir viendo la tele nos mandaron a los niños cuando a la tía Filomena se le dio por morirse. Estaba haciendo sus famosas croquetas, y cayó desparramada con la cuchara de madera en la mano, dejando un reguero de bechamel alrededor. Chispas lamió cada gota, mientras los adultos intentaban reanimarla. Inútil, estaba claro que había muerto. De ninguna otra manera hubiera ella dejado de revolver la bechamel. 
¡Irnos a ver la tele con lo interesante que estaba aquello! La sentaron en su silla mientras discutían no sé qué de la pensión. La tía no opinaba, pero sus ojos fijos en la cazuela humeante, lo decían todo.
Inédito

Una pequeña historia autobiográfica:
Cuando siendo pequeña me preguntaban qué quería ser de mayor, y yo respondía que sería escritora, recibía en general miradas de sorpresa y sonrisas condescendientes.
Los años, la vida, pusieron las cosas en su lugar. Me convertí en escritora estudiando informática. Combiné ecuaciones diferenciales y relatos, derivadas matemáticas e historias con derivaciones, bytes y palabras, bits y vocales.
Siendo ya Licenciada en informática fui a por las letras con determinación. Por suerte, en ese momento, apareció en mi vida mi profe Ana y sus talleres Antimusa.
Y aprendí, cuánto aprendí durante más de diez años de encuentros semanales y muchos cuadernos repletos de historias.
En el 97, me decidí a autopublicar mi Intermediarios abstenerse, un libro de relatos que me dio muchas alegrías.
Luego vino el salto a España en el 2002, el aterrizaje, la inmersión en el español, las comparaciones inevitables con el argentino que siempre había escrito.
En el 2014, a raíz de que seleccionaran como finalista semanal el primer relato que envié al prestigioso concurso de Relatos en Cadena (referente para todos los microrrelatistas), me decidí a ir a por todas.
Tres finales anuales de Relatos en Cadena después, habiendo sido premiada desde entonces en más de setenta concursos literarios, mimando siempre mi blog (laletradepie.com), se edita mi libro de microrrelatos Sinestesia general gracias a la confianza que ha depositado en mí la editorial Platero Coolbooks.
¿El futuro? El futuro nadie lo conoce, pero intuyo que el mío tendrá nuevas historias, más desafíos, una novela, otros libros, pero sobre todo muchas letras que tozuda e irremediablemente seguiré poniendo de pie.
 
¿Qué por qué escribo? 
Escribo porque tengo tantos mundos en mí que, si no los pusiera por escrito, se me olvidarían o terminarían aplastándome.


Bitácora personal de la autora:

La letra de pie

Último libro publicado:

 Sinestesia general

Sinestesia General

1 comentario:

  1. Las croquetas de la tía, ¡qué manera de reírme!Por gran mérito de la microficción y porque tuve una tía, Philomène, que murió revolviendo un flan con una cuchara de madera. La manifestación del cálculo económico, al pasar, como quien no quiere la cosa, humaniza el relato y esos ojos clavados en la cazuela. Me gustó mucho, mucho. ¡Gracias!

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