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martes, 17 de noviembre de 2020

Paloma Hidalgo: la escritura es la pértiga que permite al funambulista recorrer el cable entero sin caerse

Paloma Hidalgo

Recibimos en el blog a una de las grandes de los microrrelatos, y es que hablar de Paloma Hidalgo es mirar alto, pero Paloma, generosa en el trato, es cercana como el ave que lleva en su nombre. Le hemos pedido que nos cuente algo sobre ella y sobre su proceso creativo y esto es lo que nos ha contado, dándole alas a las palabras como buena cuentista:

Soy   un equilibrio, inestable a veces, de sentimientos. Soy de ciencias porque estudié Químicas  y de letras, porque no puedo vivir sin leerlas, y desde hace algunos años, sin escribirlas. Nací en Madrid, pero me encanta pensar que soy ciudadana del mundo. En la actualidad vivo en Alcalá de Henares. Dicen que los piscis somos imaginativos, sensibles y siempre preocupados por los demás. Además soy optimista, quizá porque la vida me ha regalado muchos sorbetes de fresa, quizá porque he aprendido a tragarme los caramelos amargos que me ofrece sin respirar. Disfruto con cosas sencillas, prefiero soñar despierta que hacerlo dormida, y soy de otoños y primaveras, de historias pequeñas, de sonrisa fácil y por haber nacido en febrero, más emotiva que racional.  Prefiero volar a ras de suelo -sí, las palomas volamos- y a ras de mar, aunque reconozco que las nubes también me tientan. Participo en concursos literarios, que de vez en cuando gano, en algunas publicaciones tanto en papel como digitales, y estoy en más de cincuenta recopilaciones antológicas de cuento, microrrelato y poesía.

Escribir, para mí, es una forma de encontrarme conmigo misma, con ese yo curioso y siempre predispuesto a mecerse en brazos de la imaginación, que la mayor parte del tiempo ocupa el espacio que mis otros yoes, los que rigen la cotidianidad, le dejan. Descubrí, viviendo ya en París (pasé casi una década en la ciudad de la luz) que ese yo es un pilar básico para el equilibrio del que ya os he hablado. Así intenté cada día dedicarle un tiempo a ese reencuentro. Puede decirse que me sumergí de golpe en este mundo fascinante. Al principio me costaba poner en el papel lo que sentía, una especie de pudor, que se disipaba en cuanto esas ideas y reflexiones iban tomando forma. Escribir era abrir una ventana y sentir una caricia de viento fresco a veces, un golpe de calor otras, y siempre una especie de “chute” de energía. Y el paso siguiente fue poner en boca de mis personajes, casi nunca autobiográficos, sus propias reflexiones, darles una identidad, una corporeidad literaria. Ahora los desencadenantes son otros. Una situación, un olor, un gesto, una palabra, una voz, un sabor, un número… que me llama la atención se convierte en el germen de una historia que va creciendo dentro de mi cabeza, a veces durante minutos, otras durante días, antes de ver la luz. Pero el resultado final del proceso sigue siendo parecido: la escritura para mí es la pértiga que permite al funambulista recorrer el cable entero sin caerse.


Algunos galardones:

  • Primer premio en el certamen de relatos “Los hermanos” de Aldeas Infantiles
  • Primer premio en el V certamen de microrrelatos mineros Manuel Nevado Madrid
  • Primer premio en el I certamen de microrrelatos IASA Ascensores
  • Finalista del certamen de Café Compás.
  • Finalista anual en el certamen Relatos en  Cadena 2019
  • Ganadora del IV certamen de poesía de Alcer Almería
  •  Ganadora del II premio de relato FARE

Todos los microrrelatos que presento a continuación han sido publicados en el concurso de microrrelatos Esta noche te cuento, ENTC.

 

 

Family business

Tipos tan sui generis, melena cana,  chaleco con margaritas y un ojo de cada color,  no entran mucho en nuestro bar. Pidió una cerveza que bebió despacio recorriendo el local.   Al servirle la segunda  reparé en el árbol tatuado en su antebrazo, y en los planetas que colgaban de sus ramas.

—Locuras de enamorado —dijo. Luego se interesó por  una tal Manuela.  Sonreí al responder que  yo no podía ayudarle.  Tampoco quería. Hacía años que mi madre había eliminado un tatuaje idéntico de su tobillo, y a mi padre nunca le preocupó la  heterocromía de mi hermano. Dejó una buena propina.

 

 

Cuerpos esféricos

Escondido en el armario, el primer frasco que encuentra el policía está lleno de canicas. La mayoría son de esas que llamaban de trébol. No sabe que fueron las favoritas de su colección para salir a la calle a buscar con quien jugar cuando su padre llegaba borracho. Tampoco que las de vidrio blanco, las chinas, las usaba para ganarle “al miope” algún bolón con que el paliar los efectos de los castigos por suspender matemáticas, ni que las agüitas y los ojos de gato proceden de un hurto en casa de sus primos. Quizá,  en la investigación abierta sobre los tres cadáveres mutilados que le ha llevado hasta allí, le habría servido conocer que las del petróleo, unas rarísimas que le trajo su madre tras salir del hospital de la capital, eran perfectas para sobornar y librarse de ser el monaguillo de Don Paco y de sus manos exploradoras. Y que de todas se aprovechaba para verles las braguitas a esas mujeres que hoy salen en todos los periódicos, entonces niñas, que comían pipas sentadas en los bancos del parque viéndole perder. En el segundo, lo que flota en el formol, le pone la piel de gallina.

 

Coñac

Me encanta, pero no quiero ponerme un jersey de ese color.

Recuerdo a mi padre en el zaguán de casa despidiéndose de nosotras, con el traje de pana de los domingos, retorciendo la boina entre sus manos. También el gesto severo de mi madre cuando cerró la puerta tras él. Y que a partir de ese día fui perdiendo mi infancia entre las ubres de las vacas que empecé a ordeñar, muy temprano cada mañana, y las boñigas en las que a veces se me hundían los pies. Una tarde de invierno, sentadas al amor del brasero tras la labor, mi hermana mayor osó preguntarle lo hasta entonces tabú. Ella dudó. Después se santiguó, y empezó a contarnos que con cada nueva preñez, padre solía acercarse a la ermita a encender una vela para que llegara un varón, y que como solo le cuajaron niñas, cinco niñas, él se fue distanciando del Altísimo, y que así al diablo le resultó fácil convencerle para que probara el coñac peleón de la taberna de Braulio, ese licor que al cabo de un tiempo pasó a ser su única familia.

Por favor, intenta cambiarlo por uno gris. Uno negro también me valdría.

 

Cal viva

El seiscientos y la jaula del canario sobre mis piernas morenas de río y siega. Los pulpos en la baca, abrazando las maletas con tanta fuerza como los parientes a nosotros. Esquejes de alhelí y de geranio envueltos en papel de estraza, que decía mi madre que seguro que agarraban porque en Suiza estaba todo verde. Troncos encalados mostrándonos el camino. Chorizo, pan y queso para cuando estuviéramos lejos. Una botella de gaseosa llena de agua, que mi hermana pequeña pronto aliñó con babas. Mil setecientos kilómetros, casi, para olvidarme del pueblo, de mis amigos, y maldita mi suerte, de Elvirita; mientras el bisturí de asfalto iba diseccionando el paisaje para que mis ojos de doce años investigasen la anatomía de ese país que abandonaba sin conocer con la nariz pegada a la ventanilla. Y llegar al límite de la provincia, y la voz de mi padre clavándose en el silencio:

-Familia, ¿Y si nos damos la vuelta?

Y volver. Mamá cantando, papá desafinando, la niña aplaudiendo. Y otra vez los troncos encalados. Los que me anclaron a maldecir toda mi vida a ese Dios que no quiso que me convirtiera en emigrante, pero sí en huérfano.

 

Ciclo vital de una sonrisa

Nace, tímida, entre los chorretes que el helado de chocolate ha dejado alrededor de su boca, cuando Elena acepta el reto, y comienza a bajar con la bici por la rampa del garaje. Crece deprisa, apuntalada en el recuerdo de lo que le dijo su madre cuando él se cayó de la suya el domingo, no te preocupes Quique, tus paletos de leche no son como los de tu hermana, pronto te saldrán los definitivos.

Alcanza su esplendor, luciendo su imponente mella, al comprobar que la niña, además de los dientes, pierde la piel de las rodillas, la de los codos, las gafas, y un montón de lágrimas.

Cuando el padre descubre el contenido, íntegro, de la caja de tornillos que creía perdida, diseminado a lo largo de la pendiente que conduce al garaje, la sonrisa se extingue de la cara del pequeño, que encamina sus pasos al refugio habilitado para estos casos bajo las faldas de la mesa camilla del cuarto de costura.

 

Condecoraciones

La Cruz del mérito te la impongo por la habilidad demostrada en innumerables ocasiones para encontrar la manera de traer dinero a casa.

Ésta, al Valor, te la concedo por la enorme cantidad de años que llevas a mi lado queriéndome, y demostrándomelo.

La de los Servicios Distinguidos la lucirás en el pecho por las misiones cumplidas con éxito en el ejercicio de la crianza de nuestros hijos.

Una Estrella de plata, porque de oro no he encontrado, y  una Cruz Victoria, que creo que se la otorgan a los que luchan contra el enemigo poniendo su vida en riesgo, de parte de tus suegros.

Pero te pongas como te pongas, lo que no estoy dispuesta a aceptar es que tú me cuelgues otro Corazón Púrpura.  Vas a tener que prometerme que vas a cuidarte, que se acabaron la vida sedentaria y ese medio paquete de cigarrillos que te fumas a escondidas; porque cuando te repongas de este infarto, soldado, te quiero conmigo en la trinchera.

 

La Geisha

La primera lágrima, negra y amarga, cae en la taza de té que prepara para su cliente; las siguientes, tras recorrer la fina máscara de porcelana de la geisha,  vuelan libres durante unos instantes antes de estrellarse en el suelo de bambú. Minúsculas gotas de azabache, brillantes como los koi que nadan entre las flores de loto del estanque,  que acaban varadas a los pies del hombre que la ha escogido, para formar un pequeño mar de cristal en el que naufrague el deseo.

Se pregunta entonces a cuántos hombres más conseguirán derrotar esas lágrimas sinceras, que manan del alma de varón que vive presa en su cuerpo.


5 comentarios:

  1. Excelentes... felicitaciones Paloma Hidalgo. En este mundo donde estamos todos conectados y vemos con facilidad los escritos de otros, uno encuentra -no sin pesar- que hay infinitud de escritores que dicen hacer microcuentos, microrrelatos o microficciones pero que están lejos de lo que el género exige. Hay tanta brevedad intrascendente dice EL Dr. Lauro Zavala de México. Es un placer leer micros tan hermosos como los tuyos. Restauran la esperanza. FELICITACIONES DESDE ARGENTINA.

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  2. Paloma: Es la primera vez que te leo, gracias a la generosidad de Manoli. Es un descubrimiento interesante ya que el microrrelato me atrapa cada vez más, pero, no todo lo breve tiene la esencia del micro. Agradecida, un abrazo desde Argentina.

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  3. Paloma: Agrego por si no resulta claro: que tus textos llevan la esencia del microrrelato. No solo son interesantes, son bellos. Y la belleza es un bien escaso.

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  4. Muchas gracias por compartir estos escritos.

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  5. Impresionada por la destreza de Paloma en el manejo del microrrelato. No la conocía. Felicitaciones

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