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lunes, 15 de febrero de 2021

Anna López de Artiaga: La escritura es una manera de procesar el mundo

 

Anna López de Artiaga

Nos complace recibir esta semana en el blog a una compañera de letras, Anna López Artiaga, autora de varias novelas y de amplia trayectoria en el género del microrrelato y del cuento.  La prosa de Anna, clara y directa,  consigue atraparnos desde los primeros párrafos, como buena cuentista. Agradecemos su generosidad al compartir con nosotros varios de sus micros y dejamos que tome la palabra para hacernos partícipes de su proceso creativo...


Nací en 1966. No recuerdo ver a mis padres leyendo, pero en casa había libros y se los trataba con reverencia. Un Quijote, una Antología poética y algunas novelas de aventuras. Mi padre recitaba de memoria a Calderón, Bécquer, Espronceda... y me compraba cuentos de Andersen en el kiosco. Después llegaron las novelas de Los cinco, Robinson Crusoe, La isla del tesoro, Mujercitas, Agatha Christie, Edgar Allan Poe… Leer se convirtió en pasión y escribir, inventar mis propias historias, me parecía la consecuencia lógica. Así fue como pensé por primera vez en ser escritora.

                                                        

Me hubiera gustado decir que mi determinación era de hierro, pero se me atravesó el latín y me decidí por la Ciencia. Seguí leyendo, pero aparqué lo de escribir durante bastantes años. Hasta que un día, como con una droga a la que se ha sido adicta, tuve una recaída de la que ya no me he recuperado. Supe que en mi ciudad se convocaba un concurso de relatos, me encerré con el portátil y armé una historia de mujeres que naufragaban en un piso compartido del Raval barcelonés. El resto es la parte de la historia que algunos ya conocéis. Me fascina la literatura breve y participo habitualmente en concursos tan queridos como Esta noche te cuento o La microbiblioteca; pero también me siento cómoda en formatos más largos y he publicado dos novelas.

 

Leo y escribo por el mismo motivo: por placer. Al principio, la escritura era una manera de procesar el mundo que me rodeaba y entenderlo. Podía haber llevado un diario, pero algo me empujaba a inventar, a crear un mundo propio. Con el tiempo he descubierto que ese proceso de creación era emocionante en sí mismo, que las historias fluían y los personajes parecían tener vida propia. Decidí profundizar, aprender, y me enganché definitivamente. Escritura y lectura se han convertido en dos caras de la misma moneda y ya no entiendo una sin la otra. Escribo sobre lo que veo y lo que me interesa, sobre lo que me emociona y espero que emocione también al lector. Mis historias pueden ser cotidianas o fantásticas, pero siempre procuro que mis personajes respiren y sientan, que estén vivos y se parezcan a cualquiera de vuestros vecinos. Una frase, una conversación captada en el metro, un recuerdo, una noticia… cualquier cosa puede sugerirme el comienzo de un relato. Lo difícil muchas veces es continuar, seguir escribiendo después de esa primera frase dictada por la inspiración. Algunos relatos salen del tirón, pero otras veces hay que trabajar mucho para llegar a un final y poder decir honestamente: “esto es lo que os quería contar”.

 

Esto de juntar letras me ha dado alguna que otra alegría, he ganado algunos concursos, he conseguido publicar; pero sobre todo me ha permitido conocer a gente excepcional, amigas y amigos escritores con los que compartir y aprender. El contacto con las lectoras y lectores es otro de los tesoros que he podido disfrutar gracias a las redes sociales y a páginas como esta que son una forma maravillosa de acercarnos unas a otras.

 

Os dejo tres microrelatos para que me vayáis conociendo:

ROSTROS FAMILIARES

 

Mientras doña Carmen habla, observo las fotos en marco de plata del aparador. En esta que señala ahora, se ve a dos niños vestidos de marinero, las manos juntas, los ojos en plegaria hacia el cielo.

—Son muy guapos —le digo.

—Ya tienen trece años —responde—, esa foto es de hace dos.

En la de al lado, una pareja de novios se intercambia las alianzas. Él la mira con gesto adusto y ella, ruborizada, se alisa el vestido para disimular la leve curva del vientre. Son los padres de los gemelos, pienso.

—Nacieron sietemesinos —apunta ella—, quizá en agosto puedas conocerlos, prometieron venir en vacaciones.

Yo le recuerdo que en agosto me voy al pueblo, pero que volveré en setiembre, cada miércoles, como siempre.

—Sí, ya me acuerdo —asegura, y recoge las revistas recortadas de encima de la mesa mientras me guiña un ojo.

 

Sonríe. Yo también. Después de merendar, saco una bolsa con revistas nuevas. Ella trae las tijeras y los marcos de plata. Doña Carmen vuelve las páginas y escoge con cuidado: esta semana se ha encaprichado de una nieta de trenzas rubias y una hija empresaria, con traje chaqueta, que el próximo verano la llevará de crucero.

 

“EL  MUDO”

 

No son mariposas lo que tengo en el estómago. Cuando abro la boca, se me escapan destellos dorados y no puedo sonreír sin que parezca que está amaneciendo. Es poético, sí, pero un gran inconveniente cuando eres funcionario de prisiones y bebes los vientos por un interno.

Este, y no otro, es el amargo origen de mi sobrenombre. Llevo años apretando las mandíbulas en silencio, imponiendo disciplina con ayuda de un silbato (lo que me ha valido un segundo mote: el urbano).

Yo celebraría con gusto sus bromas pero temo que, con la risa, se me vengan todas las luciérnagas a la boca y consigan la libertad.

 

 

TERCERO IZQUIERDA

 

Se había mudado hacía ya seis años pero no conocía a ninguno de sus vecinos. De lunes a viernes trabajaba en la fábrica de sopas instantáneas  y, cuando regresaba a casa, sólo tenía ánimo para pulir el hueco que había forjado en el sofá al calor de la pantalla de plasma.

Nunca había hablado con ninguno, los evitaba. Pero sabía que en el entresuelo vivía una anciana, acelgas con patatas y pescado hervido; en el segundo una pareja joven, macarrones boloñesa y bistec con patatas; y en el primero, un divorciado que mataba el hambre a base de precocinados que calentaba en el microondas. La escalera veintisiete de la calle San Pedro olía a indiferencia y rutina.

Hasta un domingo de invierno en que el aire se vistió con el perfume de un caldo paciente  y, entornando los ojos, entregó su pituitaria al éxtasis de los aromas olvidados: garbanzos, zanahoria, sofrito de cebolla. Los recuerdos que dormían en su infancia invadieron la salita del tercero derecha y una lágrima escapó temblando de sus ojos. El repicar del mortero majando las almendras le susurró una promesa de pan frito y abandonó el sofá y los videojuegos, decidido por fin a pedirle una tacita de arroz a su nuevo vecino.

 

 

Y si queréis leer algo más…

·         La sombra del peregrino  (Ed. Célebre 2020). Novela. Finalista del Premi Bellvei Negre.

·         Hoy tomamos la palabra (Ed. Maluma 2019). Antología de cuentos del grupo Racó de dones escriptores de Sant Joan Despí.

·         Un trayecto una historia (ed. Maluma 2018). Antología de relatos de varios autores.

·         La memoria del camaleón (Ed. Maluma 2015). Novela. Finalista del VIII Premio Delta de literatura escrita por mujeres.

·         Desde 2013 publico en mi blog Relatos de arena  Relatos y sobre todo microrelatos, algunos de los cuales han resultado premiados o finalistas en diferentes certámenes y han sido publicados en volúmenes recopilatorios, como Premi de Relats Breus (Sant Joan Despí  2013 y 2014), Certámen de Cartas de Desamor  (Lleida, 2014), La microbiblioteca (Barberà del Vallès 2014 y 2019). También he participado con mayor o menor fortuna en concursos tan queridos como el mítico Wonderland y el extraordinario  Esta noche te cuento. 


La Sombra Del Peregrino

 

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