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viernes, 13 de enero de 2023

Alejandra Kamiya: Escribo para dejar de escribir algún día

 

Alejandra Kamiya



Nos acompaña en el blog la escritora y tallerista argentina Alejandra Kamiya, cuya escritura tiene una gran profundidad y calado lírico. Alejandra nos resume en pocas palabras como fueron sus encuentros con los libros y sus comienzos literarios.


1. Bienvenida a este espacio, Alejandra, y gracias por compartir con nosotros recuerdos de tus inicios con las letras. Cuéntanos sobre tus  lecturas y a qué edad comenzaste a escribir.

Desde muy pequeña la lectura fue una forma de compañía, un refugio. Y no concibo la escritura sino como el otro lado de la lectura. No tengo recuerdos de no haber leído o escrito. 

Hubo, sí, un momento en el que la escritura se volvió algo público. Me presenté de un modo un poco inconsciente a un concurso y lo gané. Quienes ganaron el segundo y tercer premio en el mismo concurso se dedicaban a escribir, y eso me dio la pauta de que podía darle otro lugar a la escritura en mi vida. Busqué ayuda, encontré grandes maestros que me abrieron las puertas y todo ocurrió de manera muy natural.


En cuanto a lecturas que me hayan marcado, no creo que lo hayan hecho tanto como escritora sino como persona. Quiero decir esas lecturas cambiaron mi vida y tal vez después, mi escritura. Puedo mencionar a autores como Niimi Nankichi, Clarice Lispector, Fernando Pessoa, y últimamente Annie Ernaux, a quien no conocía y estoy descubriendo fascinada a partir de que le otorgaran el Premio Nobel.


2. Cómo surge tu proceso creativo, qué elementos, circunstancias o emociones te inspiran y si tienes algún método o ritual.

Lo que algunos llaman inspiración o estímulos para escribir no es un problema: me siento bombardeada por ellos todos los días. El tema es el trabajo posterior, el tiempo que requiere esa especie de contemplación previa al primer borrador. Las condiciones necesarias para ello van casi a contramano de la vida cotidiana. Darle vueltas en la cabeza a temas que no le importan a nadie más que a mí y sin un objetivo práctico puede parecer, por momentos, delirante. No tengo rituales para sentarme a escribir ese primer borrador. Lo que sigue es corregir y volver a corregir una y otra vez. Mi maestro decía que corregir es corregirse, por lo que siento que es un proceso que no tiene fin.

 

3. Qué crees que te aporta escribir y en qué aspectos te enriquece.

Cuando escribo siento que algo se aquieta en mí. Y esto ocurre en las capas más profundas de quien soy. Como una especie de saciedad pero efímera, porque siempre finalmente compruebo que he fracasado, que no he dicho lo que quería decir.

Me enriquece leer porque me enriquece la escritura de otros. Hay dos formas de encuentro: una se da cuando leo y la otra cuando soy leída.

En cuánto al tema de escribir, si lo pienso, creo que en realidad escribo para dejar de escribir algún día.



Tren interminable 

Mi padre dice que subió por la ventanilla. Lo imagino, delgado como ahora, nadando horizontal sobre un bosque de gente vertical. Llegó al centro del vagón. Dice que sólo por casualidad quedó junto al hombre. Un coreano. Lo imita, se para firme y llora. Mi padre no, el hombre de Corea. Tiene la cara arrugada de furia. Ustedes, japoneses, dice mi padre. Qué hicieron con mi hijo, qué hicieron con mi hija, con mi mujer. ¿Dónde están ahora? La boca de mi padre está abierta como la de una máscara trágica. Ustedes, japoneses, habría que castrarlos. Deberíamos llevar a sus mujeres y hacer con ellas lo que ustedes hicieron con la mía. Dónde está mi hija, grita. Dónde mi hijo. Mi mujer. Dónde. Mi padre cuenta una y otra vez esta historia a lo largo de los años. Imita a los japoneses que iban en el tren, impávidos. A veces el coreano grita. El grito sale de la boca de mi padre, otras veces mi padre hace correr por sus mejillas, hacia abajo, ocho dedos, los cuatro de cada mano menos los pulgares. La cara borrada por el llanto. Yo apenas conozco esa parte de la historia. Mi padre se inclina cuando dice que el Emperador pidió perdón. Pero cada tres o cuatro o cinco años, en una reunión de amigos o de trabajo o en una comida casual, en medio del silencio o de la charla, el coreano vuelve a mi padre que sube al tren por la ventanilla y llega al centro del vagón, donde el coreano, incansable, vuelve a gritar.


BIOGRAFÍA LITERARIA

Alejandra Kamiya (1966, Buenos Aires, Argentina)

Ha recibido entre otros los premios:

 Universidad Católica Argentina-SUTERH, Feria del Libro de Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes. 50º Aniversario, Max Aub (España), Metrovías, Premio Fundación Victoria Ocampo / Fundación Banco Ciudad, Horacio Quiroga (Uruguay), Unicaja (España). 

Ha participado de las antologías:

 Por favor sea breve (Editorial Páginas de Espuma, España), Los que vienen y los que se van (Editorial Fundación El libro, Buenos Aires ), Bailarinas (Centro cultural de la cooperación, Buenos Aires) entre otras.

Publicaciones:

 Los restos del secreto (Editorial Olmo, Buenos Aires) libro ganador de los premios Victoria Ocampo en Argentina y Horacio Quiroga en Uruguay.

 Los árboles caídos también son el bosque (Ed. Bajo la luna).

 El sol mueve la sombra de las cosas quietas (Ed. Bajo la luna).

Su próximo libro, 'La paciencia del agua sobre cada piedra', está pronto a salir por la editorial Eterna Cadencia.

Ha colaborado con el diario National Geographic y la revista de crítica literaria Otra parte.

Dicta talleres literarios en Buenos Aires.

 

 

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