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jueves, 18 de junio de 2020

Marisa Martinez Arce: Un microrrelato es como un beso robado; corto, intenso y con un final sorprendente



Hoy recibimos en el blog a la escritora valenciana Marisa Martínez Arce, que forma parte del colectivo literario y cultural Valencia Escribe y que, desde que decidió adentrarse en el mundo de las letras, desarrolla una intensa actividad, sobre todo como microrrelatista.  Desde el blog agradecemos su visita y dejamos que sea ella misma quien tome la palabra.

¿Quién es Marisa Martínez Arce?

Nací en Valencia un 18 de diciembre y pese a que llegué de la mano del invierno prefiero el calor de verano, la luz y la alegría de esta estación me dan vida. Estoy casada con otro escritor, Rafa Sastre, y somos padres de dos preciosidades ¡qué va a decir su madre! Sin duda nuestra mejor obra. Ambas muy creativas, cada una en lo suyo.

Estudié Relaciones Laborales en la Universidad de Valencia y algún que otro máster,  etc., aunque he trabajado  siempre de administrativa en el sector de la construcción.

Primeros inicios en la escritura y salto a la publicación:

Mi afición a la lectura se remonta a cuando aprendí a leer. Siempre me costó dormirme y un libro es el mejor compañero de un insomne.  La creatividad creo que, aunque en diferentes facetas, me viene de serie, tanto por el lado paterno como por el materno. Dicen que estas cosas no se llevan en los genes, pero algo influirá si hay tanto artista en la familia, generación tras generación ¿no os parece?
Siempre me gustó escribir, de hecho en el colegio gané varios concursos de poesía. Con la edad empecé con la prosa, pero, sinceramente, escribía y al poco tiempo, como no me gustaba, lo rompía antes que lo leyera nadie. Fue por el 2014 cuando me lo tomé un poco más en serio y a partir de entonces comencé a participar en recitales, concursos y libros colectivos. Me gusta escribir tanto en castellano como en valenciano y que lo haga en una u otra lengua suele depender de lo que diga mi cabeza en ese momento.

He participado en distintas antologías. Por ejemplo; en seis del Colectivo literario Valencia Escribe, en cinco de Generación Bibliocafé. En los libros «Mujeres en Construcción, Perdonen las Molestias» y «Treinta mujeres Fascinantes en la historia de Valencia», de Editorial Vinatea. También llevo colaborando tres años consecutivos en los microrrelatarios de La Universidad Jaime I de Castellón: «Ahora/ara», «Sin/Sense», «Adelante/Endavant». En tres libros de relatos de la Editorial ACEN de Castellón. En blogs como 50 palabras, El Bic Naranja. En el libro «Comienzos» de Marian Creaciones Literarias. He sido finalista en diferentes concursos. Ganadora del concurso de los viernes de la SER Castellón, jurado en varios concursos de relatos y microrrelatos. También he impartido un taller de escritura creativa para el ayuntamiento de Petrés (Valencia).

Acerca del proceso Creativo:

Pese a ser una persona reflexiva y paciente, a la hora de escribir soy muy impulsiva. No sigo ninguna técnica ni regla. Cuando me viene una idea me siento y la escribo. Los motivos pueden ser diversos; una imagen, una frase, una palabra, un título. Nunca sé cómo va a terminar la cosa, pero por fortuna suele llegar a buen puerto. Ahora, cuando es un personaje el que se instala en mi cabeza, ahí sí que ya no hay nada que hacer. Entonces escribo al dictado y el proceso suele ser mucho más largo y complicado pues siempre, siempre, tiene que prevalecer su criterio sobre el mío y, claro, me utilizan como si yo fuera su mecanógrafa. Intento imponerme, pero he de aprender a decirles que no.
He escrito algo de poesía, sobre todo en valenciano, algún Haiku (a mi manera) y sobre todo, relatos y microrrelatos. Aunque he de confesar que me siento más cómoda en las distancias cortas, por eso llevo un tiempo dedicándome más al micro. Por la concreción de este género, me gusta utilizar en mis textos un lenguaje claro y fluido. Y como a todo escritor, que me lean. No solo vivimos del placer de escribir.

Marisa Martínez Arce

El limpiabotas
Sus manos tenían un don especial, hacían que mis botas brillaran incluso en los días más grises. Igual que sus dientes blancos, que contrastaban con aquella piel del color del chocolate más puro. Yo regresaba a su puesto siempre que mis actividades en el cuartel me lo permitían. Me fascinaba la delicadeza con la que esparcía el betún, el ímpetu con el que cepillaba y abrillantaba.
Una mañana, al colocarnos en fila para la revista, el sargento me hizo dar un paso al frente.
—Usted, arrestado. ¿Acaso no sabe que no está permitido llevar otro calzado que no sea el reglamentario?
—Pero mi sargento, si no tengo…
—Silencio, ¿me toma por idiota? Sus botas son de charol. ¿Creía que no iba a darme cuenta? Muy listo, así no tiene que limpiarlas cada mañana y puede holgazanear un rato más en el catre.
—Señor, con todo mi respeto. Insisto, son de piel, me las limpian en la calle 48. Mañana puede venir conmigo si quiere y lo comprobará.
A la mañana siguiente el sargento, que se había tomado mis palabras como un reto, accedió a acompañarme. Una vez allí, puso su pie sobre la caja y dijo «negro, a ver qué es lo que sabes hacer». Sus botas quedaron tan relucientes como las mías. Entonces entró en cólera, nada le molestaba más que dar su brazo a torcer, y menos si a quien debía dar la razón era a un soldado raso como yo. Tampoco le gustaba reconocer el trabajo bien hecho, sobre todo si el que lo hacía era alguien a quien consideraba inferior. Airado, tumbó los instrumentos de trabajo del muchacho y le empujó contra el suelo. Después llegaron los insultos. Le propinó una patada en las costillas, luego otra y otra más. Lleno de ira se ensañó con él. Traté de separarlos, pero la rabia multiplicaba su fuerza. Me golpeó y sacó su pistola. Desesperado y temiendo por nuestras vidas, se la arrebaté. Muerto de miedo le disparé. No podía ver cómo  maltrataba a aquel inocente por una simple cuestión de orgullo. Porque el joven limpiabotas no solo había conseguido sacarle lustre a mis botas, sino también a mi corazón.


El viejo avión

Llevaba horas trabajando en el campo. El calor comenzó a colorear mis mejillas. Miré al cielo y volví a ver  el viejo avión que cada miércoles, pasaba sobre mi huerta a la misma hora. La luz del sol reflejada en su ala cegó mis ojos y tuve que desviar la mirada, mientras se me encogía el alma pensando que tú, nunca más volverías.

Nunca es tarde

«¡Despierta San Francisco! Hoy la ciudad amanecerá soleada y sopla una suave brisa». John escuchaba la radio mientras apuraba su barba en el asiento trasero de su viejo Ford.
Su día a día era pura rutina. Acostumbraba a sentarse en la puerta del Meissi Coofi, una cafetería situada en el centro, no muy alejada de su peculiar morada. Todas las mañanas la camarera del primer turno le invitaba a café. A la hora del almuerzo equivocaba el pedido de algún cliente y, fingiendo salir a fumar un cigarrillo, se lo entregaba. Al terminar entraba, compraba un agua con las monedas que le tiraban en su gorra y aprovechaba para asearse en el baño. Todos los empleados le dejaban usarlo y eran muy amables. Y, puesto que tenía pocos gastos, el dinero que le sobraba lo repartía entre los sin techo que se encontraban en una situación peor que la suya. Al contrario de la mayoría de sus compañeros, él vivía así por decisión propia.
La lectura del titular del diario de aquella maldita mañana del 20 de febrero, de hacía dos años, fue el detonante. Lo que le impulsó a tomar tan drástica decisión. No pudo superar el suicidio de aquel hombre tras negarle una y otra vez el préstamo que necesitaba para reflotar su negocio; ni eso, ni la angustia de su esposa cuando fue desahuciada al poco tiempo junto a sus hijos. Se sintió el ser más miserable y rastrero del mundo. Sintió asco de sí mismo. Lo dejó todo para, cobijado en su coche, iniciar una nueva vida. Quería ser un buen hombre si no era demasiado tarde.



5 comentarios:

  1. Muy buenos micros y tu presentación y reflexiones como escritora.Muchos éxitos.Saludos

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  2. Muy lindos cuentos los tres, aunque, para mí "El viejo avión", es tan contundente, tan sobrecogedor.

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  3. Me gustaron los tres cuentos, pero el que se lleva mi mayor admiración es El viejo avión, tan sobrecogedor en su contundencia...

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  4. Que buenos microrrrelatos. Felicidades, me hiciste pasar una ratito muy agradable.





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  5. Que buenos microrrelatos Marisa, me hiciste pasar un rato muy agradable. Gracias.

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