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miércoles, 8 de julio de 2020

Nani Canovaca: Contando cuentos no me doy cuenta de las horas que pueda estar enredada en una historia



Nani Canovaca


Soy Nani Canovaca López para todo el mundo, menos para lo oficial, que entonces soy Encarnación. Un nombre un poco rimbombante de los que se solían heredar de madres a hijas y que prefiero dejarlo como he dicho, para lo oficial.
Soy auxiliar administrativo, he trabajado de contable y al mismo tiempo en la cocina del bar de mis padres, en restaurantes y más tarde he impartido cursos de cocina. He tenido un pequeño cáterin y ahora relacionado con la cocina, solo hago un programa de radio semanal, en la emisora local de mi ciudad, Alcalá la Real. Nací a finales del mes de mayo de hace ya algunos días, unas horas y otros tantos segundos en aquellos años grises, de caminos empedrados y trabajos duros.

De niña me gustaba mucho leer sobre todo comic que era lo que tenía más a mi alcance (de niñas claro, pero le cogía a mis hermanos los suyos que eran más dinámicos y tenían más aventuras). Por entonces los vendían en sobres sorpresa en los quioscos y conseguí una buena colección que un día consentí prestar a una prima y desde entonces no la volví a tener.
Escribía mis propios cuentos, casi siempre un poco a escondidas porque aquello se consideraba una pérdida de tiempo, así que acababan en la papelera del baño que era donde solía “perder ese tiempo”.
Pronto tuve que dejar el colegio y sumarme al mundo laboral ayudando en el negocio familiar. Mientras trabajaba estudié Auxiliar Administrativo en cursos nocturnos. En esa época tuve un gran parón literario en todos los sentidos. Tengo dos hijos y fue ahí cuando retomé la literatura, `primero inventando los cuentos que les contaba, leyendo los libros de ellos, repasando las faltas de ortografía que habían crecido como los pepinos y ahí, entre deberes de mis hijos y los míos, fui retomando todo lo que tanto me ha gustado siempre, “lectura y escritura”.

Comencé haciendo pinitos en poesía y relacionándome con la bibliotecaria de mi ciudad, Doña Carmen Juan Lovera que había sido profesora en el instituto, de todos los habitantes de este lugar y promotora del certamen de poesía Arcipreste de Hita. Empezó a animarme para que siguiera escribiendo a pesar del poco tiempo que tenía, pero no fue en poesía donde me sentía más a gusto (hago algo de vez en cuando), sino haciendo relatos y contando cuentos que verdaderamente los disfruto y no me doy cuenta de las horas que pueda estar enredada en esa historia, que me  hace viajar, vivir o volar. En definitiva, inventar personajes que siempre me llevan por donde a ellos se les antoja. Cuando comienzo, a veces no sé por dónde voy a terminar y si alguna vez tengo una idea, al final todo sale distinto a lo que tenía pensado. Más tarde, empecé a mandar relatos a un programa nocturno de Canal Sur Radio (soy un poco noctambula), “La Noche de los Sabios” donde me leyeron bastantes. Después fue mi hija la que me animó a tener un blog en las redes. Comencé (año 2007) a ir colgando relatos y aún lo mantengo. “La Casa Encendida”  es su nombre, como el libro que estaba leyendo del poeta granadino Luis Rosales, el día que mi hija me lo inició, ya que no tenía ni idea de cómo iba todo esto.

Alguno de mis inventos, está incluido en distintas antologías: “Pequeños grandes cuentos” de Editorial Ábaco, “A contra reloj II” de Editorial Hipálage, “Poemas para un minuto II” de Editorial Hipálage, MIcroEcos Ilustrados de Luisa Hurtado y Juan Luis Anaya, “Cuentos para Soñar” de Editorial Ojos Verdes, “Despojos del Rec”, antología de relatos en cadena, “Escritores por el Mundo” de Academia de Escritores, “XIII Premio Orola” de Facer España, Finalista de Wonderland de radio 4 (rne), Revista “Papenffus”, Revista “La Tregua”. Participo asiduamente en Relatos en Cadena, Esta Noche te Cuento y algunos algo más esporádicos.

AMOR AL MINUTO Y AL MILÍMETRO

Bajo  aquel anuncio de neón sellamos nuestro amor con el beso más dulce y tierno de toda mi existencia. Los que vinieron después los vivimos con otra intensidad, así como todos los acontecimientos acaecidos. Han pasado desde entonces veinte mil setenta y cinco días, cuatrocientos ochenta y una mil ochocientas horas, veintiocho millones novecientos ocho minutos y mil setecientos treinta y cuatro millones cuatrocientos ochenta mil segundos y todavía me altero cuando noto tu presencia. Siempre que abres la puerta o te acercas a mí, sigo sintiendo como palpita mi corazón y toda yo me altero, incluida la senilidad que empieza a aflorar. Casi no acierto a sostener lo que en mis manos llevo. Soy totalmente consciente de todo ello y también del nuevo dolor que voy a percibir cuando me alcances. Mi cuerpo ya ha adquirido ese color amarillo violáceo y no le queda un milímetro de piel sin magullar, acostumbrada al dolor sobre dolor. Solo deseo que el olvido sea mi liberación.

ME LLAMARON VOYEUR

Fui dueño del hostal más popular de la ciudad. Me ha gustado mirar por el ojo de la cerradura, por los agujeros simulados en las paredes, bajo cuadros, adornos o donde se terciara. El sitio que más me gustaba era el que daba a la gran sala de visitas, donde se solían reunir varias personas al mismo tiempo, unas veces de distinto sexo y otras del mismo. Me gustaba verles hacer, fuera lo que fuese. A veces solo se reunían para hablar de cosas que apenas entendía, pero nada más ver sus gestos (no podía escuchar las conversaciones), me producía un gran placer. Mi madre siempre dijo de mí, que era un cotilla y que eso me acarrearía en algún momento un disgusto, pero yo que siempre fui bastante “echao pa’lante y arriesgao”, nunca me apabullaba por nada. Un día estando observando a una pandilla que parecían estuvieran haciendo una sesión de yoga avanzada y como nos los distinguía del todo bien, apoyé mi frente en la pared y al no recordar en ese momento que ese trozo era simulado con una fina capa de escayola que hacía de marco (una buena imitación a la madera) y que sostenía un lienzo del rostro de un bella mujer, que adornada por un lujoso collar de piedras preciosas (eran dichas piedras las que me permitían mirar), pues que con mi afán por ver mejor, los que estaban al otro lado se dieron cuenta de lo que ocurría y sin darme tiempo a reaccionar, solo supe que alguien me atizó un puñetazo y la nariz comenzó a sangrar, el lienzo se convirtió en una tela roja y el pronóstico de mamá se hizo realidad. Una denuncia, una multa y cierre del local. Me libré de estar entre rejas, porque no tenía antecedentes y desde entonces, sigo mirando pero a las aves del parque, las hormigas del camino y las gallinas de la granja, porque ahora tengo una granja y me dedico a ver si han puesto huevos, si les queda comida para reponerla al instante y limpiar el establo, donde tengo también un caballo que me lleva de paseo. Allí descubro lo bonito que es mirar la naturaleza. En el fondo estoy agradecido al percance ocurrido, ya no estoy estresado, vivo observando y no mirando y mi vida se ha convertido en algo que merece la pena. No hay nada mejor que dejar vivir, para que puedas ser tú mismo y nada más. Un buen escarmiento es la mejor medicina.

Nani Canovaca.


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