No siempre las funciones tienen lugar en el escenario. Del mismo modo que no siempre hace falta un pase al zoo para poder advertir la variedad de la fauna que hay a nuestro lado. Eso lo estaba constatando María a cada paso que daba en las últimas semanas. Invitada de honor para compartir en familia la mayoría de edad de su ahijada, sentada a su lado en el esplendor de la fiesta, veía acercarse a numerosas hienas, con sendas sonrisas traicioneras, para tratar de hacerse con la mayor parte del pastel.
Su ahijada, la famosa heredera del magnate fundador de la Beautiful’s people Company, lucía ajena a la expectación que levantaba a su alrededor, mientras su madrina medía el avance de las tropas enemigas, capitaneadas, a su derecha, por el rey de la selva financiera, el gran Leo Montes quien, acompañado de su bellísima hija, pretendía erigirse con el monopolio del mercado de la moda, engatusando a las esposas de los principales accionistas presentes en el evento; Nada desdeñable resultaba ser tampoco el lento pero inexorable avance de la pantera negra, Yoshima, la cual, sin pudor alguno, exhibía sus últimas creaciones de fantasía, en forma de ceñidas transparencias con pedrería incrustada que causaba admiración y preguntas entre el personal asistente, pero lo que realmente colmó la ansiedad de María fue ver la cara de embeleso de la homenajeada ante la irrupción de Darío, viejo zorro curtido en mil y una pieles, que junto a su hijo mayor, el incomparable tenorio Juan Diego, se acercaba a la mesa, sorteando a hienas, leones y panteras, con su pico de buitre carroñero, para solicitar el honor de abrir el primer baile de la fiesta junto a la preciada heredera.
Barajando en su mente todas las apuestas y midiendo los avances de unos y otros, María se prometía a sí misma no volver a mezclar el trabajo con el tiempo de ocio, o, lo que es lo mismo: no volver al zoo los fines de semana.
MVF