En este día de la No Violencia, quiero compartir con vosotros el poema 'SOLILOQUIO DE LA PRISIONERA' en el que he querido poner mi granito de arena, dando voz a las mujeres que perdieron la suya.
En este día de la No Violencia, quiero compartir con vosotros el poema 'SOLILOQUIO DE LA PRISIONERA' en el que he querido poner mi granito de arena, dando voz a las mujeres que perdieron la suya.
Nos visita esta semana en el blog la autora chilena Lilian Elphick, editora general de la revista Brevilla, dedicada a la minificción y gran difusora del género. La autora, que dirige talleres literarios desde hace más de treinta años, rememora para nuestro espacio sus inicios en el campo de las letras y nos invita, en primicia, a acompañarla en su proceso creativo.
Lilian Elphick |
La mano
Escribí
mi primer cuento-poema a los seis o siete años. Era la historia de unos
ladrones que se roban la Luna. Mi infancia fue marcada por los libros. En casa
no había televisión, ni menos internet. Leí (en realidad, devoré) todo lo que
estuvo a mi alcance: cuentos, novelas, poesía. Y como me gustaba estar sola,
leía y escribía. Durante años tuve un callo en el dedo medio de la mano
derecha; ahora, queda sólo un vestigio y un recuerdo de la tinta azul que
manchó las uñas, la mano completa, el cuello almidonado de la blusa blanca
escolar, los bolsillos de un delantal de estampado cuadrillé donde guardaba
piedrecillas, gomas de borrar. Siempre leí y el autor que más me gustó fue ―extrañamente―
Kafka. Digo “extrañamente” porque adoraba los poemas de Bécquer y soñaba con
pupilas y golondrinas en los balcones de los sueños. Entonces, apareció
Gregorio Samsa y destruyó ese romanticismo. Antes de los diez años leí La
Metamorfosis, de Franz Kafka. Me sentí identificada con Gregorio Samsa,
porque quizás prefería estar en mi habitación leyendo que jugando con mis
amigas/os.
Me
gustaba el horror, el terror, lo desconocido y no los cuentos de princesas con
final feliz. Gregorio Samsa es uno de mis personajes favoritos hasta el día de
hoy. Ha influenciado mi modo de ver el mundo y de construirlo en el acto
creativo. Me gustan los hechos no resueltos, odio los finales, lo conclusivo.
Samsa es un personaje que no acaba, no hay final para él. Quizás de ahí nace su
angustia existencial, enlazada al concepto freudiano de lo Unheimlich,
lo ominoso, inquietante o, incluso, lo espeluznante.
La
mano escribió sola la infancia, el tiempo juvenil; la mano rayó paredes en
tiempos de dictadura. Siempre estuvo Samsa para consolarme porque la vida no
era como yo pensaba.
La
mano robó libros en tiempos de pobreza, a los 19 años, y nunca sentí culpa de
ese acto tan artaudiano. Esos libros robados eran mi alimento y mi refugio. También
mi rebeldía frente a los años de asesinatos, desapariciones y exilios.
La
mano tocó el corazón y dijo: “Seguirás escribiendo”. Y así lo hice.
El
señor K
Tengo
una fusión con Kafka, mi autor favorito. Y gracias a él, a su modo de
apropiarse de las palabras y de sentir el hálito de la literatura desde arriba,
desde el trapecio, yo escribo. No hay escritura sin lectura. Doy gracias a mi
querido señor K, a Clarice Lispector, Marguerite Duras, a Yourcenar, a Cortázar
y tant@s otr@s escritor@s, el haberme trazado la ruta de la palabra, haberme
entregado sus huellas para apropiarme de esa esencia prístina, única, a veces
indescifrable.
Cuando
escribo lo hago extrañándome. Porque no es fácil; al contrario, escribir duele,
es como si siempre te estuviera pinchando una aguja. Sé de lo que hablo ya que
soy coleccionista de cactus y me he pinchado mil veces los dedos. Entonces, los
dedos siguen manchados: sangre, tierra, espinas, astillas, esquirlas de
escritura que navegan de aquí a allá, al revés y al derecho por una literatura
desordenada, desde el trapecio o cayendo al precipicio.
Y
la música es esencial para esta manía de poner puntos a la íes y dejar espacios
en blanco, golpes: una música fuera de ritmo (o tiempo), es decir, el jazz.
Se
escribe desde el amor y desde el odio, sin pensar en el futuro, ojalá
ingresando ―como Cortázar― al intersticio, a la grieta, a esa zona de
existencia que podría ser un puente de Einstein-Rosen.
Entonces,
con la ayuda de Coltrane, Chet Baker y John Lee Hooker construyo unos mundos
disociados, sin término, abiertos como flores carnívoras.
La
mano envejece…
y
duele, pero qué importa ya. El callo del dedo del medio de la mano derecha
vuelve a crecer, mientras las articulaciones se destruyen. No sé vivir sin
escritura, me pierdo si no leo el cuento “Amor”, de Clarice Lispector desde los
ojos gastados de tanta imagen, de ese lenguaje maravilloso y profundamente
hiriente. Vuelvo, releo y me empapo, me embarro, tengo las uñas sucias de la
tierra excavada. Y el silencio. Y la palabra.
***
TRES TEXTOS DE LILIAN ELPHICK
FRANZ
Tanto he escrito acerca de ti, mi escritor favorito, que me transformo en
la próxima página, esa que espera ser descubierta por el registro del suceso y
la enfermedad incurable. Peregrinaste de balneario en balneario en busca de
mejores aires y tu única exhalación fue la construcción de mundos en donde el
absurdo se erguía como monumento a los caídos. Por eso elegiste el trapecio
para escribir y vivir siempre en las alturas, en la vacilación, a cargo de tus
horas. Supiste domeñar al tiempo que dio, finalmente, un paso al costado.
Vives en todos los que deseen estar en el margen con una astilla de luz
clavada en los dedos.
EL DOLOR
«Escribo porque olvido/y alguien lee porque no evoca/de manera suficiente
Lingüística General
(Cristina Peri Rossi)
Desde mis fragmentos y requiebres
escribo, tamborileando los dedos en el intento de buscar la palabra precisa que
me lleve a los confines de la tierra, donde todo es posible, y el texto se
deslice como arena en los zapatos, se haga humo, se impregne de la mirada de
los fugitivos que pasan caminando de un país a otro. Entonces, llega el
abandono. Los atardeceres nunca serán mejores que el que ahora tiñe mis manos,
dándome la historia que no tuve y el amor que no me fue concedido.
LA SUCIA ESPERANZA
«Aún me queda una sucia esperanza. Cuento, a pesar mío, con una solución de continuidad del instinto: lo equivalente, en la vida del corazón, al acto del distraído que se equivoca de nombres y de puertas.
(Marguerite Yourcenar)
Como si el retorno a la
cotidianidad fuese un remanso en el pedregal de la vida, vueltos los ojos hacia
el interior de la mirada; como si no bastara mi amor por ti, ciega ya,
tanteando las verdades y las mentiras y los modos de recordarte y atraerte hacia
la palabra que entona esa sucia esperanza; abatida, entonces, suelto amarras y
te libero, cuerpo mío.
Estos
tres textos están incluidos en el libro Fuera de tiempo, 2022.
***
Fuera de tiempo (ir al libro) |
LILIAN ELPHICK
Lilian
Elphick (Santiago de Chile). Es
Licenciada en Literatura por la Universidad de Chile; directora de talleres
literarios desde 1990 y editora general de la revista digital Brevilla, dedicada a la minificción. Durante doce años fue
editora del portal Letras de Chile.
Ha publicado tres libros de
cuentos y ocho de minificción, entre los cuales están Bellas de sangre
contraria (Chile, 2009. Premio Mejores Obras Literarias, Ministerio
de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Santiago de Chile, 2010); El crujido de la seda
(España, 2016); Capilar (Chile, 2018. Libro seleccionado
por el Programa de Adquisición de Libros del Ministerio de las Culturas, las
Artes y el Patrimonio, Chile, 2019);
y Fuera de tiempo (Edición en papel de Eutôpia Ediciones, Chile,
2022. Edición digital de BGR, España, 2022, en Amazon Kindle).