La
casa del artista no estaba como la última vez que la visitó, hace ya algunos
años. A punto estuvo de dar media vuelta, pues sintió que poco tendría que
hacer allí. Un leve latido que provenía de alguna habitación, le invitó a
entrar y condujo sus pasos por el pasillo en penumbra hasta el estudio.
Se
acercó a él y ofreció sus condiciones para elaborar un retrato: sin luz, sin
tacto, sólo palabras, y él estuvo de acuerdo. Las manos del pintor empezaron a
trabajar, mientras ella, según lo acordado, respondía con sinceridad a las
cuestiones que le hacía, para que el resultado del retrato fuera veraz.
Pasado
un tiempo, el artista dio por terminado el encargo y descorrió las cortinas. La
luz entró con tanta fuerza que ambos tuvieron que cerrar los ojos… Mientras él
luchaba por contener el desaliento, pudo verla… Sonreía gustosa, al no reconocerse
en aquel rostro angelical.
Retrato de Liu Yamin, de su obra "Cuaderno de retazos"
Retrato de Liu Yamin, de su obra "Cuaderno de retazos"
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