lunes, 4 de abril de 2022

Marisa Alemany: La escritura es un arte que aúna la técnica y la belleza

 

Marisa Alemany

Para hablarnos de letras y su forma de entender la literatura nos visita en el blog la escritora y conferenciante valenciana Marisa Alemany. Siempre muy cercana, la autora ha contestado las tres preguntas clave que caracterizan esta sección de 'Y tú, por qué escribes' en la que nos ha hablado de su experiencia y proceso creativo.

1. Cuando comenzaste a escribir y a tener contacto con la literatura, lecturas que te influyeron, hábitos... Cuéntanos un poco, Marisa.

Crecí rodeada del mosaico de lecturas que una familia numerosa —tres mujeres y tres varones— son capaces de acumular con el sustento de unos padres que alentaron cada una de sus personalidades, única, con la dedicación al trabajo y la crianza. Ensayos antropológicos de Marvin Harris, relatos de Borges, los cuentos del Conde Lucanor, tebeos de los superhéroes de Marvel, libros de Astrología, las aventuras de la adolescente Esther, la intensidad del Túnel de Sábato, la Fundación de Asimov —en el orden correcto si había suerte—, el Lobo Estepario de Herman Hessse, El guardián entre el centeno de Salinger, enciclopedias juveniles, el libro sobre el sexo de López Ibor, las inolvidables Interview y los comics eróticos de Paco Pito… y así,  cada letra que se atrevía a entrar en la casa, la devoraba a mordisco limpio. A la par, cada uno traía sus gustos musicales: canciones protesta de Raimon, Serrat, Dire Straits, Bob Dylan, The Beatles, El Último de la Fila, o Los Planetas; mientras yo estudiaba clásica en el conservatorio y tocaba la flauta travesera. Las lecturas y la música han conformado mi escritura que hibrida géneros. Soy tanto de ciencias como de letras. Por eso supongo que me he lanzado con la ciencia ficción, la fantasía, el relato contemporáneo y el histórico. Soy ecléctica y tengo —casi— múltiple personalidad. La “loca de la casa” como decía Rosa Montero.

        Me animó a escribir mi profesor de literatura Javier Satorre, quien para comprobar nuestro nivel en gramática y ortografía nos pidió un relato en primero del instituto (el actual tercero de la ESO). Yo me enzarcé con una experiencia comiendo chocolate a la par que contaba mis miserias como adolescente, y el hombre me animó a seguir mezclando la realidad con la ficción mediante la escritura creativa.

Paré veinte años con los estudios de Informática y una carrera en el mundo de la consultoría hasta que llegó mi hija Sofía. Embarazada me pregunté qué deseaba para ella, y sin duda me contesté: que fuera feliz, y así continué pensando … ¿y por qué no deseo lo mismo para mí? Contestando a esta pregunta, comencé con talleres de escritura creativa con Antonio Penadés y Santiago Posteguillo en el museo l’Iber, y proseguí con más talleres de escritores valencianos como Vicente Marco y Juan Miguel Aguilera en el Bibliocafé. Escribí, escribí y escribí. Años después colaboré muy estrechamente con la Fundación Vinatea donde aprendí todo el proceso que conlleva el desarrollo de un libro desde la idea, la redacción, la revisión, la edición y la portada hasta la promoción (última fase que, como a la mayoría de las personas que escriben, me horroriza).

            Pasas de una intensa introspección a una exposición que, aun no siendo tímida, es sobrecogedora.

           

2. Cómo surge tu proceso creativo. ¿Eres más de método o de dejarte llevar, qué es lo que te inspira o motiva para escribir?

            Al principio conocí los dos métodos: el de brújula y el del mapa. En el primero sabes dónde por dónde vas, aunque te dejas llevar y en el segundo, antes de escribir, sabes la estructura en capítulos, la trama y el arco del personaje, ¡incluso el final! de tu relato.

            Podría describir distintos procesos en función de si estás escribiendo un relato o una novela. El segundo, al menos para mí, requiere de una estructura y aunque básica, puedes seguir los pasos de un guion cinematográfico o el famoso camino del héroe. Una novela son meses y años documentándote y escribiendo, revisando. Soy demasiado “de ciencias” para dejarme llevar pues, aunque muchas veces tiro, borro y rehago lo escrito, necesito una guía. Sin embargo, para el contenido de los capítulos —y de los relatos—, escribo qué va a pasar como una sinopsis. Y la búsqueda del cómo va a pasar es donde la imaginación, la magia y la observación son esenciales.  Anoto en una libreta o dicto al móvil: detalles, conversaciones, expresiones, pensamientos útiles para mostrar el cómo. Busco mostrar en lugar de describir mediante acciones o emociones. Por ejemplo: “Para el relato sobre la noche loca de la heterosauria: recordé noches de juventud en los bajos de Argüelles…”, para los pensamientos de la científica en uno de sus momentos anímicos más bajos: ¿podría cuestionarse su género ante la negativa de De Morgan cuando negó su talento? Es tiempo. Requiere de investigación y documentación… y observación, recuerdos e imaginación. Esta parte me apasiona.

            Esa inspiración puede surgir haciendo cualquier cosa como desayunando, dando clase o charlando con amigos.  Especialmente cuando me levanto por las mañanas.

            Os podéis imaginar cuán necesario es parar este torbellino mental cuando llega una historia que necesito escribir. Así que el yoga y la meditación son tan básicos para mí como las proteínas, el magnesio o la luz del sol.

 

3. ¿Qué aporta la escritura a tu vida? O, lo que es lo mismo: "¿Por qué escribes?

 Creo firmemente que el ser humano nace para evolucionar, desarrollarse y conocerse a sí mismo. Pese a la necesidad imperiosa de comer y el resto de básicos biológicos y sociales, el espíritu clama para ser atendido. Todos llevamos esta semilla en nuestro interior y cada uno, si se diera el tiempo y la atención, conseguiría expresar sus anhelos en un ámbito artístico como la pintura, el baile, el teatro, la música, la fotografía, el cine, los monólogos, o en mi caso, la escritura.

            La escritura es un arte que aúna la técnica y la belleza para expresar tu pequeña realidad, particular, en un formato universal, capaz de comunicarse con otros seres humanos y así compartir ese proceso de crecimiento, necesario e innato a todos nosotros. No en vano, con unas copas de más, nos atrevemos con un micrófono de un karaoke o gracias a la exaltación de la química del amor, somos capaces de escribir sonetos.

            En mí la necesidad arranca desde la infancia y cada día se desarrolla con más intensidad. Cosa que me alegra, porque es un proceso que envejece bien, los años y la experiencia lo acompaña. La escritura crece mientras tu cuerpo se desgasta.

            Yo me obsesiono con un personaje de la historia que me genera tanta curiosidad que no puedo parar hasta saberlo todo de él. O me atrapa un sentimiento que necesita ser expresado y entendido.

            A veces me ha servido para superar traumas, como rupturas de pareja, decepciones o la muerte de mi padre: los escribes, los describes, los analizas y se exorcizan más libremente. Otras veces son especulaciones sobre un futuro o comprensiones de un presente.

            La escritura es terapia, es divulgación, es comprensión. Para mí arranca casi desde los intestinos, explora el corazón y mi mente hasta diluirse en las teclas del ordenador. Inicio, desarrollo y concluyo una historia, hasta que llega la siguiente; y, mientras tanto, reflexiono y mis emociones se entibian hasta que las integro en mi personalidad.

     

 

La recopilación de algunos de sus relatos se encuentra en el enlace:

https://proyectoartemisa.com/marisa-alemany-relatos/

Tanto cielo por volar

por Marisa Alemany

 Persiste este frío piel adentro. Ni las ventanas abiertas cediendo el paso al bochorno del poniente, ni estos ridículos calcetines, consiguen deshelar los carámbanos de congoja que alojan mi cuerpo desde hace meses.

          En parte por despiste, en parte por llamar su atención, he olvidado cerrarlas. Son las tres y media de la tarde y el calor preña cada rincón de nuestra casa de verano, con la mordida implacable de la canícula.

          «No hay donde meterse», le escucho cuchichear desde la única habitación de la casa orientada al este, la estancia con las mejores vistas al valle.

          Yo niego la evidencia con mi silencio y sigo fregando los cacharros. Mientras escucho cómo se desploma sobre la cama, fijo mi atención en el celaje de la cocina que da a la plaza. Pasan niños en fila, ataviados con bañadores de colores y toallas enrolladas al cuello. Se dirigen a la piscina municipal domados por una suerte de monitora que, a mis ojos, parece tan niña como ellos. Hace mucho que no distingo si una joven tiene doce, quince o veinticinco años. Todas me parecen muy bellas.

          Las observo embelesada, aunque el cristal refleja una mueca de desagrado delante de ningún testigo. Es por culpa de ese tufillo grasiento de la lasaña que persiste por la casa. Ese olor pringoso siempre me ha resultado desagradable. Pero es su comida favorita y comprar los ingredientes y cocinarlo durante toda la mañana, ha sido mi obsequio de hoy, aunque no sea un plato de temporada. Carmen, la tendera, me ha servido la carne picada y las verduras, «pimiento verde no, a mi marido no le gusta». Ella se ha reído, conoce las manías de José Luis tanto como yo misma. No en vano, fueron compañeros de colegio. Yo, sin embargo, sólo hace veinte años que veraneo en este pueblo.

          Desde el inicio del verano, en un vano intento de salvar este naufragio, cada día rescato un tesoro. Sintonizo canciones de Serrat en la radio, coloco sobre la cómoda del salón, con medido descuido, fotos de nuestro viaje a la India. ¡Qué tristeza en el alma! ¡Qué frío! Ni una sola vez ha alzado la mirada del plato para clavar sus ojos de hielo en los míos y mañana es el último día de agosto.

          Hoy al amanecer, las nubes poblaban el cielo y el sol parecía amedrentado detrás de ellas. La ligera bajada de temperaturas me ha animado a arrimarme a su lado de la cama. Pero, como siempre, él me ha apartado de un manotazo inconsciente: «¡qué calor me das!» La serpiente gélida y viscosa instalada en mi columna vertebral se ha deslizado victoriosa hasta mi pescuezo. Ese desprecio me ha permitido destilar unas lágrimas, y la tibieza de su labranza por mis mejillas, me ha dado cierto de consuelo. Él ha seguido durmiendo, impasible.

          A media tarde ya teníamos todo empaquetado. José Luis es tan ordenado que es él quien dirige diligente esta tarea cuando nos vamos y cuando volvemos. Le gusta decidir qué nos llevamos y qué se queda.  Con sólo un dedo y un gesto me da las indicaciones. Y yo ejecuto cada orden con la sabiduría que ofrece la rutina. Se nota que disfruta vaciando la alacena de los productos perecederos, desconectando la nevera y quitando los plomos de la casa, pero yo siento el estómago encogido. Sé que este es nuestro último verano juntos.

          Sólo una llamada inesperada interrumpe la mudanza estival. La vibración de su móvil repiquetea sobre el mueble del entrador. Yo no puedo evitar mirar de reojo el número que parpadea. Es el mismo de siempre que ahora disimula ignorar, como si no estuviera sonando, como si el móvil fuera invisible, como cuando yo soy invisible.     

        «Tanto cielo por volar y yo enamorada de una jaula.»

 

Relato de Marisa Alemany publicado en la antología «Las cuatro estaciones» de Valencia escribe (2019).

 

Biografía literaria:

Desde 2012 ha publicado diversos relatos de literatura contemporánea, histórica, ciencia ficción y fantasía. Marisa escribe hibridando géneros.

 Ha publicado una novela llamada “Diosa de Tierra y metal” con Ediciones El Transbordador sobre un universo de mujeres poderosas y humanos desesperados, relatado desde los ojos de una adolescente que percibe más de lo que parece.

La novela ha sido elegida como una de las 20 mejores del 2018 dentro del ámbito de fantasía por fantasyundo.com y ha recibido reseñas muy positivas

En 2021, la novela ha sido editada en formato audiolibro por la Saga Egmont.

 Destaca su colaboración activa con la Fundación solidaria Vinatea, así como su pertenencia al Proyecto Artemisa (donde siete autoras reivindican el género de lo extraordinario). Así mismo ha coordinado la edición y promoción de diversas antologías como “Mujeres en Construcción (perdonen las molestias)” de la editorial Vinatea. La autora ha realizado multitud de conferencias y presentaciones de personajes femeninos de la historia, entre ellos: Concepción Arenal, Ada Lovelace y otros tantos que aparecen en la obra “30 mujeres fascinantes en la historia de Valencia” como María Luna, Teresa Gil de Vidaurre, Carroça de Vilaragut, Margarita Borrás, etc.

En la actualidad ha terminado un manuscrito denominado «La condesa binaria» sobre la vida y logros de la inventora de la algoritmia Ada Lovelace, única hija legítima del poeta Lord Byron. La novela, histórica con toques de realismo mágico victoriano, será publicada próximamente. Así mismo sigue escribiendo y publicando relatos, reseñas y reflexiones sobre la mujer de la vida moderna llamados «Diarios de una Heterosauria» a la par que escribe una novela sobre la vida de Sofia Tolstoia.

 

 

 

Muestra del audio-libro (pinchar aquí)


2 comentarios:

  1. Un placer conocer a Marisa. Me ha encantado el relato.
    Besicos muchos.

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  2. Gracias :). Si te gusta el estilo puedes encontrar más relatos en:
    https://proyectoartemisa.com/marisa-alemany-relatos/
    Un abrazo,
    Marisa Alemany

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