viernes, 27 de diciembre de 2019

Somos mujeres de musgo y brezo







Somos
mujeres de musgo y brezo,
con cuerpo de sauce,
escaramujo en los labios
y luz de luna en los ojos.

Abrazamos
las sombras del insomnio
renovando nuestros huecos
de espuma, de esponja de mar.

Somos
mujeres de aire y gozo
viajamos en un soplo
de diente de león
y olemos los secretos
de las vidas por nacer.

Rasgamos
con el filo de una daga
el aliento del silencio
y lo llenamos de muertos inventados.

El silencio se vuelve espeso
como la sangre de una bestia
vencida.
Vencida y adorada en rituales antiguos,
la sangre del silencio
rebosa en un cáliz de plata.

Y brindamos,
y bebemos.
Bebemos
de los labios del silencio,
y su sangre tiñe nuestras bocas
de palabras prohibidas.

Somos
mujeres de cierzo y niebla
de plumas en los dedos
y alas en los sueños.

Buscamos
el amor en un pedazo de hielo
para fundirlo con los ojos.
y abrazarlo sin miedo.

Somos
mujeres madreselva,
enredadas a los cuerpos
de amantes audaces
que buscan,
entre nuestras piernas,
el beso más dulce.

Trazamos
laberintos para perderlos
y robarles la razón
con la ambrosía que lamen
de nuestro vientre.

Somos
mujeres que nunca se rinden
aunque la noche se acabe
y el amor se estrangule
en pesadillas inversas
y rostros fantasmas.

Puri Menaya ©

jueves, 12 de diciembre de 2019

Poesía experimental


El tiempo


El tiempo.
Son tan solo horas, minutos, segundos que se nos escapan entre los dedos.
Por eso cuando me dices: "¡Cuántas horas hemos hablado por teléfono!"
y tu voz adquiere un tono de extrañeza
ante lo que yo considero una simple inversión en el cortejo,
busco la cifra: treinta y siete horas y media... Ni una más, ni una menos.

Son seis noches de sueño sobrevolando paraísos perdidos.
Son setenta y cinco ágapes que reconfortan el alma.
Son doscientas veinticinco duchas que atemperan el miedo.
Son cuarenta y cinco mil caricias...
Y setenta y cinco mil quinientos "te quiero".

Fuiste bucle (lipograma sin la a)


Te puedo sentir entre los edificios.
Como cientos de ojos que se retuercen sobre un fuego intenso.
Siento que soy un simple desconocido
en tu universo de flores, luces de colores e incienso.

Te he visto estremeciéndote,
frente por frente conmigo;
mi pelo queriendo ser mecido
por los brillos de un sol vespertino.

Fuimos justo en un suspiro
esos dos niños expertos en juegos y secretos perdidos.

Por eso no lo entiendo...
¿Por qué en vez de seguir con un nuevo comienzo
viste simplemente muchos meses de invierno?

Tengo en mi mente los nombres de todos ésos
que tú decidiste con tu peso desprenderme de ellos.
Y en este efímero momento,
solo pienso en nieve, frío y el tiempo
que dediqué en ti, en sentirte como mi cielo,
en seguir volviendo contigo, mil veces...
Con tus "no te quiero".

Estoy recorriendo mi destino: un sitio gélido pero vivo.
Y observo el pino que, tímido, se reconoce entre los edificios.
Y te siento como un simple inquilino que no veré... Ni en un eterno siglo.



El castillo de Beatricia

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Algunos poemas

Algunas noches

Algunas noches dormimos
con los ojos abiertos
Vemos pasar sombras, rostros,
presencias de otros momentos.
Sentimos frío y nos envuelve
la extrañeza del recuerdo,
Oímos risas de otras horas
Nos hablan voces ausentes
Volvemos a ser pasado
Regresamos
a aquellos que hemos querido
a aquellos que nos quisieron
a los que nunca dejamos de querer
a los que siguen
 queriéndonos sin saberlo.
Volvemos
 y no dormimos,
soñamos con los ojos abiertos
hasta que llega el cansancio
a nuestra lucha e insistiendo
nos dormimos aferrados
al hilo que une el recuerdo
y soñamos
esos sueños tan reales
esos sueños diferentes
en los que aunamos
 vigilia y corazón,
consciencia e inconsciente,
En esas noches, mi vida,
hay un tiempo que es presente

un tiempo en el que tú y yo siempre nos encontraremos.


Más allá del silencio

Demuéstrame el amor
no me abandones
aún cuando no sea yo 
ni el amor sea
aquel que no dolía 
y que creía
poder bastarse siempre
Demuéstrame el amor
aúnque no tenga
labios para besarte 
ni las ganas me queden
Demuéstrame el amor
aunque zozobre el alma
y el cuerpo no te encuentre
demuéstrame el amor
en el silencio
y haz de la nada
el todo en que me quieres.

Los amantes (Rene Magritte)


Algunos poemas

Algunos poemas son como niños
desvalidos que crecen en el vientre
se gestan al amparo de los días
que nos regalan sueños
con mimo los guardamos de la lluvia
sin evitar que tiemblen
Nadie puede ofrecer un amor limpio
ni siquiera un dolor que nos proteja
de futuras heridas 
porque algunos poemas
son como hilos de sutura
que cosen carne en cada letra
con desgarro abandonan la humedad
del vientre en que nacieron
y salen a la luz como bebés 
ciegos ante la luz y el desconcierto
solo al leerlos tienen nombre
solo al leerlos lloran
y su aliento
les devuelve el oxígeno perdido
hasta que vuelven
de nuevo a hacerse nubes huidizas
esperando encarnarse
en otro vientre.

Manuela Vicente Fdez ©

Fuente de la imagen: Pinterest







viernes, 6 de diciembre de 2019

Elena Bethencourt: "Nunca sé cómo va a terminar un microrrelato"


En esta ocasión tenemos el lujo de que nos visite en el blog, Elena Bethencourt, una escritora de Tenerife, cuya trayectoria literaria es reciente pero muy intensa ya que ha irrumpido con fuerza en el mundo de la microliteratura. Dejamos que Elena nos lo cuente: 

¿Cuándo empezaste a escribir?

De pequeña me gustaba escribir. También leer, pero en aquella época no se compraban libros para los niños —en mi entorno, al menos— así que leía todo lo que encontraba en casa: El Quijote, Veinte mil leguas de viaje submarino, Las mil y una noches, la colección de novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía, Tiburón y todos los cómics que me prestaban los niños del barrio.
De muy jovencita sufría por amor y me gustaba, jaja. Entonces me encerraba en mi habitación, me ponía música para morirme y escribía las cosas más tristes. Después de esa etapa, estuve siempre contenta, pasaron treinta años y no escribí nada excepto ensayos, opiniones, cartas…

Lo retomaste, ¿por qué?
Pues porque anduve con mi padre un camino revelador. Una vez lo expliqué así:
“Aquel año aprendí mucho de la vida. Te llevé a los lugares donde querías regresar, hicimos las cosas que te quedaban por hacer y visitamos a las personas de las que querías despedirte.
Luego todos lloraron y yo me senté a escribir”.
Empecé a escribir poesía otra vez, un libro entero, pero como solo leía a poetas que estuvieran bien muertos me decepcioné bastante cuando me di cuenta de que ahora ya no se escribía así.
En 2017, buscando otro tipo de concursos, empecé a ver que había muchos de microrrelatos, no sabía qué era eso, pensaba que eran textos pequeños (de hecho ese es el mismo error que comete mucha gente, que no cuenta una historia). Nunca había escrito ficción. El caso es que enseguida empecé a ser finalista y eso me animó. En 2018 me llamaron de Relatos en Cadena en enero, esa llamada significó mucho para mí aunque no me votara ni Blas y en noviembre de ese mismo año quedé finalista anual.
Entre el año 2018 y el 2019 he hecho varios cursos de escritura en Escuela de Escritores y Ateneu de Barcelona. Y desde que descubrí que te lo puedes inventar todo, que no hace falta hablar de ti, no hago otra cosa que escribir.

¿Cómo es tu proceso creativo?
Me gusta tener un disparador, algo que cree las conexiones necesarias en mi mente para que surjan historias. Nunca sé cómo va a terminar un microrrelato ni adónde me va a llevar, pero a veces llego; se me va ocurriendo mientras escribo. La cosa es empezar, algo así como un calentamiento. Luego modifico, cambio, vuelvo a cambiar y a veces ocurre: lo veo. “Ahí está”, digo. Cuando la idea ya está formada y escrita, entonces pulo, pulo, pulo durante horas, días, en realidad.


MICRORRELATOS

Rutinas
Si dijera que sentí dolor, mentiría. En el fondo me hizo gracia. Mira que venirme a decir ahora, después de cuarenta años, que nunca me ha querido. Me dio por reír. «Yo a ti tampoco», le dije, más que nada para que se quedara tranquilo. Suspiró aliviado. Me besó en la frente y se hundió en el sillón orejero a ver la tele mientras esperaba la cena.
Me puse a hacerle una tortilla bien cuajada, con todo, como a él le gusta. Quizás me pasé un poco con la cebolla, porque mientras la cortaba, no podía dejar de llorar.

(Finalista mensual Relatos en Cadena septiembre 2019)

El hombre invisible
Creo que no soy un superhéroe porque no vuelo excepto con la imaginación, mi única fuerza es la de voluntad, no lucho contra el mal, solo contra el hambre y el frío.
Pero sí tengo un superpoder: soy invisible. Soy capaz de cruzar la ciudad sin que nadie me vea, de estar toda la mañana con la mano abierta sin que noten mi presencia y lo más difícil: puedo hablar sin ser oído.
A veces me pregunto si de verdad soy invisible o si el mundo está ciego. Sácame de la duda: ¿tú me ves?

(Primer Premio de “La pobreza en 100 palabras” de EAPN España, 2019)



Torres más altas

Por esta parte del mundo ya no necesitan de mis servicios como antes. Están ahí sentados, hablando con los que no están, sin tocarse siquiera. Me estoy quedando fofa: con un encargo de vez en cuando no basta para mantenerme. Por eso anoche fui decidida a la central eléctrica, lo picoteé todo y provoqué el gran apagón. Mi táctica está dando sus frutos: algunas parejas se han visto más en estas dos horas a oscuras que en diez años de electricidad.
La semilla está sembrada. Ahora toca esperar en mi nido. Con suerte dentro de nueve meses tendré tanto trabajo que no haré otra cosa que volar.

(Finalista de Zenda)

Malas elecciones

Todo lo hice por amor, señoría. Me enamoré de mi vecina, pero una mujer tan guapa tiene mil pretendientes, la competencia es dura y yo soy muy tímido. No le confesaría mis sentimientos a menos que se los pusiera por escrito. Así que le escribí una nota, la metí en el sobre sepia del Senado y me dirigí a mi mesa electoral donde ella era presidenta. Lo introduje en la urna y me fui a casa a fantasear con la cara que pondría al encontrar mi mensaje durante el recuento de las papeletas. Le parecería tan tierno que se intentaría comunicar conmigo esa misma noche, seguro. O quizás no. Igual me odiaría por ponerla en ridículo. Me entró el pánico, ansiedad, no sé… Podía haber pensado mejor en las consecuencias, pero me cegué, señoría, entré en el colegio electoral justo antes de las ocho de la tarde, cogí la urna y eché a correr.

(Finalista de mayo de Relatos de Abogados, 2019)


Elena Bethencourt
   
BIOBIBLIOGRAFÍA 


Elena Bethencourt. De Tenerife, Islas Canarias, España. Licenciada en Filología por la Universidad de La Laguna, España. Postgrado en Especialista Universitario en Traducción Jurídica por la Universidad de Alicante, España. Amante de la Lengua Española y de los idiomas en general.
Primer Premio “100 palabras contra la pobreza” de EAPN España, años 2018 y 2019; Primer Premio “Sumando Capacidades” del Cabildo de Tenerife 2018; Primer Premio “Una historia de verano”, Editorial Exlibric, 2018; Ganadora Segundo Premio de Cartas de amor de Covibar, 2018; Ganadora del mes de Junio 2019 de “Relatos sobre abogados” de la Abogacía Española; Ganadora del mes de noviembre 2018 y 2019 de “Relatos en Cadena” de la Cadena Ser; Primer Premio de Concurso de Microrrelatos “Noviembre Forestal” del Cabildo de Gran Canaria, 2018; Primer Premio del Concurso de Microrrelatos de Amir México, 2019; Primer Premio del Concurso de Microrrelatos Redpal de Andalucía, España, noviembre 2019; Ganadora Segundo Premio del Concurso Internacional de microrrelatos “Ciudad de Trujillo”, 2019; Primer Premio I Concurso Prevención de Riesgos Laborales Titsa y Mutua MAC, 2019, etc.


Diversos microrrelatos publicados en: Antología de Microrrelatos Canyada d’art (octubre 2018); Revista “Compromiso y Cultura” (número junio 2018); I Certamen de Relato breve y poesía Sierra de Guadarrama, Editorial Maluma, 2018; Revista “Cuentos para el andén”, número 72 (noviembre 2018); Antología Claroscuros (marzo 2019); Antología “100 palabras para mamá”, Editorial El lobo feroz 2019; Antología Microconcurso de la Biblioteca Esteve Paluzie (2019), etc.



Más sobre la autora en su blog:

Los mundos de Ely

Camino azul: un poema de María José Viz Blanco

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Camino azul
remontaré la ingrávida montaña
y el arrebato de tu caminar
para besar el vacío de tu paisaje.
Entonces, un sonido florido
de música aérea
agrandará mi geografía
de estelas humedecidas por el viento.

Llegará el día en el que encierre,
tras mis compuertas blindadas,
la inmensa certeza de tu abandono,
cuando tu luz deje de ahuyentar
la soledad incrustada
en mi azaroso camino azul.



Más poemas de la autora en:

jueves, 28 de noviembre de 2019

Mi formato favorito: la carta

En esta ocasión os acercamos a la obra de una colaboradora del blog, Beatriz Molina Lorca (Granada, 1975) que se define como "aprendiz eterna" del arte de escribir. Ella lo siente como una pasión que traspasa a los micrófonos a través de sus lecturas en vivo. Finalista en dos certámenes de microrrelatos, tiene publicados algunos textos, en "Esa cosquilla molesta" de la Escuela de Escritores de Madrid y en "Ficción Súbita" de La Ciudad Invisible.

La carta es el formato donde me siento más cómoda. La redacción en primera persona me ayuda a exteriorizar una voz íntima que tira de mí como el hilo de una araña... Quiero compartir dos de mis cartas favoritas.



La carta que nunca llegué a enviar



Estimada Catalina:
Tengo a bien escribirle por considerar propicio el momento, que no la época, ya que me consta que en pleno siglo diecinueve todavía no contamos con la libertad, que sí el libertinaje, de expresar abiertamente ciertas conductas libidinosas.
Siempre he admirado la gracia y elegancia con la que luce sus joyas y abalorios. El broche en tridente que apunta hacia sus más oscuros recovecos, me indica un camino que ardo en deseos de recorrer. Cinco años. Cinco años he esperado para escribirle esta carta y transmitirle mi ferviente devoción y anhelo por paladear sus generosas carnes. Durante todo este tiempo me reconcomía una duda contradictoria entre el férreo compromiso con mi congregación y el inflamado apetito que alimento hacia usted.
Cuántas noches en la soledad de mi anodino y sobrio aposento, he soñado con acariciar la pelusilla que se sugiere sobre su labio inferior o besuquear su rostro sonrosado, desde la rotunda uniceja -techo de sus ojillos vivaces-, hasta la sugerente papada coronada por un leve hoyuelo en la barbilla.
He tenido que soportar largas horas de penitencia, con el trastorno provocado por cada una de sus visitas, ataviada con ese vestido de terciopelo negro… ¡Ay, Dios Todopoderoso! Menudo mal trago. Menos mal que sus recogidos en moño escondían una frondosa cabellera azabache: una de mis más absolutas debilidades ocultas. Sin embargo, al dejar al descubierto sus robustos brazos y los graciosos pliegues de su piel sobre el escote de encaje, me resultaba imposible no sucumbir a miradas lascivas y descaradas, pese a mi cometido en esta institución.
Por eso he preferido este medio para trasladarle mi ardor por usted y me pongo a su disposición para que reclame mi presencia en su castillo lo antes posible y así poder embriagarnos con nuestras respectivas fragancias extracorpóreas. Suspiro. Suspiro porque no me hallo, porque ya no sé cómo salir de esta cárcel divina sin bajar directamente al infierno.
Por Dios se lo pido. Por ese mismo Dios al que prometí fidelidad eterna… Sáqueme de aquí antes de que la madre superiora se dé cuenta de mi desasosiego extremo.
Siempre suyo mi corazón:
Sor Enriqueta         


Carta a vosotros, masculino plural.

Estimados pupilos:
Se dirige a vosotros una servidora para transmitiros mi más sincera y absoluta repulsa hacia la forma que tenéis de aparecer en mi vida. Empiezo por ti, el Rolls Royce de la manada; el más imponente, con su rotundo embalaje propio de una especie dominante. Te instalas con vanidad y me haces creer que ha aumentado mi aparente atractivo.
¿Y tú? Ése que aparece de improviso. Casi sin que se note...Y que te adhieres a mí como una pequeña lapa. Eres al que solo quiero como amigo...¡Qué digo! ¡Ni como amigo!
¡Eh! ¡Oye! ¿Y tú? ¿Y tú qué? ¿Piensas que te libras porque escondes tu maldad bajo un manto de misterio? Como rodeado de una calígine propia del espacio que ocupas.
Y el resto... ¿Os creéis que por haber llegado más tarde os vais a librar de mi crítica? Pues no.
Más pequeños o más grandes, con envoltorios distinguidos u ocultos entre flecos de hippie, sois todos iguales: indolentes, cobardes, egoístas, hipócritas sin escrúpulos.
Entráis en mi vida sin pedir permiso, interferís mi paz interior, tambaleáis los cimientos de mi existencia. ¿Os creéis con derecho a esta engreída usurpación del espacio vital?
Mi único objetivo con esta misiva es advertiros que no pararé hasta erradicar vuestra maldita existencia. Porque yo no soy la única que sufre esta invasión de energúmenos carentes de espíritu.
A vosotros, quistes y pólipos que deformáis mis pechos y útero, os reto a desaparecer.
Con toda mi acritud:
       La mujer más valiente del mundo      

martes, 12 de noviembre de 2019

Patricia Fabiana Collazo: el arte de atrapar un cuento


Patricia Fabiana Collazo

En el blog tenemos el gusto de contar con la visita de una escritora multipremiada en el ámbito de la microliteratura, Patricia Fabiana Collazo cuya pasión por la escritura, por inventar mundos y encontrar algo nuevo, se remonta a la niñez y la ha llevado a recibir más de ochenta premios, publicar dos libros y poner en pie, para que las recibamos con aplausos,  a sus letras, siempre en busca de una historia que contar. Pero nadie mejor que ella misma para hablarnos sobre su proceso en el arte de juntar palabras:
Mi proceso creativo
Creo que la mejor descripción de mi proceso creativo está en el texto que adjunto (resumido)  a continuación y que forma parte de mi libro Sinestesia general:

Instrucciones para construir un atrapacuentos
Se toma una hoja blanca con renglones barrotes, y una puerta en el margen superior. La disposición de los barrotes resulta adecuada si no se quiere advertir de la maniobra al cuento en cuestión.
Se desgranan unas letras a modo de migajas, desordenadamente. Es importante no mantener un patrón, ni un diseño estructurado.
Se silban melodías inexactas apoyando los labios en un doblez aleatorio del papel.
Se invocan pensamientos absurdos, imágenes fuera de lugar, soles revueltos con cuchara, pájaros en una jaula sin rejas, árboles de raíces invertidas.
La clave de un buen atrapacuentos radica más en su utilidad que en su diseño. Por eso, a la hora de ensamblar el aparato, todo vale. Imanes para atraer ideas metálicas, pegamento de secado instantáneo, lombrices enroscadas, suelos falsos que no puedan ser advertidos a la distancia, y hasta anuncios encabezados con el vocablo recompensaré.
(….) Se recomienda alternar la construcción de atrapacuentos, con paciencia. Darle celos al (relato) rebelde escribiendo un cuento dócil, que se deslice sin objeciones entre los barrotes; y en el momento más inesperado, girar la cabeza de golpe.
Seguramente estará allí, mirando curioso sobre el hombro, el devenir de otra historia. Y será el momento de enlazar su cuello, tenderlo de espaldas y hacerle cosquillas, o maniatarlo, o sacudirlo en el balcón sosteniéndolo firmemente.
Después, sólo es cuestión de saberle mostrar una cinta que romper al final de la hoja. Una meta inexcusable a la cual más tarde o más temprano necesite llegar, para rasgarla con los brazos en alto, y echarse a descansar en un terreno en el cual, ya se hará inalcanzablemente ajeno, otra vez.


Algunos micros:

Excluidos
Por qué demonios sus dueños los han abandonado en ese inhóspito lugar, se preguntan. Uno, retenido en el bolsillo trasero de un jean que ha quedado derramado sobre la silla. El otro, en el interior de un atiborrado bolso de chica. Cargados de mensajes, vibrantes notificaciones, parpadeantes e irascibles, no pueden concebir no haber sido mirados, acariciados, atendidos, durante más de tres horas. Y ni siquiera es de noche. Inaudito. No comprenden el runrún de murmullos, risas, voces deslizantes que se entrecruzan sus dueños, a cara descubierta, sin pantallas ni emoticones de por medio. Absurdo. Como recurso extremo,  se intercambian llamadas.  Pero, y esto sí que termina por desmoronarles, han sido silenciados.
Sinestesia general (2019)

Reglas de puntuación
Deja unos puntos suspensivos bien visibles para que él sepa que está harta de que esquive sus guiones de diálogo.  
Cuando le deja unos paréntesis, él sabe que le está dando una tregua de signos de exclamación sin interrogativos.  Si le deja un dos puntos, que le dirá algo importante; y ante una hilera de comas, que habrá tediosos reproches enumerados.
Estos son sus primeros puntos suspensivos. Espera ansiosa que él le susurre algo entre comillas, le erice los puntos y comas y la obligue a perdonar. 
Pero él no lo hace. Ha preferido interpretar el mensaje como un triple e irrevocable punto final. 
Sinestesia general (2019)


Repostería para hombres
Nos dejaron sin magdalenas, dijo el abuelo cuando clausuraron el puticlub de las afueras. Yo, que siempre me preguntaba qué venderían en aquel sitio lleno de lucecitas en pleno día, al fin lo entendí: era una repostería para hombres. Las mujeres del pueblo nunca entraban allí. Solo unas chicas, que serían las reposteras. Imaginé que elaborarían bollos bien masculinos: churros, porras, vigilantes. Una pena que lo cerraran. Sobre todo porque yo sospechaba que papá llevaba encerrado allí como cuatro meses, y era posible que no se hubiera enterado de que la policía (por aquello de que fabricaran porras y vigilantes) había clausurado el local.
Inédito

Las croquetas de la tía
A seguir viendo la tele nos mandaron a los niños cuando a la tía Filomena se le dio por morirse. Estaba haciendo sus famosas croquetas, y cayó desparramada con la cuchara de madera en la mano, dejando un reguero de bechamel alrededor. Chispas lamió cada gota, mientras los adultos intentaban reanimarla. Inútil, estaba claro que había muerto. De ninguna otra manera hubiera ella dejado de revolver la bechamel. 
¡Irnos a ver la tele con lo interesante que estaba aquello! La sentaron en su silla mientras discutían no sé qué de la pensión. La tía no opinaba, pero sus ojos fijos en la cazuela humeante, lo decían todo.
Inédito

Una pequeña historia autobiográfica:
Cuando siendo pequeña me preguntaban qué quería ser de mayor, y yo respondía que sería escritora, recibía en general miradas de sorpresa y sonrisas condescendientes.
Los años, la vida, pusieron las cosas en su lugar. Me convertí en escritora estudiando informática. Combiné ecuaciones diferenciales y relatos, derivadas matemáticas e historias con derivaciones, bytes y palabras, bits y vocales.
Siendo ya Licenciada en informática fui a por las letras con determinación. Por suerte, en ese momento, apareció en mi vida mi profe Ana y sus talleres Antimusa.
Y aprendí, cuánto aprendí durante más de diez años de encuentros semanales y muchos cuadernos repletos de historias.
En el 97, me decidí a autopublicar mi Intermediarios abstenerse, un libro de relatos que me dio muchas alegrías.
Luego vino el salto a España en el 2002, el aterrizaje, la inmersión en el español, las comparaciones inevitables con el argentino que siempre había escrito.
En el 2014, a raíz de que seleccionaran como finalista semanal el primer relato que envié al prestigioso concurso de Relatos en Cadena (referente para todos los microrrelatistas), me decidí a ir a por todas.
Tres finales anuales de Relatos en Cadena después, habiendo sido premiada desde entonces en más de setenta concursos literarios, mimando siempre mi blog (laletradepie.com), se edita mi libro de microrrelatos Sinestesia general gracias a la confianza que ha depositado en mí la editorial Platero Coolbooks.
¿El futuro? El futuro nadie lo conoce, pero intuyo que el mío tendrá nuevas historias, más desafíos, una novela, otros libros, pero sobre todo muchas letras que tozuda e irremediablemente seguiré poniendo de pie.
 
¿Qué por qué escribo? 
Escribo porque tengo tantos mundos en mí que, si no los pusiera por escrito, se me olvidarían o terminarían aplastándome.


Bitácora personal de la autora:

La letra de pie

Último libro publicado:

 Sinestesia general

Sinestesia General

lunes, 28 de octubre de 2019

Patricia Nasello: Escribir es internarse en el sortilegio de una nueva historia


 Hoy tenemos el honor de recibir en el blog, como autora invitada a Patricia Nasello, una excelente escritora, con una trayectoria en el campo de la  microliteratura reconocida y varios libros públicados.

Patricia nos habla de su proceso creativo con estas palabras:

Según reza el refrán, dentro de todo lector empedernido duerme un escritor que puede, o no, despertar. Cuando la escritora que dormía en mí despertó, lo hizo con un afán de explorador. Quiso descubrir qué se encontraba más allá de esa palabra tan sugerente, de esa línea, de esa idea.  Y cuando esa idea tomó forma de cuento deseó mirar más allá, internarse en el territorio desconocido, en el sortilegio de una nueva historia. No uso la palabra sortilegio de forma inocente. Todo escritor, toda escritora, es el Gran Hechicero, el que da forma, y ordena, el caos de su ficción.
Como quien recita un encantamiento, así escribo. Para traer al presente lo pasado, para materializar lo perdido, para detectar qué se halla detrás de la apariencia; expresar una opinión, jugar con la imaginación, o efectuar un homenaje. Tengo para mí que quien escribe, en última instancia, siempre lo hace para celebrar la vida. Porque, sin importar cuán duras sean las circunstancias, la vida siempre es una oportunidad. Escribir es cazar esa oportunidad. Y también casarse con ella.

Cuatro Microrrelatos de Patricia Nasello 

Paz

La guerra líquida, según fue apodada, tan sucia  como todas las que le antecedieron pero más cruenta que ninguna, finaliza. Los sobrevivientes, unos pocos hombres que ahora se piensan infinitamente poderosos, cumpliendo el acuerdo de palabra con el que sellaron el enfrentamiento fratricida, narcotizan los mares —único modo de atraparlos— y los parten, y reparten, y secuestran lo partido y repartido en sendas cajas fuertes. Bajo el peso de los bloques de cemento que guardan las cajas y su contenido precioso, bajo latas oxidadas, trozos de nailon, colillas de cigarrillos y rocas partidas por la inclemencia del desierto que se expande; bajo los huesos pulverizados de los muertos, la madre tierra suplica como un mendigo:
—agua, por favor.

Nosotros somos eternos (2016)


Retrato de mujer con esperanza

Cuenta el número de paquetes de regalo, nietos, cubiertos en la mesa, portaservilletas con la cara de Papá Noel y porciones de helado. Observa el pino, cargado, sobrecargado, con las luces y los adornos típicos de la ocasión.  Roza con los dedos el mantel blanco de hilo paraguayo que su madre usaba cada 25 de diciembre y se sienta a esperar el arribo de la familia.
De no saber lo que sabe, sería feliz.
Sabe  que ella es un personaje de ficción.  Sabe que un personaje de ficción nunca traspasa su mundo imaginario. Sabe, por lo tanto, que este anhelo entrañable de ver a los suyos vivir la Navidad más allá de estas líneas se encuentra condenado a la frustración. Sin embargo, la esperanza es una perra que nunca suelta la presa.

Una mujer vuelta al revés (2017)


Otra bestia predecible

El ocekaral es tuyo porque surgió de tu mente. Sin embargo, no se trata de un fantasma: la criatura es real. Y ese atractivo felino con el que te seduce, una trampa. Cierta noche, una noche que su zarpa ya fijó con una muesca de sangre en el calendario; el departamento en el que transcurren tus días, será jungla. Él abrazará tu cintura con su cola y saltará elevándote entre las ramas olorosas a flores tropicales. Su corazón latirá en tus labios y en tu gozo creerás, por una vez en la vida, contemplar el mundo desde su punto más alto.
Pero el mundo se nublará para tus ojos y… no llores. Deberías considerarte bendecida, otros padecen una muerte violenta sin haber disfrutado antes.

Qué buen disfraz de leona (2019)


Instrucciones para ser un buen perro

Usted no es ese gorrión que caza insectos  entre las tomateras, tampoco es el canario de la casa;  mucho menos el puma que sabemos en la espesura del monte. Comprenda,  entonces, que nadie entiende este delirio  suyo de libertad, de canto, de vuelo.
La sumisión al amo no es una cualidad inherente a su especie como muchos suponen, sin embargo, una vez que haya renunciado a este enajenamiento en el que ahora vive, tal cualidad le será dada por añadidura. Y  lo acompañará,  irreprochable, hasta el día de su muerte.
Inédito







 Magíster en Escritura Creativa por la Universidad de Salamanca (USAL) y Contadora Pública por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Su último libro es una micronovela titulada Acabemos con ellos de una vez, (Alción, 2019); también publicó los libros  de microrrelatos Qué buen disfraz de leona (Micrópolis, 2019), Una mujer vuelta al revés (2017, Macedonia), Nosotros somos eternos (2016, Macedonia) y El manuscrito (2001, edición de autor).

Participó en antologías, periódicos y revistas culturales (soporte papel) en Argentina, México, España, Perú, Rumania, Venezuela y Bolivia.

Trabajos suyos han sido traducidos al francés, italiano, rumano e inglés.

Desde el año 2013 administra Piedra y nido antología digital de minificción (más de trescientos escritores  publicados de veintisiete países) 

Desde diciembre de 2018 tiene a su cargo la columna "Efemérides literarias" en Tardes Amarillas, revista de cultura.

Bitácora personal: 




lunes, 14 de octubre de 2019

Siete micros de compañeras en homenaje al día de las escritoras

El Tiempo no miente


El tiempo se cruzó en mi camino, llevaba los  brazos entrelazados a la espalda y un paso marcado: "¡Secretos!" dijo, parándose frente a mi cara, para luego desaparecer. De pronto, me vi rodeada de máscaras tiradas por el suelo frente a un grupo de personas desconocidas con las que había compartido toda una vida.



Carlos III, solera reserva

Llevo tres mudanzas y en cada una de ellas he perdido algo. Objetos que en principio no echo en falta, hasta que la costumbre me lleva a ellos. Esta vez olvidé una botella y no una cualquiera, porque ésta contenía a mi padre.a Cada vez que la abría, viajaba a su lado. El aroma del brandy me llevaba hasta él, en el momento en que  balanceaba la copa en su mano, y un olor a madera y a fruta invadía el salón. Le recordaba preciso sirviendo el licor; me divertía ver cómo tumbaba la copa y dejaba el líquido suspendido en el borde…

Arropado en la calidez de su cuerpo y acariciado por su dulce aliento, me dejaba vencer por el sueño y la ensoñación.


Cotidiana anormalidad

Que se muevan los muebles de sitio, sin que yo los toque, no me impresiona. Tampoco que, de pronto, escuche gritos o risas extemporáneas en mitad de la noche. Yo no creo en fantasmas. Por eso, que aparezcas danzando, tras años muerto, lo veo del todo  lógico. No en vano eras el mejor en la pista de baile.  

María José Viz Blanco



Un trago amargo

Tumbado en la arena de la playa, Ernst sondea, con la ayuda de una vara, el sitio marcado; cuando topa con algo metálico, aparta la arena que tapa la mina, luego con sumo cuidado desenrosca el tapón y la desactiva. Recuerda sin cesar las palabras del sargento danés: «Hay miles de minas enterradas en esta playa, minas que colocaron vuestros compatriotas; ahora os toca a vosotros desenterrarlas.»
A los cinco meses, la playa estaba limpia. De los catorce presos alemanes, adolescentes y niños, que empezaron la tarea, solo quedaron cuatro.

Ginette Gilart

El andén


Hace un rato que me tiene usted hartita, caballero. Desde que llegué no deja de hacerme preguntas. Si soy de aquí, que donde voy... Escrutando mis ojos, ya llevo yo gafas oscuras para no dejarle penetrar mi pupila. No insista en contarme su dedicación a los niños, a las plantas, el milagro de la fotosíntesis ni de los maravillosos amaneceres desde su balcón; nada de eso me interesa, sólo, cuando esté llegando, tenga usted la bondad de apartarse. He de ser rápida y certera, no desviarme ni un centímetro, para que mi cuerpo sea totalmente aplastado por las ruedas.



Yo me bajo en Atocha

Que dice el señor del altavoz que debido a una avería en la red eléctrica, los trenes están sufriendo demoras en la línea que va a tu casa. Y que tal vez por eso, cada vez tus besos tardan más y cuando llegan ya no saltan chispas.
Molesten las disculpas.

La Pulsera

Robé el billete de veinte euros de la cesta cuando el padre Ángel no miraba. Lo necesitaba para comprarle una pulsera a Amanda mucho mejor que la que le había comprado Guille. Faltaba un día para su cumpleaños y yo llevaba un mes rogando que un billete de veinte euros estuviese al alcance de mi mano.