lunes, 19 de febrero de 2018

Dos poemas de María José Triguero Miranda

Amor más allá del fin

Cuando la tierra se convierta en hielo,
cuando el calor del sol se haya agotado
y las estrellas se hayan apagado,
cuando ya ni siquiera exista un cielo.

Cuando sólo aflicción y desconsuelo
conformen los recuerdos del pasado
y todo lo que ayer hemos amado
se convierta en la sombra de un anhelo.

Cuando no quede un mísero suspiro
con que aliviar tanta melancolía,
tanto dolor, tan vasta pesadumbre,

subsistirá mi voz como testigo
del querer que por ti en mi pecho anida.
No extinguirá mi corazón su lumbre.

©M.J. Triguero 2018

Imagen de Internet


Ausencia

Contemplo de mi vida los retazos
que me dejó tu amor con su partida.
Reúno las migajas de mi vida,
por tu terrible ausencia hecha pedazos.

A tientas busco el hueco de tu abrazo
en el abismo de mi cama herida,
desangelada, fría, árida, esquiva,
triste sin el consuelo de tus brazos.

¡Cómo mi corazón desesperado,
al borde mismo de mi boca ardiente
grita tu nombre preso de locura!

No  pidas a un caballo desbocado
que aplaque sus arrestos  de repente
y cambie su delirio por cordura.

©María José Triguero

Imagen de internet

Ausencia



Ausencia

Contemplo de mi vida los retazos
que me dejó tu amor con su partida.
Reúno las migajas de mi vida,
por tu terrible ausencia hecha pedazos.

A tientas busco el hueco de tu abrazo
en el abismo de mi cama herida,
desangelada, fría, árida, esquiva,
triste sin el consuelo de tus brazos.

¡Cómo mi corazón desesperado,
al borde mismo de mi boca ardiente
grita tu nombre preso de locura!

No  pidas a un caballo desbocado
que aplaque sus arrestos  de repente
y cambie su delirio por cordura.

©María José Triguero

Imágenes de Internet

domingo, 18 de febrero de 2018

María José Viz Blanco

Hoy vamos a hablaros de María José Viz Blanco, una escritora oriunda de Pontevedra (Vila de Cruces) y coruñesa de adopción, cuya pasión profesional (bibliotecaria) y vocacional (escritora) la mantiene siempre cerca de los libros y su labor creativa.

Nos cuenta María José que comenzó a escribir tarde, porque se veía más como lectora que como escritora, pero con el auge de las nuevas tecnologías y el descubrimiento de páginas de escritura se animó a intentarlo, sobre todo después de haber probado suerte antes con los periódicos a los que enviaba cartas semanalmente a la sección Cartas al director. Al ver que sus cartas tenían bastante aceptación y eran premiadas con frecuencia comenzó a adentrarse, poco a poco, en el mundo literario hasta llegar a la publicación de su primer libro: Creaciones Mínimas, cuya buena experiencia la llevó a repetir con el segundo Instantes Hallados, en cuya presentación se halla inmersa actualmente.

María José se muestra siempre cercana al público, como podemos ver en los vídeos de sus presentaciones, y ha accedido a contarnos su experiencia acerca del proceso creativo y la publicación; temas de los que se habla muy poco y que son de tanto interés para los escritores noveles, que se adentran, casi de puntillas, y pidiendo disculpas, en el campo literario en el que hay tantas y tan buenas plumas que resulta, cuando menos heroico, atreverse a incursionar.

Reproduzco aquí  íntegramente la entrevista. Muchas gracias, María José, por tu buen hacer y por tu disponibilidad. ¡Te deseamos y auguramos muchos éxitos literarios!!

Ah, y si tenéis ocasión de pasar por Galicia, o queréis saber más de su obra, no olvidéis que el próximo sábado día 24 de febrero tendrá lugar la presentación de su último libro: Instantes Hallados en la librería Cronopios de Santiago de Compostela.



                  

  1. María José, a la hora de enfrentarte a la publicación de tu libro ¿Qué te hace decidir sobre una editorial u otra?

Para explicar esta cuestión tendría que remontarme a mis primeras participaciones en concursos de editoriales modestas, cuyo premio consistía, básicamente, en ser incluida en una antología. Son más de veinte las obras colectivas  de este tipo en las que figuran obras mías. A la hora de decidirme por una editorial para publicar mi primer libro me detuve a valorar la profesionalidad, el esmero en la edición y otros datos como la calidad del embalaje en los envíos (parece una cuestión baladí, pero para mí no lo es, en absoluto. De ello dependía, muchas veces, que los pudiese recibir sin problemas). Todas estas cualidades las reunía Ojos Verdes Ediciones, que es una editorial muy joven. De hecho nació en 2015. Cuando yo comencé a tratar con su editor, David Nondedeu, estaban en sus comienzos profesionales.

2-¿Cómo se enfrenta un escritor novel a la corrección de lo escrito? ¿Contabas con lectores beta? ¿Qué opinas de la figura del corrector literario?

Para contestar esta pregunta, Manoli, debo diferenciar la experiencia con cada uno de mis dos libros.  Con Creaciones mínimas, al ser una  “coedición” (en términos empleados por la editorial) y estar incluida la corrección ortotipográfica de la obra, dentro de las condiciones del contrato, yo decidí que la editorial sería “mi lector beta”. Sin embargo, en el caso de Instantes hallados, que ha sido una publicación íntegra de Ojos Verdes, en la que debía enviar la obra ya corregida y revisada, decidí que la leyesen tres personas de mi confianza y, tuve en cuenta todas esas lecturas, para elaborar el texto final.
A modo de resumen de las tres preguntas que me haces, pienso que un escritor novel debe asumir que va a cometer muchos fallos inconscientemente y que es necesario que otros ojos lean, de la forma más neutra posible, sus textos. Por otro lado, seguir ciegamente los consejos dados por  un corrector puede resultar negativo, ya que no deja de ser un único lector, entre todos los que pueden leer la obra. Es una opinión cualificada, pero no deja de ser una visión parcial, insisto.

3-¿Qué respuesta has obtenido de los libros que has publicado?

Hasta ahora, mucho cariño. Mi familia, mis amigos de toda la vida, la gente que me conoce de hace años no me ha fallado. Se ilusionaron con mi primer libro, como si lo hubiesen escrito ellos, jajaja. Fue precioso. Y cuando comprobé que me dejaban comentarios en la página de Ojos Verdes y en Amazon, lectores que no me conocían, me hizo pensar que mi obra podía llegar a otras personas y hacerlas disfrutar con lo que había creado. Con mi segundo libro estoy todavía en la fase de divulgación, pero ya he tenido una experiencia maravillosa, con gran éxito de asistencia, el pasado 27 de enero, día de la primera presentación en A Coruña. Aprovecho, desde aquí, para agradecer a todos el apoyo, tanto presencial como virtual.

4- ¿Qué opinas de la literatura actual? ¡En algún momento reflexionaste sobre si el contenido o el estilo del libro encajaba con las tendencias actuales?

Siempre se habla de lo deprisa que va la vida, hoy en día. De que la inmediatez y el deseo de acabar pronto, nos lleva a no detenernos  en nada. Eso creo que ocurre con la literatura, también. Si ya los políticos (salvo excepciones) tienden a hacer discursos muy breves y alguno solo se comunica a través de Twitter… La Microliteratura (el género que yo trabajo) está de máxima actualidad. Sin embargo, yo no he elegido escribir micropoemas ni microrrelatos dejándome llevar por una moda. Mi gusto por lo escueto y preciso me viene desde niña. Recuerdo con placer los Epigramas, del autor latino Marcial (del siglo I d. de C.) o el libro Azul, de Rubén Darío. Lecturas ambas de hace muchos años y que traigo a colación como muestra de que siempre me ha gustado lo breve.

5-Cómo definirías tu experiencia literaria.

Yo soy una escritora tardía. Aunque escribí redacciones en el colegio que gustaban mucho y algún que otro poemita con los pájaros como protagonistas, yo no me he atrevido a escribir más en serio hasta el año 2015, debido a la profunda admiración y respeto que siempre he sentido por aquellos escritores y escritoras brillantes que nos ha dado la Historia. Nunca he considerado que yo pudiera “codearme” con ellos en el anaquel de una librería. Sin embargo, comencé enviando Cartas al Director a la prensa española y, al ver que se publicaban, pensé que, quizás, tenía algo que aportar a este mundillo literario.

6-Qué evolución dirías que has tenido desde tu primera publicación a la segunda?

Pues, a pesar de que solo ha transcurrido un año de una a otra, pienso que he evolucionado mucho. En Creaciones mínimas no me atreví a integrar las partes que la componían. Separé en apartados la micropoesía, los microrrelatos y las Cartas al Director. Sin embargo, tenía claro que Instantes hallados debía ser una obra integral, con las partes unidas con armonía, buscando un efecto de conjunto. Y si añadimos la magnífica aportación de las maravillosas ilustraciones de mi hermana Margarita, pienso que el resultado global es bello. De todos modos, son los lectores los que dirán la última palabra.

7-Una vez que el libro está publicado cómo te organizas para las presentaciones ¿Supone un gasto extra para el autor o cuentas con el respaldo de las editoriales?

Ojos Verdes Ediciones tiene su sede en Alicante. Lejos de mi Galicia. Yo sabía que, si se hacían presentaciones de mis obras, sería yo la que tendría que ocuparme de ello. Pero no me ha importado. Al contrario, esta libertad que tengo para promocionar mis obras, me ha hecho ilusionarme con cada detalle.  Si alguien piensa, por otro lado, que no va a suponer un gasto extra para el autor, está muy equivocado. Pienso que hay que tener claro si uno publica pensando que va a recuperar el dinero empleado o si lo que quiere es cumplir su sueño, compartir sus letras con los lectores, aún a sabiendas de que esto no es un negocio rentable, ni mucho menos. Diría más, los autores “famosos” también tienen difícil vivir de la literatura… ¡y nosotros somos escritores noveles!

8-¿Suelen confiar los editores en el autor para su segunda publicación o sientes que hay más presión para las segundas obras?

En mi caso, la segunda obra se publicó, precisamente, por la confianza depositada en mí, por parte de David Nondedeu. Cuando me rondaba la idea de la obra, mucho antes de perfilarla por escrito, le comenté a él que tenía ganas de llevarla a cabo. He de decir, con orgullo, que aceptó publicarme de inmediato, solo por el hecho de que le había gustado mi primera obra y por valorar mi manera de escribir. Por eso, para mí era una gran responsabilidad no fallarle. Pero, en ningún momento me ha presionado. Eso sí, cuando estábamos con la promoción del primer libro, me dejaba caer, con bromas, que me pusiese con otro… Dicho sea de paso, la relación con mi editor, a pesar de la distancia geográfica, ha sido siempre excelente.

9-Es difícil vivir de la literatura, pero en ese sentido ¿los libros suponen una gran inversión? Quiero decir si está al alcance de la mayoría publicar, independientemente de las posibles ganancias que puedan (o no) generarse con la publicación.

Hoy en día, cualquiera puede autopublicarse. Es sabido que Amazon permite hacerlo. Pero otras editoriales pequeñas también lo llevan a cabo, aunque con unos costes (asumibles para la mayoría de las economías). Desde luego, no debemos pensar en las ganancias cuando escribimos. Es tan poco el margen libre para el autor que las cantidades recibidas, tras unas buenas ventas de ejemplares, son, si me lo permites decir, ridículas. En resumen, no se requiere mucho dinero para ver realizado el sueño de ver tu obra publicada, pero tampoco se consigue recuperarlo. Lo que se logra es satisfacción al constatar  el cariño de los lectores; son las cosas inmateriales las que, en mi caso, lo compensan todo. Simplemente, el autor o autora debe pensar qué prioridades tiene en la vida, nada más. Y que se olvide del tema enriquecimiento, jaja.

10-Muchos autores noveles tienen expectativas sobre su obra que posteriormente no se cumplen ¿cómo defines tu experiencia al respecto?

Yo no me he llevado ninguna decepción, en este aspecto. Tengo mente soñadora pero, al mismo tiempo, los pies en la tierra. Mi deseo siempre ha sido compartir. Y la oportunidad de oro que brinda la publicación para que puedas llegar con tus creaciones a otras personas es algo impagable. Yo no me arrepiento de ninguno de los pasos que he dado para cumplir mi sueño. Invito a todos los que lean esto, que luchen por hacerse visibles.  Se atribuye a García Márquez la frase: “Escribo para que me quieran”. Ese es mi caso, ni más ni menos.


Quiero agradecer tu gran generosidad, Manoli, al hacerme esta entrevista. Espero que mi experiencia pueda resultar interesante a otros escritores y escritoras noveles. Un fuerte abrazo.

Los agradecimientos son nuestros, María José. Muchas gracias por contar a los lectores del blog tu experiencia literaria. Abrazo grande y suerte en todos los proyectos literarios que emprendas ¡estaremos al tanto de ellos!





Creaciones Mínimas (Ojos Verdes Ediciones)


Instantes Hallados (Ojos Verdes Ediciones)



Entrevista realizada por: Manuela Vicente Fernández





lunes, 12 de febrero de 2018

OÍDO: Tic-tac

Título: Tic tac
Según el magazine STARVIEWERTEAM de diciembre de 2017, "Nuevos estudios demuestran que el tiempo es una consecuencia del Entrelazamiento Cuántico".
starviewerteam.com/Magazine Diciembre 2017
Espera un poco. Para el reloj. No soporto ese eco pertinaz en el silencio de la noche taladrando mis oídos, anunciándome que el tiempo pasa sin remedio, cruel, sin compasión.
El tiempo voló raudo mientras caminábamos con las manos enlazadas. Pero qué lentos transcurrían los minutos en el hospital, a punto de tener a nuestra hija. Y siempre ese reloj en la pared. El reloj de esfera blanca que me acompañó en momentos clave de la vida, cuando los silencios pesaban más que las palabras y el tic-tac tenía presencia propia, más que los actos que se desarrollaban.
¿Por qué siempre habrá un reloj en los momentos cruciales, que te anuncia que el presente en realidad no existe porque es imposible de abarcar?
Un poco más de tiempo me habría bastado para responder airosamente el cuestionario y superar la oposición. El reloj inexorable en la pared, con su inoportuno tic tac, me impedía centrarme en hallar las soluciones.¡Lástima llegar tarde a donde debía comprar el regalo para mi hija en su fiesta de cumpleaños! Y todo por un maldito atasco. El reloj del coche me informaba perversamente.
Nunca pude tomar el tren a París para dar el adiós definitivo a mi buen amigo. El blanco reloj de la estación se reía en mis narices mientras el tren partía irremisiblemente.
Mi corazón adolescente se desgarró cuando asistí por primera vez a la representación de la tragedia. Qué sublime acierto, la paradoja de otorgar un papel crucial a un asunto tan trivial como la aciaga concatenación de los sucesos en el tiempo. Entonces pensé: "¡Lástima, ojalá Romeo hubiese conocido el ardid de Julieta antes de tomar la pócima junto a la tumba de su amada, creyéndola muerta!". En mi paranoia comparo la situación con mi utópica pretensión de encajar los hechos en el tiempo a voluntad, ¡estúpida ilusión! como si por disponer de algunas horas más pudiese lograr que te quedases conmigo.
©María José Triguero Miranda
Imágenes de Internet



La época de los almendros en flor

Nunca la olvidaré. Mi madre me dejó a su merced valiéndose de mi inocencia. Se llamaba Virtudes. Me engatusó mostrándome un bello almendro florecido en su jardín, del que teóricamente en un momento empezarían a caer flores tan brillantes como estrellas. Me quedé tan embelesada mirando hacia arriba el extraordinario espectáculo de flores níveas sobre el fondo azul del cielo, y envuelta en aquel fragante olor a miel, aguardando con ferviente ilusión a que se obrase el prodigio, que no me percaté de que mi madre aprovechó la ocasión para marcharse.

Ahora, al cabo de tantos años, el olor de los almendros florecidos aún  me devuelve aquel recuerdo y el sufrimiento infligido a mi candidez me provoca una sonrisa melancólica.

© María José Triguero Miranda.
Foto de mi autoría.



Los pliegues de la memoria


La memoria es selectiva. Tendemos a arrinconar lo que nos hiere. Pero los sentidos también recuerdan y un leve vislumbre puede avivar momentos olvidados clave de nuestra vida. Sucedió una tarde invernal, volviendo a casa tras las últimas compras navideñas. En el autobús atestado de gente se mezclaban voces y olores de la más variada gama. De pronto un perfume característico se abrió paso entre  los demás efluvios invadiendo mi conciencia y despertando vivencias dormidas desde hacía más de  treinta años. Un río de lágrimas brotó de mis ojos y un sudor frío cubrió mi frente.

El entorno se transformó en una vorágine que me engullía arrastrándome lejos en el tiempo, hasta aquella exigua habitación en la sacristía de la parroquia. Aquel calor a las cuatro de la tarde era antinatural a finales de mayo. Las niñas que tomaríamos la primera comunión el sábado siguiente esperábamos nerviosas, pasando de una en una, para superar la prueba de conocimientos sobre nuestra fe católica, que debía verificar el cura párroco, don Matías, el hombre cuya mano solíamos  correr a besar en señal de respeto, esa mano suave, cálida, delicada, casi paternal,  mano que olía a lavanda inglesa de Atkinsons,  distinguida fragancia que  yo no identifiqué  hasta mucho después. El examen versó sobre cuestiones de rigor que todas habíamos preparado a conciencia… y en algo más, una exploración tortuosa, obscena, pérfida, que primero no comprendí  y luego me quemó cual hierro candente grabándose sobre mi tierna piel infantil. ¡Oh Dios y cómo dolía!, tanto que mi instinto de supervivencia decidió alguna vez relegar tan amarga experiencia a lo más recóndito del subconsciente. Ahora, ese olor a lavanda, salvia, almizcle y bergamota, esa fragancia que reconocía,  me devolvía al abismo del terror.

-¿Se encuentra bien? -oigo voces inconexas, voy recobrando la conciencia. -Sí, sí, gracias, son muy amables, me he debido de marear…  el calor, el estrés, tanta gente... creo que bajaré aquí.


© María J.Triguero Miranda.
 Imágenes de Internet

sábado, 10 de febrero de 2018

Sigma blues

Mamá cosía. Desde bien temprano en la mañana, oíamos el ruido de su máquina de coser. Cosía los pantalones de trabajo de nuestro padre, los agujeros de los calcetines, los rotos de los bolsillos de los abrigos, los fondos de los pantalones que nos quedaban largos pero, sobre todo, mamá cosía vestidos y trajes para sus clientas. Telas finísimas y muy caras, que nos dejaba acariciar a Marlen y a mí: "¡Mirad, niñas, qué sedas! lo bien que os sentarán cuando crezcáis y yo os haga vuestros vestidos para lucir el día en el que os graduéis".
Aún ahora, treinta años después, cuando llega el silencio de la noche, me parece oír cosiendo a mamá, que no llegó a confeccionar nunca nuestros vestidos de graduación, porque Marlen y yo nos fuimos, contratadas como acróbatas de circo para bailar en la cuerda floja, poco tiempo después de que el hilo que sostenía la vida de nuestra madre se quebrase, y papá vendiese su máquina de coser

Manuela Vicente Fernández ©

Fuente de la imagen: /www.anuncioneon.es

Clariesencia

Escribiendo con los cinco sentidos: Olfato.

Clariesencia

_ ¿Imaginas lo maravilloso que sería que pudíeramos  regalar tiempo? Así, metido en su pequeña caja... con su lazada y todo...  ¿Y  que quien lo reciba pudiera  usarlo sólo en  aquello que le hiciese feliz? Yo lo invertiría  en  pasear por los campos de lavanda y dejarme envolver por su olor.  Seguro que si aprendiesemos a usar más el corazón, lo conseguíamos- me decía  mientras me apapachaba en su regazo.

Hoy te he vuelto a sentir y me ha  invadido  ese  olor a lavanda que siempre me recuerda que no estoy sola y  que debo ser feliz, por mí.

©Orgav
Derechos de autor sobre el texto.

Imagen sacada de Google.
Periódico ABC

miércoles, 7 de febrero de 2018

Secretos de alcoba


Hay olores que se quedan adheridos a tus recuerdos y no puedes volver a olerlos sin sentir que viajas en el tiempo al momento en que ese olor se coló dentro de alguna escena. Yo era un niño muy chico cuando sucedió aquello. Recuerdo que me escondí dentro del armario cuando vi que se abría la puerta de la habitación. No me vieron. Ni el abuelo ni Merce, la chica de servicio que venía a planchar dos veces por semana. Olía a naranjas. La abuela ponía sus mondas en los estantes de la ropa, para espantar a las polillas. Yo miraba por la cerradura del armario y veía cosas prohibidas: pechos de mujer enormes, nalgas blancas y redondas, brazos y piernas entrelazados, y al abuelo en medio del lio. Había entrado en su cuarto para buscar la colección de soldados que guardaba en una vitrina, pero ya no volví a jugar con ellos nunca, ni tampoco a comer naranjas.

Manuela Vicente Fernández © 


domingo, 4 de febrero de 2018

Carlos III, solera reserva


Llevo tres mudanzas y en cada una de ellas he perdido algo. Objetos que en principio no echo en falta, hasta que la costumbre me lleva a ellos. Esta vez olvidé una botella y no una cualquiera, porque ésta contenía a mi padre.


Cada vez que la abría, viajaba a su lado. El aroma del brandy me llevaba hasta él, en el momento en que  balanceaba la copa en su mano, y un olor a madera y a fruta invadía el salón. Le recordaba preciso sirviendo el licor; me divertía ver cómo tumbaba la copa y dejaba el líquido suspendido en el borde…


Arropado en la calidez de su cuerpo y acariciado por su dulce aliento, me dejaba vencer por el sueño y la ensoñación.

Autora: Ana Pascual Pérez

Llanto de libertad


Cuando veo mi dolor reflejado en ese cielo lluvioso, me asomo por la pequeña rendija que la ventana de mi prisión me ofrece. ¡Qué cruel ilusión de libertad! Aspiro el olor a tierra mojada que, atravesando mis fosas nasales y deslizándose por todas las cavidades de mi cuerpo, llega hasta ese pequeño habitáculo de mi mente, donde atesoro mis escasos momentos de felicidad.
Imagen libre de derecho de autor, extraída de Pixabay.

El olor de la inocencia

El perfume del jazmín me devuelve las largas noches del verano, los juegos en la calle, los racimos de estrellas en el cielo, las ventanas encendidas que dejaban escapar las melodías de la radio.
Aspiro el aroma de sus diminutas flores blancas. Y blancas se vuelven las risas, las carreras sigilosas del escondite y las canciones que estallaban en la garganta.
El jazminero crecía en el patio de la casa y volcaba sus pétalos desde la tapia a la acera. Nos adornábamos el cabello y seguíamos corriendo.
-¡A dormiiiiir! -repicaban las voces de todas las madres desde el interior, como si se pusieran de acuerdo.
Al amanecer, un puñado de flores albas impregnaba de inocencia la almohada.

Imagen: The Tao of Dana