lunes, 14 de octubre de 2019

Siete micros de compañeras en homenaje al día de las escritoras

El Tiempo no miente


El tiempo se cruzó en mi camino, llevaba los  brazos entrelazados a la espalda y un paso marcado: "¡Secretos!" dijo, parándose frente a mi cara, para luego desaparecer. De pronto, me vi rodeada de máscaras tiradas por el suelo frente a un grupo de personas desconocidas con las que había compartido toda una vida.



Carlos III, solera reserva

Llevo tres mudanzas y en cada una de ellas he perdido algo. Objetos que en principio no echo en falta, hasta que la costumbre me lleva a ellos. Esta vez olvidé una botella y no una cualquiera, porque ésta contenía a mi padre.a Cada vez que la abría, viajaba a su lado. El aroma del brandy me llevaba hasta él, en el momento en que  balanceaba la copa en su mano, y un olor a madera y a fruta invadía el salón. Le recordaba preciso sirviendo el licor; me divertía ver cómo tumbaba la copa y dejaba el líquido suspendido en el borde…

Arropado en la calidez de su cuerpo y acariciado por su dulce aliento, me dejaba vencer por el sueño y la ensoñación.


Cotidiana anormalidad

Que se muevan los muebles de sitio, sin que yo los toque, no me impresiona. Tampoco que, de pronto, escuche gritos o risas extemporáneas en mitad de la noche. Yo no creo en fantasmas. Por eso, que aparezcas danzando, tras años muerto, lo veo del todo  lógico. No en vano eras el mejor en la pista de baile.  

María José Viz Blanco



Un trago amargo

Tumbado en la arena de la playa, Ernst sondea, con la ayuda de una vara, el sitio marcado; cuando topa con algo metálico, aparta la arena que tapa la mina, luego con sumo cuidado desenrosca el tapón y la desactiva. Recuerda sin cesar las palabras del sargento danés: «Hay miles de minas enterradas en esta playa, minas que colocaron vuestros compatriotas; ahora os toca a vosotros desenterrarlas.»
A los cinco meses, la playa estaba limpia. De los catorce presos alemanes, adolescentes y niños, que empezaron la tarea, solo quedaron cuatro.

Ginette Gilart

El andén


Hace un rato que me tiene usted hartita, caballero. Desde que llegué no deja de hacerme preguntas. Si soy de aquí, que donde voy... Escrutando mis ojos, ya llevo yo gafas oscuras para no dejarle penetrar mi pupila. No insista en contarme su dedicación a los niños, a las plantas, el milagro de la fotosíntesis ni de los maravillosos amaneceres desde su balcón; nada de eso me interesa, sólo, cuando esté llegando, tenga usted la bondad de apartarse. He de ser rápida y certera, no desviarme ni un centímetro, para que mi cuerpo sea totalmente aplastado por las ruedas.



Yo me bajo en Atocha

Que dice el señor del altavoz que debido a una avería en la red eléctrica, los trenes están sufriendo demoras en la línea que va a tu casa. Y que tal vez por eso, cada vez tus besos tardan más y cuando llegan ya no saltan chispas.
Molesten las disculpas.

La Pulsera

Robé el billete de veinte euros de la cesta cuando el padre Ángel no miraba. Lo necesitaba para comprarle una pulsera a Amanda mucho mejor que la que le había comprado Guille. Faltaba un día para su cumpleaños y yo llevaba un mes rogando que un billete de veinte euros estuviese al alcance de mi mano.




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