miércoles, 24 de septiembre de 2025

Ana Inclán, sobre Un silencio de Plomo: «Sepultar un suceso traumático tiene graves consecuencias»

Un silencio de plomo


Hola, Ana.  Bienvenida a este espacio de encuentro con los libros. Queremos felicitarte por tu primera novela, publicada el pasado mayo, Un silencio de plomo (Éride Ediciones). Cuéntanos cómo estás viviendo la experiencia y las impresiones que te hacen llegar sobre su lectura.

Quiero agradecerte, en primer lugar, la lectura de Un silencio de plomo, y en segundo lugar tu invitación a este encuentro ¡Muchas gracias!

La experiencia que estoy viviendo es nueva, hay días que me aguarda alguna sorpresa relacionada con la publicación de la novela, quizás esto sea lo habitual o no. Es mi primera novela y lo desconozco.

Trabajo mucho para que se conozca a un nivel muy básico y probablemente ingenuo, “el boca a boca o boca-oreja” y ahí es donde de pronto me levanto y me encuentro con una reseña fotografiada en el WhatsApp, de alguien que la ha colgado en Facebook, digo texto fotografiado porque quien me lo envía sabe que no tengo redes y por eso se toma el trabajo de hacer una foto y enviármela.

En cuanto a las impresiones que me llegan, te digo que, a veces, quienes me leen parecen ir más allá de lo que yo fui al escribirla, por ejemplo, me han dicho que la novela es una guía para aquellas familias en las que cayó la losa del abuso infantil, que da pistas, que también la ven útil para quien ha sufrido un revés en la vida y tiene que reinventarse o buscar su lugar en el mundo, que trata de todos los temas que nos golpean y atañen, que es feminista. El título y la reseña de Rosa Montero en la portada la consideran muy acertada para introducir el tema abordado. La verdad es que mi única pretensión al escribirla fue señalar el silencio que hay alrededor del abuso a menores y sus consecuencias. 

Háblanos sobre la concepción de Un silencio de plomo. Se ha dicho sobre tu novela que aborda un tema que es necesario visibilizar. ¿Piensas que, como sociedad, tenemos una deuda pendiente respecto a la denuncia de los abusos infantiles y más cuando suceden dentro del núcleo familiar? ¿Hay una especie de conspiración del silencio basada quizás en ese pensamiento de falsa protección que lleva a creer que lo que no se nombra no existe?

Efectivamente, creo que tenemos una deuda pendiente con los abusos a menores dentro del núcleo familiar y la deuda es grande, también lo es en la iglesia, ¿Cómo se entiende que un niño haya sido abusado en reiteradas ocasiones y nadie se haya percatado? Últimamente ha habido más denuncia social sobre el abuso infantil en la iglesia, pero en las familias queda más difuso, ¿qué periodista se va a meter con una familia? Eso le crearía problemas, a fin de cuentas “lo que pasa en la familia debe de quedar en la familia”, eso nos han dicho siempre.

Hasta donde me han contado las familias que han tenido conciencia de un abuso a sus niñas perpetrado por otro familiar, la reacción unánime es una especie de cerrazón, que se traduce en encontrar justificaciones para la inacción y el silencio, se dicen que “eso" no volverá a pasar y, curiosamente, también encuentran consecuencias catastrofistas para el abusador en caso de denunciarle, con lo cual deducen que hay que dejarlo todo como si nada hubiera sucedido. Si les dices que esto deja a esta niña y a otras posibles expuestas nuevamente, lo niegan, porque explican que ahora la niña estará vigilada y así hasta agotarnos. El hecho es, que pocas familias denuncian o requieren al agresor que reciba tratamiento. Incluso entre las pocas que denuncian hay un elevado número que retira las denuncias; si les comentas que la agresión tiene que tener consecuencias para el agresor, te explican: “no te preocupes que ahora estamos vigilantes". Yo me pregunto: ¿Es posible esa vigilancia?  Se sabe que no es posible, porque estos agresores son expertos en estar “al acecho”.

En Un silencio de plomo aparecen dos voces narrativas. La de Ana, como terapeuta y coach emocional y la de Justi, compañera de Ana, pero a la vez víctima colateral y propia de la indefensión que provocan los abusos en la infancia.  ¿Te reflejas en la voz de Ana, como profesional que ejerce de coach? ¿Hasta qué punto lo profesional infiere o interfiere en la narrativa que has creado en Un silencio de plomo

Manuela, esta pregunta me parece relevante porque me da pie a aclarar que una coach no es terapeuta, ni tampoco Ana lo es en Un silencio de plomo. Ana es la coach asignada por la empresa de Justi para que esta haga un proceso de coaching, con el objetivo de mejorar algunas competencias en su posición de directiva, proceso que es interrumpido por el vaivén emocional que sufre Justi.

Justi es una mujer un poco hermética, y para que se abriera, para que sacara tantos silencios, apareció Ana que, al dedicarse al coaching, podía aportar su entrenada escucha, fue la estrategia narrativa que encontré. Después, me pareció que Ana podía mirarse en el espejo de Justi y mostrarnos sus diálogos internos, busqué invisibilidades que compartían, pérdidas… quizás este juego de espejos con las dos voces narrativas, ha ayudado a las identificaciones de las que han hablado algunas y algunos lectores. Un lector dijo: “Me ha movido muchas emociones, he recordado vivencias de mi infancia en el internado, aunque yo no sufrí abusos” 

Esta pregunta tiene relación, en cierto modo, con la anterior. En el prólogo de la novela dices que te han sugerido que la misma puede verse como una guía de autoayuda. ¿Es realmente una guía, no solo de autoayuda respecto al tema que nos ocupa, si no también respecto al mundo de los profesionales y sus carencias al abordar temas poco visibilizados?

Mi intención era poner sobre la mesa el silencio alrededor de los abusos a menores y sus consecuencias, no sólo para la menor que sufrió el abuso, sino también para la familia. Ocultar un trauma ocasionado por alguien cercano,  tiene sus efectos.

En mi mente no estaba la idea de que sirviera de guía. Es cierto que Un silencio de plomo está basada en hechos reales y fui muy escrupulosa en plasmar las situaciones que me habían narrado en mi desempeño de coaching o después, en mis investigaciones. Tenía muy marcado incluir en la novela lo que todas o casi todas las víctimas me habían manifestado, como necesidades, heridas o aspectos importantes para ellas.

El abuso a menores es algo estructural, creo que hay que abordarlo desde esa perspectiva. Afrontarlo es difícil para todas las personas: familia, profesorado, amistades, profesionales, instituciones… Una causa de esta dificultad es la invisibilidad a la que hacías referencia. Pienso que hemos de empezar tomando conciencia de la existencia de abusos dentro de la familia, tenemos que ponerle palabras y a partir de ahí empezaremos a afrontar estas situaciones. ¿Cómo se va a tratar algo de lo que no se habla…?

Como te decía yo no soy terapeuta, nunca he tratado estos traumas, que corresponden a profesionales de la psicología, pero al trabajar con la palabra, entre los muchos sucesos que han llegado a mis oídos, están los abusos sexuales a niñas causados por el entorno más cercano. 

Un silencio de plomo es la historia de dos mujeres que dialogan entre ellas, que reflexionan sobre sus vivencias, establecen paralelismos y recorren las sendas nada fáciles de la ayuda mutua y del autoconocimiento, pero también es la historia de una sociedad marcada por un modelo de hetero-patriarcado heredado que marcó la ruta de las generaciones pasadas y del que arrastramos consecuencias que no son fáciles de transcender. ¿Es una novela también de denuncia social en ese sentido?

Sí lo es. Escribí desde la indignación de no comprender como ocurren estos sucesos, y, menos en sociedades como la nuestra.

Sabemos que, nosotras, las mujeres, estamos en un ranking desfavorecedor respecto a los hombres en pobreza, analfabetismo, invisibilidad, brecha salarial, cargos de responsabilidad en empresas u organizaciones, etc. La desigualdad está bien patente y empezó cuando éramos niñas.

Según la estadística, una de cada cuatro mujeres fuimos abusadas de niñas en el entorno familiar, allí se nos cosificó utilizándonos para su placer y dejándonos con secuelas para siempre. Si una de cada cuatro empezamos así nuestra andadura por la vida, saquemos conclusiones…Y lo lamentable es que las cifras no mejoran; por todo esto escribí la novela. Sentí la necesidad de cuestionarnos como sociedad, en la que me incluyo. Una lectora me ha dicho: “La he leído poco a poco a pesar de que me enganchaba, porque lo duro era ver con claridad nuestro comportamiento generalizado de ocultamiento y de no querer ver”. Si esa fuera una conclusión extendida para quienes la lean,  me sentiría  contenta…

Novelar hechos tan duros es sin duda una forma de empatizar con los personajes. Tu narrativa es íntima y cercana, consigue abrirnos los ojos a una realidad que muchas veces se ha intentado pasar por alto por los propios adultos que debieran proteger a la infancia. Al respecto me han llamado la atención, por su claridad, dos párrafos de tu novela:

¡Cuánta confusión con esta maldad…! ¡Vaya carga sentir que encima del abuso serás señalada! Lo malo es que, al no denunciar, es como si el abuso no existiera, ni siquiera para las estadísticas. Y podríamos decir que el silencio protege al depredador y abandona a las víctimas, aunque ese no sea el propósito. 

No solo es culpable el que nos agredió sino todo el círculo que, a pesar de saber que existe el delito lo silencia y lo encubre. También la sociedad es responsable. No hablan para no dejar en evidencia al adulto que, normalmente, es alguien respetable. Yo se lo conté a mi madre y me dijo que lo dejáramos estar para no joder la vida a mi primo y, claro, para no joderle la vida a él yo tengo que vivir con todas mis heridas que, como no sangran ni tengo moratones, nadie las ve.

El tema del silencio es el eje central de la novela, en el que hace hincapié ya desde el mismo título. ¿Crees que hay un momento en el que la víctima puede victimizarse doblemente si intenta dar el paso hacia la denuncia? Sentirse víctima dos veces, por haber vivido el acoso y por ser señalada, ya no ante la sociedad, sino ante el propio núcleo familiar por destapar el delito… 

La víctima sufre al traer a su memoria un suceso tan traumático, bien para denunciar o bien para contarlo a familiares, amistades o profesionales, pero sepultarlo sabemos que tiene consecuencias muy, muy graves, que es quedarte con secuelas lacerantes de por vida. La revictimización se produce cuando la víctima vuelve a ser lastimada o le añaden sufrimiento adicional por parte de quienes deberían protegerla o apoyarla, como instituciones públicas, privadas  o personas, ahora bien, si consiguiéramos protegerlas, escucharlas, acompañarlas, serían protagonistas no víctimas por segunda vez.

 Curar una herida duele, pero no por eso dejamos de curarla, sabemos que cuando esté curada y seca dolerá menos o no dolerá.

Dicho todo esto, Tengo mucho respeto por las víctimas que deciden callar. Un trauma de este tipo, hoy por hoy, creo que no es opinable si debe callar o no. Sólo la víctima es la que puede decidir al respecto, tal vez en ese momento prefiera callar y después esté en una disposición más fuerte, que le ayude a hablar y afrontar su dolor.

Me entristece cuando se critica a una mujer por denunciar a un maltratador pasado un tiempo, no entiendo cómo se les enjuicia con esa facilidad sin estar dentro de su piel…

En el abuso a menores hay un problema añadido y es que su cerebro, al no entender lo que  ha sucedido, no puede ni explicarlo, nos corresponde a las personas adultas preparar a la infancia para que nos avisen ante cualquier abuso y después actuar en consecuencia, no mirar hacia otro lado, como si no pasara nada. 

Algo más que quisieras decirnos sobre Un silencio de plomo.

Gracias por traer a este espacio Un silencio de plomo. Gracias  por tus preguntas. Gracias por hacerte eco del tema que denuncia la novela. Millones de gracias!

 

 Sobre la autora 

 Ana Inclán es coach personal, de organizaciones y social. En ámbitos relacionados con su profesión tropezó con mundos desconocidos y oscuros que solo reconocía de lejos, como la violencia sexual infantil. Esta realidad la llevó a hacerse preguntas para las que no encontraba respuestas: ¿Cómo conseguían los agresores sexuales a menores no ser vistos la mayoría de las veces?, ¿o se hacía la vista larga? Las preguntas crecían y las respuestas no llegaban. Comenzó a tirar de notas de los casos que le habían contado y a documentarse al respecto. Con la llegada de una enfermedad que le impedía continuar ejerciendo su profesión, se encontró escribiendo y escribiendo, a pesar de no ser escritora. Se lanzó al vacío durante varios años que duró la creación de Un silencio de plomo. Es su primera novela. Está basada en hechos reales, sin embargo, tanto la historia como los personajes han sido creados por la autora y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

 

 

 

 


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