María José Escudero |
Recibimos en el blog en nuestra sección de escritoras a María José Escudero, autora de bellos cuentos publicados en diversas antologías, que nos comparte varias de sus inquietudes literarias y creaciones. Cedemos la palabra a nuestra autora invitada, que se remonta en su memoria a la infancia para hablarnos de su afición a las letras:
Para empezar, debo decir que la afición a la lectura y a la escritura me acompaña desde la infancia. Aprendí a leer, supongo que como todos, de la noche a la mañana. Pasé de atragantarme con las letras a verlas colocadas armoniosamente por todas partes. Una sensación de entusiasmo iluminó mi pequeño mundo y consiguió que caminar por él fuera mucho más sencillo: “Panadería”, “Colegio”, “Cuidado con el perro”, “Entrada”, “Salida”, “Prohibido jugar a la pelota”, “Hospital”…
Después, muy temprano también, escribir se convirtió en una urgencia secreta y, ya adolescente, empecé a escribir mis primeros poemas. Sin embargo, tuvo que pasar mucho tiempo antes de que me atreviera a mostrar lo que guardaba en mis cuadernos. Un día, no muy lejano, se me ocurrió participar en un certamen de poesía y el hecho de quedar finalista, no solo me animó a participar en otros concursos, sino que me alentó a explorar nuevos caminos en el mundo de la Escritura. Acudí a talleres de Escritura Creativa y así fue como descubrí el Microrrelato, género narrativo en el que me siento muy a gusto y que me ha proporcionado muchas satisfacciones, como conocer a estupendos cuentistas y también la estimulante alegría de ver mis relatos publicados en distintas antologías.
Mi fuente de inspiración está, con frecuencia, ligada a las historias familiares y a mis propias vivencias. Una conversación en el autobús, un suspiro en el ascensor, unas notas musicales, una noticia, una fotografía… Cualquier cosa del mundo que me rodea puede hacer saltar la chispa de una historia. Escribo por necesidad, para canalizar mis arrebatos de inquietud y creo, sobre todo, en el trabajo, en mi opinión, es la manera de estimular el impulso creativo. Por eso, además de leer todo lo que puedo, escribo un poco cada día, aunque reconozco que, de vez en cuando, se dan esos momentos especiales en los que las musas ayudan a pulsar el teclado.
LOS SUEÑOS DE LAS MUJERES OLVIDADAS
Claribel
—No se
preocupe, doñita. Le dejo en buenas manos—susurra con acento afable mientras la
hidrata con amor. Mi prima es rebuena y trabajadora—recalca. Ayer lo hablé con
su hijo de usted. Ya reuní dinerito para comprarme una choza en el municipio.
Es hora de regresar, chera. Tengo diez años de estar acá y dos hijos que
crecieron sin mí.
Emelys
Sus manos
delgadas se cansaron de bordar miseria a la luz de las velas, toda ella se
hartó de inclinar la espalda, de tener vacía la barriga y la fresquera. Allá
quedó su hijo mayor: “Haga caso a su abuela, se lo ruego, y no se mezcle con
los chicos malos de la cancha, no le vayan a embuchacar. Pero Kevin se viene
conmigo, ¡eh! Kevin irá a la escuela,
y se recibirá, y comerá todos los días…
Voy a buscar oficio y, si Dios quiere y nos da salud, no regresamos”.
Pilar
—Mire,
compa. Parece que la señora se emocionó.
Una lágrima
resbala por el rostro arrugado de la anciana impedida. Aún no ha extraviado el
recuerdo de aquel invierno que partió con su marido hacia Dusseldorf para
llenar de futuro una maleta de cartón.
EVA ES UN NOMBRE FICTICIO
Eva, a
veces, recuerda que está viva y respira en alto. A veces, también sueña y si no
fuera porque su marido ha colocado un quitamiedos en el alféizar, arrojaría el
delantal por la ventana y se escaparía a conocer el mundo montada sobre la
alfombra del pasillo. Y es que Eva, a pesar de los sentimientos que la sujetan,
hay momentos que se siente capaz de aflojar todos los nudos. Pero hay otros,
sobre todo cuando los anhelos la acechan, que se arrima al botiquín y coge una
pastilla, luego, echa un trago y entona una canción suave, ligera —como un
sortilegio para espantar los susurros provocadores del extractor y olvidar el
silbido imperioso de la olla—. Después, pica algo de la nevera y, empujada por
la costumbre, retoma sus faenas. Así, entre trago y pastilla, fregar y planchar
la ropa, se le va pasando el momento. Entonces, con una mezcla de fastidio y
desencanto, se mira en el espejo y se pregunta: “¿Qué he venido a hacer aquí?”.
Al final del día, Eva se acuesta y se repliega. Y los sueños los deja estacionados debajo de la cama, junto a las chancletas.
LA CORTA VIDA DE UN LOTO BLANCO
“Al principio, me sentí halagada. No me daba
cuenta de que todo era una encerrona, como cuando Amul, retozón y bullicioso,
me impedía el paso en el callejón. Y, aunque el hombre era tan viejo como mi
padre, parecía bueno y sosegado. Reconozco que me complacían sus regalos. Sobre
todo, los dulces de colores y aquella muñeca que tenía más vestidos que todas
mis hermanas y yo juntas. Tampoco negaré que me cautivaron los aretes dorados y el
payal, que cerré los ojos y me los dejé colocar por sus manos invernales y
rugosas. Sí, es verdad, todo aquello me agradaba. Sin embargo, ahora, él y la
noche llegan de repente hasta mi lecho con su aliento enojoso, y ya no me
agrada, no…
Ramya dice
que he tenido mucha suerte de ser yo la elegida, que ya no andaré descalza por
las calles estrechas, que seré rica. También me susurra, entre risas, que me
quedaré viuda pronto. Pero seré yo quien muera antes, lo sé muy bien, porque mi
amigo Amul, distante y silencioso, ya ni me mira”.
(Nota
escrita por Denali y abandonada junto a su
sari nupcial antes de arrojarse sobre las oscuras aguas del lago de Pushkar)
EL BOSQUE SAGRADO
Nunca había
entrado allí. Estaba prohibido. Pero después de dos años de férreo
adiestramiento, había sido elegida. Al principio, deambuló sin rumbo en busca
del lugar indicado, hasta que el murmullo de una cascada y los colores del
bosque le mostraron el camino. Atendiendo a consignas aprendidas, ignoró el
aullido alargado de los lobos y contempló con fervor la luz temblorosa que se
colaba entre las ramas y rompía la oscuridad de aquel monte vedado. Luego,
recostada sobre la hojarasca, esperó. Los buitres negros, con sus inmensas
alas, se movían inquietos por el hayal, pero su mirada se rendía y sólo notaba
el cosquilleo de las moscas sobre sus párpados y permitía que las hormigas de
fuego hicieran su trabajo.
En sus
reuniones secretas su Ángel Custodio la había animado —con letanías y promesas—
a explorar la magia de su cuerpo y la había preparado para el ritual. Él mismo
le había otorgado la droga liberadora para enfrentar su nuevo y divino destino.
El suelo
vibraba cuando hallaron sus restos esparcidos entre las raíces de los árboles.
Muy cerca y aún intactos, permanecían los zapatos de su graduación: La Norma de
La Comunidad le exigía entrar descalza en el paraíso.
ENCIERRO
Surgieron
por la cuesta de Santo Domingo. Eran cinco toros tatuados con pañuelo rojo
anudado al cuello. Entonces ella quiso
huir, pero no había burladero. Babeantes y beodos, la empujaron, la arrastraron
y, sobre un lecho de vómitos y orines, la embistieron. Mientras, en la calle
sorda, continuaba la fiesta.
RECUPERANDO SUEÑOS
Lo había meditado bien. Por eso,
antes de partir, dejó la mesa puesta y un poema en la nevera. En la calle la
esperaban, con los brazos abiertos, un día azul y un hombre con chistera. No
pudo evitar mirar atrás: sólo quería
asegurarse de haber cerrado bien la puerta.
ESCENA
FINAL
Tras el “silencio, se rueda”, la cámara enfoca a la actriz
principal que viste con el típico desaliño de una mujer que se siente poca
cosa. La escena tiene lugar en un espacio asfixiante y sombrío y le da la
réplica un actor de imagen vulgar que, con poco maquillaje, queda perfecto para
el papel. De repente, ella hace un movimiento brusco, inesperado y al mismo
tiempo grita: “Ya puedes decir que te duele más que a mí, ahora sí que lo
puedes decir”. Visto entre bambalinas parece como si se hubiese salido del
guión y nos perturba un poco. Todavía ignoramos la causa de su arrebato y nos
preguntamos a qué viene esto. Pero, según iremos descubriendo a través de
algunos flashbacks, el personaje se ha cansado de ocultar su mirada herida y no ha podido contenerse.
“Ahora sí que te duele más que a mí”, repite y repite, se
desgañita transfigurada. Luego, tras escucharse un portazo, hace mutis por el
decorado. Y lentamente, la cámara desanda el camino por ella andado hasta
enfocar al hombre que, encogido, gimotea y trata de hacerse un torniquete con
un paño de cocina.
—¡Corten! —ordena el director—. Es la toma buena.
BIOGRAFÍA
María José
Escudero Cuevas (Santander, 1957)
Estudios de
Pedagogía y Relaciones Laborales
Mis relatos se han publicado en antologías de
diversos certámenes literarios como Esta Noche Te Cuento (mi principal fuente
de aprendizaje), Sol Cultural, Cincuenta Palabras… También en” Los Locos del
Microrrelato”, “Un Tiempo Breve”…
Ganadora del
Concurso de Microrrelatos “Villa de Noja” 2022 del Ayuntamiento de Noja (Cantabria)
Segundo
Premio de II Certamen de Relatos Cortos 2022 de la Asociación Cultural Iguña (Valle de
Iguña, Cantabria)
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