lunes, 30 de noviembre de 2020

Márcia Batista: Escribir es hallar un lugar precioso en el que habitar

         

La escritora brasileña Márcia Batista


Recibimos en el blog a Márcia Batista Ramos, escritora brasileña, afincada en Bolivia, licenciada en filosofía, poeta y novelista que practica también el género del ensayo y del cuento.  Dejamos que sea ella, como buena narradora, quien tome la palabra para hablarnos acerca de sí misma y de cómo fueron sus inicios en el campo de la escritura creativa.    

 Márcia Batista: 

           Soñaba con ser escritora a los 17 años y tomé otros caminos en la vida.  A los 45 años, en una breve visita a la ciudad de Pamplona, España, sentada en la plaza de Los Reyes, después de almorzar sola, me pregunté ¿qué quería hacer a los 17? y me contesté ser escritora. ¿Por qué no fuiste? Y, en mi soliloquio, me dije: no se valen las excusas. Entonces la respuesta fue: porque no quise escribir; ahora quiero. Pensé: en una semana regreso a Bolivia y empiezo. Sonreí, miré al cielo. Medité sobre el género humano y su capacidad de retrasar la propia vida, ¿por qué esperar más una semana?

De hecho, una semana después escribí “Mí Ángel y yo”, un cuento largo de final abierto y seguí escribiendo. Hoy tengo 56 años y al reinventarme, durante la pandemia, empecé a mostrar mucho más de mi traba.

En eses breves años, de manera casi compulsiva, escribo todos los subgéneros de la narrativa, incluyendo ensayo crítico biográfico y drama, así como también, poesía. Nunca participé en concursos y mi mayor premio es una llamada telefónica, con alguien al otro lado de la línea llorando emocionado por mis palabras o algún mensaje diciendo que mis letras le impactaron.  

Nací en Brasil en el año que empezó la dictadura militar, estudié Filosofía y cuando terminé la carrera me casé, el mismo día que terminaba la dictadura militar en el país. En seguida vine para Bolivia, el país de mi esposo. El país donde vivo a más de 25 años. 

Escribo en español, porque vivo en Bolivia, sueño, rezo y pienso en portugués. Voy traduciendo, en mi mente mis textos mientras los escribo. Encuentro una palabra y recién viene la inspiración, mientras escribo doy forma al texto, cuando empiezo no sé qué es lo que escribiré, en realidad solo conozco mis textos cuando ya están listos. 

Ya publiqué en un breve ensayo que: escribir para mí, no es un entretenimiento, ni una huida de la vida, sino la propia vida.

 

      Las puertas invisibles del tiempo

(cuento)

Marcia Batista Ramos

 Las jícaras seguían sobre la mesa una hora después del té. El queque de naranja, estaba cubierto y el azucarero tapado. Las gradas invitando a ver lo que pasó en el otro piso. Ni un sonido en el comedor, allí donde los años se hicieron muchos y los niños se hicieron grandes, soplando la vela sobre la torta a cada cumpleaños. Sus alas largas, los llevaron a otros cielos. En los vértices del tiempo la sonrisa de la vida, la alegría por ser y estar. Las horas endulzadas con aroma de chocolate y el eco de la algarabía de repente, no más que de repente transformado en silencio.

Silencio, silencio, silencio… El silencio profundo que experimentas a cada día y subes el volumen de la música para tratar de espantarlo y él no se va, solamente se hace más y más grande… hasta que explota y grita. Entonces apagas la música y sales. Vas por cigarrillos o por un café. Vas en búsqueda del ruido del mundo, para no escuchar tu silencio… Sientas en una mesa y miras, sin ver a los transeúntes. Miras detenidamente, la mujer bella que se acerca y pasa. No la ves. Lees el periódico del día y te olvidas del silencio que te persigue. Simplemente, no dejas que te persiga, lo adoptas como tuyo. ¿Y qué?

Una melancolía escuálida quiere lamer tu mano… mi mano.

Pasamos una puerta invisible del tiempo y nos pusimos a caminar por la playa antes que amanezca, con vestimentas blanca como el rocío, como las verdades en busca del sol… La arena nunca fue tan suave al contacto de nuestros pies, ni tan tibia la aurora. El malecón sin sombra, imponente, soberbio, frenando al mar. Las olas en su ir y venir incesante, siempre trayendo recuerdos.

Largas caminatas silenciosas, aún quedan en el recuerdo de aquella vida de viajes, de museos, de libros… Entonces. Sólo entonces.

Siempre me pregunté, ¿qué siente la lluvia fría cuando cae?

La luminosidad del día, dejaba ver el mosaico de fotografías familiares en la pared más angosta, al lado del portal que divide las salas. Fotos de todos los que un día estuvieron y de todos los que aún están.  El ovillo de la vida, se desenovillando en una pared, para tener certeza de la finitud, de lo efímero, de la vida misma.

La vida siempre venía a la casa, llegaba visita, parientes, vecinos, amigos y la elegancia del arroz con naranja, paseaba supremo, en cristales transparentes, ante pupilas brillantes y sonrisas alegres de paladares satisfechos por comer en la casa.

Paso por una puerta invisible del tiempo y espío la casa, veo las ollas humeantes y la mesa del comedor bien puesta. Nunca resonó la campana del té, existió como un adorno. Escucho las conversaciones, el fuego crepitar en la otra sala. Veo el patio de los enigmas, donde las hormigas alguna vez pasaron en caravana hacia la Meca y donde, antes, escarbé un túnel para llegar a la China. Me verías con botas, eso te gustaría, te gustaría mucho…

Te gustaba leer en voz alta algún fragmento de algún libro recostado en el diván, yo apegada a tu pecho escuchaba: - “Las puertas invisibles del tiempo: Siempre tuve ese temor ancestral, así como tú también lo tienes, de que el sol no vuelva a brillar y de que las cosas cambien y no sean como habíamos imaginado y poco a poco nos quedemos solos.” -Otras veces, yo leía a Marosa di Giorgio o a Fernando Pessoa. Tu escuchabas. Es cierto, te gustaba… Las botas cafés arriba de las rodillas. Cosechar setas silvestres y prepararlas con arroz.

¿Sabes que todos tenemos la costumbre de partir? 

TÚ. Él. TODOS.

Todos…Siempre habrá un día en que volaremos, como las cometas, al cielo añil brillante. Y aquellos que busquen encontrarnos mirando a las alturas, solo verán filigranas en contraste con la inmensidad.

No habrá nubes.

Recordaremos palabras sueltas y voces que se alejan, ritual, hermanos, descanso, paz…

Las puertas invisibles del tiempo, siguen abiertas y las gradas invitan a ver lo que pasó en el otro piso.

Miro las jícaras sobre la mesa una hora después del té. Las migas, del queque de naranja están comportadas sobre los paneros, no bajaron a jugar en la alfombra.

Alguna vez me pregunté ¿sí la noche tiene miedo a la oscuridad?

Te cuento que la otra tarde, cuando no estabas, quemé las cartas y la colección de postales. Las muñecas siguen sentaditas en el desván, con sus caritas sonrientes, como si tuviesen la seguridad de que la vida es bella y que para nosotros no hay sufrimiento.

Las fotos en la plaza Roja en el café...están en un sobre en el segundo cajón del escritorio.

Si te pones a contar los granos, el arroz, parecerá infinito. Es algo así, como el tiempo que se distiende cuando estoy sola. Entonces, pienso que el mar secó. Y otras cosas… Siento frío y una llovizna triste me moja hasta el tuétano. En la pared el cuadro que se llama Soledad, recuerda una isla.

 Sabemos que el tiempo tiene puertas invisibles. Muchas veces viajamos, las ultrapasamos. Lo sabes. Hemos vivido bellas experiencias, del otro lado… Por eso, nuestra memoria está llena de recuerdos de días y noches, que sólo nosotros planificamos y vivimos. Nuestro inventario cotidiano con gotitas como diamantes líquidos, verano eterno, un niño que camina para después volar, la niña solitaria, bailes, veinticuatro horas de cariño y tantas otras cosas que se quedaron en la mente.

La única incoherencia, fue pensar que el tiempo cerró sus puertas invisibles…

Por eso, ahora, estos muebles no saben nada de mí. Las jícaras siguen sobre la mesa una hora después del té y, no quiero subir las gradas para ver qué fue lo que hice una hora atrás con mi cuerpo.

                               

                                                                        Escribir

(observaciones de carácter meramente privado)

 Márcia Batista ramos

 “Todo lo que aquí escribo está forjado en mi silencio y en la penumbra. Veo poco, casi nada oigo. Me sumerjo por fin en mí hasta la matriz del espíritu que me habita. Mi fuente es oscura. Estoy escribiendo porque no sé qué hacer de mí. Es decir: no sé qué hacer con mi espíritu. El cuerpo informa mucho”. 

 Clarice Lispector 

 

Clarice Lispector me dijo un día que: “escribir es una maldición que salva” y no estoy segura que así lo sea. En primer lugar, no sé si existe salvación y cuanto a la maldición, estoy segura que es todo lo contrario.

Escribir no es un extraño acto de sobrevivencia, en este insólito mundo de desigualdades, plagado de miserias y sin sentidos; escribir es llenar de sentido los espacios, igualarse con los demás, disminuir el dolor y alargar el tiempo, especialmente, cuando no se escribe sobre hechos y se escribe sobre sentimientos.

Recurrir a la pluma y escribir para expresar diferentes pensamientos, es ingresar a un territorio donde se puede respirar tras las dificultades de la cotidianeidad, un territorio en el que uno puede reinventarse una y otra vez, en un intento, optimista, de ampararse del riesgo de extinción causado por la televisión y otros entes, que invaden nuestro pensamiento y nos manipulan, para que seamos uno más en el montón.

Percibo, por el acto de escribir que no existe nada más sencillo, después de todo, que encontrar un sin fin de contradicciones en uno mismo. Ya que todo texto compone el subtexto, que es de alguna manera, mismo cuando uno no quiere, el río autobiográfico que el escritor, fatalmente devela.

En mi caso, involuntariamente, mis palabras no están envueltas por el embeleso del optimismo, de todo lo que es bello y positivo en el mundo, en la vida, en fin.

Un poeta me dijo “discúlpame, pero siempre veo lo bueno y lo positivo…” Me sentí desconcertada, equivocada; parecí medio soberbia, egoísta; hasta tonta, por mí relación con el mundo… Pero, el celofán que la vida me otorgó, no alcanza para envolver lo que mi vista abarca y mi entendimiento comprende. Entonces, fatalmente, me queda la insatisfacción, el sabor a poco y esa manía de agonizar frente a todo, incluso a lo bueno que la vida me da.

Sin buscar excusas, apenas en un soliloquio de entendimiento, hago recuerdo al poeta que, a esa agonía, algunos llamaron mentalidad crítica. Contrariamente, yo admiro, la capacidad de ver lo bueno en todo. Únicamente que mí cristalino, medio borroso, no logra ver el color rosado. Para mí todo es más o menos patético y real.

Tal vez, conseguir escuchar los pensamientos, en medio a tanto ruido, y calcarlos en el papel, ya es suficiente para mí; lo demás es retórica exagerada, por tratar de mostrar lo que no se es. Pienso que la grandilocuencia, apenas aleja las ideas del entendimiento… Tienden a confundir y no logran ayudar a uno mismo.

En el mundo occidental, dicen que no hay lugar para una postura de neutralidad, que escribir presupone enmarcarse y posicionarse ante lo social, político, económico y otros, además de la propia literatura.

Gao Xingjian, me dijo que aboga por la neutralidad de la literatura, me gustaron sus palabras y las quise hacer mías, pero me dolió salir a la calle y ver al perro abandonado, al niño abandonado, al mundo miserablemente abandonado y enfermo que existe… Por esas cosas y otras, es que la literatura es comprometida y no logra ser un arte puro.  Y es válida así. 

En verdad me siento comprometida. Todo lo que escribo está ligado, de alguna manera, a la realidad en que vivimos debajo de la línea del Ecuador. Es posible, que este lado mío, se fortifique más algún día. ¿O no? No sé nada.  Puede terminar por aniquilarme.

Mi burbuja mental, no es lo suficientemente grande para asimilar todo eso, tampoco es tan hermética como para evitar permear los dolores del mundo. Tal vez, de ahí, viene esa mirada melancólica, tristecita. Por eso y entonces, de muchas maneras, por mi pluma gotea el dolor sencillamente, el dolor de ser humano y no poder ser neutral. El dolor de saber que no hay escondrijo en donde esperar a que, de alguna manera, la vida pase. Entonces escribo.

Existen obras que hablan con esa voz tan vívida por mucho tiempo y otras, lo hacen eternamente, las últimas son más raras, tal vez por eso logran el grado de imprescindibles.

 Así que, yo admiro a eses autores que lograron escribir lo que sentimos todos y se tornaron imprescindibles, no solo para mí, para toda la humanidad. Y lo mejor, es que ellos escribieron con simplicidad e inteligencia. La claridad fue fundamental para perpetuarse. Expresaron de forma linda, adorable y fácil, sea en verso o en prosa, aquello que necesitábamos leer, porque ya lo sentíamos mucho antes, las cosas que ellos supieron expresar de forma genuina con gran sensibilidad.

Eso me da la certeza de que la literatura es muy reveladora, primero de uno mismo, después del otro. Porque, escribir trasciende y profundiza el pensamiento hacia más allá, ya que torna visible al ojo desnudo una realidad tenue y menos visible.

Cuando escribo, lo hago sin rumbo, medio a la deriva…aun así, llego a un puerto, eso me enternece de las letras, es como si ellas me guiasen; en esos momentos pienso que, de alguna manera, tienen vida propia; sonrío y sigo escribiendo.

Wisława Szymborska me dijo: “No hay nada extraño en la necesidad de anotar pensamientos y las vivencias personales, más bien lo contrario, se trata de una manifestación natural de la propia cultura literaria, cultura que deberían tener no solo los escritores, sino toda la gente culta en general.”

Pienso que Wisława Szymborska, logró tener muy clara la idea sobre escribir; porque al final, escribir es un acto sencillo que ayuda a dilucidar la vida. Aunque es difícil, que la obra del escritor sea coherente con su vida. Eso me inquieta…

A la hora de enfrentarse con las palabras se requiere tenacidad, lectura e inteligencia, porque el escritor debe pensar por cuenta propia. Pienso en un idioma diferente al que escribo. Entonces pienso y traduzco. Busco palabras, entre palabras. Gasto el tiempo…

Me percato que el tiempo urge. No debo perder un minuto del tiempo que forja mi vida. Escribo algo más antes de dormir. Recuerdo, ya con sueño, que Clarice (Lispector), me dijo algo más. Algo importante y tierno, pero el sueño se entrevera entre las conversaciones importantes y el olvido se hace presente.

Clarice me dijo algo así: “Escribir es también bendecir una vida que no fue bendecida. Salva el alma presa, salva a la persona que se siente inútil, salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba. Escribir es buscar entender, es buscar reproducir lo irreproducible, y sentir hasta las últimas consecuencias el sentimiento que permanecería apenas vago y sofocante.”

Bendigo a Clarice, su mente escritora y las cosas buenas que me dijo.

Es en ese momento que comprendo que escribir no es un entretenimiento, ni una huida de la vida, sino la propia vida. Un lugar precioso donde habitar.



Márcia Batista


Márcia Batista Ramos, nació en Brasil, en el Estado de Rio Grande do Sul en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica a más de cuarto siglo en Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica literaria. Columnista de la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y Columnista del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, además. Colaboradora Revista Dominical, Periódico La Patria, Oruro; es colaboradora de varias revistas culturales en diferentes países. 

Algunas publicaciones:

• La Muñeca Dolly (Novela, 2010);

• Consideraciones sobre la vida y los cuernos (Ensayo, 2010);

• Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista Del Siglo XX (Esbozo Biográfico, 2011);

• Tengo Prisa Por Vivir (Novela Juvenil, 2011);

• Escala de Grises – Primer Movimiento (Crónicas, 2015);

• Escritoras Cruceñas (poesía, narrativa y drama) Caballero, Reck & Batista (2019)

• Escritoras Contemporáneas Bolivianas (poesía, narrativa y drama) Caballero, Decker & Batista (2019);

• Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad –Violencia Contra la Mujer. (Ensayo, 2020);

• Caspa de Ángel - antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico. Batista Ramos & Carvalho Oliva. Bolivia (2020);

• Dueto (Drama, 2020);

• Márcia Batista Ramos: El alma adolorida de Cesar Verduguez Gómez, pg.233 en Lo escrito Escrito Está (50 años de Trayectoria Literaria de César Verduguez Gómez, 2016);

• Anexo en Diablo- Diablada De Oruro Al Mundo – Antonio Revollo Fernández (2019);

• “BREVIRUS Antología de minificciones”, Lilian Elphick Latorre. Revista Brevilla,Santiago de Chile (2020);

Entre otras.

• Poema: “Cómplice”, Antología: LA ESPERA INFINITA II. Chaco de la Pitoreta. Ed. AteA, Honduras (2020).

Publicaciones en revistas y Blogs: 

Revista Regatul Cuvantului, Rumania; Faro Cultural Santa Cruz, Santa Cruz, Bolivia; Revista Oxímoron, Sucre, Bolivia; Abrelatas literario, Santa Cruz, Bolivia; Revista Plaza Catorce, Cochabamba; Revista Culturel, El Salvador; Letras Itinerantes, Colombia; Musuq Nuna, Bolivia; Diario CoLATINO, El Salvador: Centro Cultural Francisco Solano, Argentina; Revista Tabaquería, México; Revista poética "Azahar" de España; Revista Paréntesis, México DC; Piedra y Nido, Argentina; La Literatura del Arte, Paris, Francia; Mi habitación, Chiapas, México; Revista Relieves, Argentina; Revista Brevilla, Chile; Movimiento Poético Riba –Turia, España; Leamos cuentos y crónicas BLOSSPOT. COM, Argentina; Plumas Latinoamericanas, Santiago de Chile, Chile; Bajootroscielos, Barcelona, España; El Espectador, Bogotá, Colombia; Revista Km0, Argentina; Alpiedelapalabra, Argentina; Bloghemia, Argentina; Punto de encuentro, El Salvador; Revista Archivo Del Sur, Argentina; Revistakametsa, Perú; SENDERO BLOG, México; El Dorado, Revista mixturas, Brasil; Nube Cónica, Chile.

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