miércoles, 15 de noviembre de 2017

Un trago amargo

                                               Imagen bajada de Internet



Tumbado en la arena de la playa, Ernst sondea, con la ayuda de una vara, el sitio marcado; cuando topa con algo metálico, aparta la arena que tapa la mina, luego con sumo cuidado desenrosca el tapón y la desactiva. Recuerda sin cesar las palabras del sargento danés: «Hay miles de minas enterradas en esta playa, minas que colocaron vuestros compatriotas; ahora os toca a vosotros desenterrarlas.»

A los cinco meses, la playa estaba limpia. De los catorce presos alemanes, adolescentes y niños, que empezaron la tarea, solo quedaron cuatro.

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