sábado, 25 de noviembre de 2023

Soliloquio de la prisionera (25N)

 



En este día de la No Violencia, quiero compartir con vosotros el poema 'SOLILOQUIO DE LA PRISIONERA' en el que he querido poner mi granito de arena, dando voz a las mujeres que perdieron la suya.











martes, 14 de noviembre de 2023

Lilian Elphick: No sé vivir sin escritura

 

Nos visita esta semana en el blog la autora chilena Lilian Elphick, editora general de la revista Brevilla, dedicada a la minificción y gran difusora del género. La autora,  que dirige talleres literarios desde hace más de treinta años, rememora para nuestro espacio sus inicios en el campo de las letras y nos invita, en primicia, a acompañarla en su proceso creativo.

 

Lilian Elphick


La mano

Escribí mi primer cuento-poema a los seis o siete años. Era la historia de unos ladrones que se roban la Luna. Mi infancia fue marcada por los libros. En casa no había televisión, ni menos internet. Leí (en realidad, devoré) todo lo que estuvo a mi alcance: cuentos, novelas, poesía. Y como me gustaba estar sola, leía y escribía. Durante años tuve un callo en el dedo medio de la mano derecha; ahora, queda sólo un vestigio y un recuerdo de la tinta azul que manchó las uñas, la mano completa, el cuello almidonado de la blusa blanca escolar, los bolsillos de un delantal de estampado cuadrillé donde guardaba piedrecillas, gomas de borrar. Siempre leí y el autor que más me gustó fue ―extrañamente― Kafka. Digo “extrañamente” porque adoraba los poemas de Bécquer y soñaba con pupilas y golondrinas en los balcones de los sueños. Entonces, apareció Gregorio Samsa y destruyó ese romanticismo. Antes de los diez años leí La Metamorfosis, de Franz Kafka. Me sentí identificada con Gregorio Samsa, porque quizás prefería estar en mi habitación leyendo que jugando con mis amigas/os.

Me gustaba el horror, el terror, lo desconocido y no los cuentos de princesas con final feliz. Gregorio Samsa es uno de mis personajes favoritos hasta el día de hoy. Ha influenciado mi modo de ver el mundo y de construirlo en el acto creativo. Me gustan los hechos no resueltos, odio los finales, lo conclusivo. Samsa es un personaje que no acaba, no hay final para él. Quizás de ahí nace su angustia existencial, enlazada al concepto freudiano de lo Unheimlich, lo ominoso, inquietante o, incluso, lo espeluznante.

La mano escribió sola la infancia, el tiempo juvenil; la mano rayó paredes en tiempos de dictadura. Siempre estuvo Samsa para consolarme porque la vida no era como yo pensaba.

La mano robó libros en tiempos de pobreza, a los 19 años, y nunca sentí culpa de ese acto tan artaudiano. Esos libros robados eran mi alimento y mi refugio. También mi rebeldía frente a los años de asesinatos, desapariciones y exilios.

La mano tocó el corazón y dijo: “Seguirás escribiendo”. Y así lo hice.

 

El señor K

Tengo una fusión con Kafka, mi autor favorito. Y gracias a él, a su modo de apropiarse de las palabras y de sentir el hálito de la literatura desde arriba, desde el trapecio, yo escribo. No hay escritura sin lectura. Doy gracias a mi querido señor K, a Clarice Lispector, Marguerite Duras, a Yourcenar, a Cortázar y tant@s otr@s escritor@s, el haberme trazado la ruta de la palabra, haberme entregado sus huellas para apropiarme de esa esencia prístina, única, a veces indescifrable.

Cuando escribo lo hago extrañándome. Porque no es fácil; al contrario, escribir duele, es como si siempre te estuviera pinchando una aguja. Sé de lo que hablo ya que soy coleccionista de cactus y me he pinchado mil veces los dedos. Entonces, los dedos siguen manchados: sangre, tierra, espinas, astillas, esquirlas de escritura que navegan de aquí a allá, al revés y al derecho por una literatura desordenada, desde el trapecio o cayendo al precipicio.

Y la música es esencial para esta manía de poner puntos a la íes y dejar espacios en blanco, golpes: una música fuera de ritmo (o tiempo), es decir, el jazz.

Se escribe desde el amor y desde el odio, sin pensar en el futuro, ojalá ingresando ―como Cortázar― al intersticio, a la grieta, a esa zona de existencia que podría ser un puente de Einstein-Rosen.

Entonces, con la ayuda de Coltrane, Chet Baker y John Lee Hooker construyo unos mundos disociados, sin término, abiertos como flores carnívoras.

 

La mano envejece…

y duele, pero qué importa ya. El callo del dedo del medio de la mano derecha vuelve a crecer, mientras las articulaciones se destruyen. No sé vivir sin escritura, me pierdo si no leo el cuento “Amor”, de Clarice Lispector desde los ojos gastados de tanta imagen, de ese lenguaje maravilloso y profundamente hiriente. Vuelvo, releo y me empapo, me embarro, tengo las uñas sucias de la tierra excavada. Y el silencio. Y la palabra.

 

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TRES TEXTOS DE LILIAN ELPHICK

FRANZ

Tanto he escrito acerca de ti, mi escritor favorito, que me transformo en la próxima página, esa que espera ser descubierta por el registro del suceso y la enfermedad incurable. Peregrinaste de balneario en balneario en busca de mejores aires y tu única exhalación fue la construcción de mundos en donde el absurdo se erguía como monumento a los caídos. Por eso elegiste el trapecio para escribir y vivir siempre en las alturas, en la vacilación, a cargo de tus horas. Supiste domeñar al tiempo que dio, finalmente, un paso al costado.

Vives en todos los que deseen estar en el margen con una astilla de luz clavada en los dedos.

 

EL DOLOR

«Escribo porque olvido/y alguien lee porque no evoca/de manera suficiente

Lingüística General 

                                         (Cristina Peri Rossi)                                       

Desde mis fragmentos y requiebres escribo, tamborileando los dedos en el intento de buscar la palabra precisa que me lleve a los confines de la tierra, donde todo es posible, y el texto se deslice como arena en los zapatos, se haga humo, se impregne de la mirada de los fugitivos que pasan caminando de un país a otro. Entonces, llega el abandono. Los atardeceres nunca serán mejores que el que ahora tiñe mis manos, dándome la historia que no tuve y el amor que no me fue concedido.

 

LA SUCIA ESPERANZA

«Aún me queda una sucia esperanza. Cuento, a pesar mío, con una solución de continuidad del instinto: lo equivalente, en la vida del corazón, al acto del distraído que se equivoca de nombres y de puertas.

 «Antígona o la elección» en Fuegos

(Marguerite Yourcenar)

Como si el retorno a la cotidianidad fuese un remanso en el pedregal de la vida, vueltos los ojos hacia el interior de la mirada; como si no bastara mi amor por ti, ciega ya, tanteando las verdades y las mentiras y los modos de recordarte y atraerte hacia la palabra que entona esa sucia esperanza; abatida, entonces, suelto amarras y te libero, cuerpo mío.

 

Estos tres textos están incluidos en el libro Fuera de tiempo, 2022.

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Fuera de tiempo (ir al libro)



LILIAN ELPHICK

 

Lilian Elphick (Santiago de Chile). Es Licenciada en Literatura por la Universidad de Chile; directora de talleres literarios desde 1990 y editora general de la revista digital Brevilla, dedicada a la minificción. Durante doce años fue editora del portal Letras de Chile.

Ha publicado tres libros de cuentos y ocho de minificción, entre los cuales están Bellas de sangre contraria (Chile, 2009. Premio Mejores Obras Literarias, Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Santiago de Chile, 2010); El crujido de la seda (España, 2016); Capilar (Chile, 2018. Libro seleccionado por el Programa de Adquisición de Libros del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Chile, 2019); y Fuera de tiempo (Edición en papel de Eutôpia Ediciones, Chile, 2022. Edición digital de BGR, España, 2022, en Amazon Kindle).

 

 Más sobre la autora:

Revista Brevilla

Libros de la autora