miércoles, 30 de noviembre de 2022

'La resurrección de Jandra Sweet' hablamos con Mercedes Marín sobre su nueva novela


Mercedes Marín del Valle

En el blog de Nosotras, tenemos la primicia de entrevistar esta semana a Mercedes Marín del Valle, autora de La resurrección de Jandra Sweet, que nos habla de cómo se gestó esta nueva novela, que es ya la segunda de la autora.

―Hola Mercedes. Ante todo, queremos agradecerte tu presencia en el blog y felicitarte por la publicación de tu segunda novela ‘La resurrección de Jandra Sweet’. Tengo entendido que te iniciaste en el campo de las letras escribiendo cuento y microrrelato. Háblanos brevemente de tu recorrido literario hasta llegar al género de la novela. 

―Hola. Gracias por hacerme un hueco en tu blog. Te contaré que empecé, como bien dices, escribiendo cuentos pensando en mis hijos: El rayo de Aurora, Dansilo y Multicolor, Cuestión de fe y algunos otros marcaron un antes y un después en mi vida porque ya nunca dejé de escribir. En ese momento no pensé en escribir microrrelato. Fue en 2013 cuando encontré la página, Esta noche te cuento y me animé a entrar en ese mundo. Me gustó mucho la experiencia y he estado escribiendo en ella hasta hace muy poco tiempo. Un día, allá por 2009 se empezó a gestar una idea en mi pensamiento, era hora de escribir una novela, así fue como empecé en este género, pero tardó un poco en materializarse porque hasta 2018 no vio la luz mi primera novela, El año de las decepciones, luego, en 2021 terminé de conformar a Jandra Sweet.

―¿Cómo surge la idea de este segundo libro y cómo llega a concretarse en una historia tan larga? Acércanos un poco al germen de esta historia sin hacer spoiler, claro. 

―Que sería una historia larga lo tenía en mente desde el principio. Una historia de vida, la de Sheldom, la de Fátima... Cuando estaba terminando de escribir El año de las decepciones, un día, nunca sé exactamente por qué, pero así ocurre, nació el título para esta segunda novela. Mi objetivo con este título se centró en resucitar a una mujer, a una chica ¿pero cómo? A nivel emocional, claro. No podía ser de otra manera. Elegí Argelia por el vínculo afectivo que tengo con una familia argelina, así que investigué sobre la historia de  ese país y elegí un hecho histórico. A partir de ahí todo fue rodando solo. Como siempre digo, por exigencias del guión surgieron los paisajes y los personajes. 

―¿Qué elementos comunes con tu anterior novela resaltarías en esta?

―Son comunes dos personajes que a veces viven la historia como espectadores y otras se sumergen tanto en ella que acaban calados hasta los huesos. Estos personajes son Paula y su pareja, Leonardo. Paula conduce las historias, nos la va presentando, a veces la cuenta ella y otras veces le cede la palabra al propio personaje.

 ―En 'La resurrección de Jandra Sweet' utilizas un juego metaliterario aludiendo a la figura de la escritora, Paula, que intenta seguir el rastro de Jandra y de los distintos personajes, lo cual es, a mi juicio un gran acierto. Sabemos que actualmente estás trabajando en una tercera novela, ¿También aquí, al igual que en las dos anteriores, continúa teniendo presencia la figura de Paula, como escritora ficticia o, más bien, como un alter ego de ti misma?

 ―Efectivamente, Manoli. En esta nueva novela que estoy preparando también Paula y Leonardo hacen su aparición. Una Paula más joven se cuela en la historia principal y nos deja algunos detalles de sus vivencias. 

―Te calificas a ti misma como una escritora emocional, que no romántica, porque te gusta profundizar en las emociones y los conflictos que estas provocan. ¿En La resurrección de Jandra Sweet adviertes alguna evolución frente a tu anterior novela o dirías que sigue la misma línea? 

―He seguido la misma línea, pero en esta novela, la de Jandra, al ser una historia de vida me ha permitido acercarme más a cada personaje y como resultado, el lector también ha podido conocerlos de cerca. Eso crea un vínculo afectivo potente. En mi anterior novela, 'El año de las decepciones', toda la historia transcurre en aproximadamente un año, por lo que, aunque empaticemos con ellos no da tiempo a quererlos tanto.

 ―De entre las reseñas y comentarios positivos hacia esta novela ¿Cuál de ellas escogerías que crees que capta más la esencia del libro?

 ―No sé si capta o no la esencia del libro lo que voy a decir, pero es lo que más me ha gustado escuchar: “Cuando llegaba a casa, cansado del trabajo, con la cabeza llena de preocupaciones, coger esta novela me hacia recorrer las calles de los lugares que describe Mercedes en su novela. Durante el tiempo que la estaba leyendo no había nada en mi mente que no fuera la historia que contaba”

 ―Algo que quisieras decir sobre 'La resurrección de Jandra Sweet' y algo que puedas decirnos sobre tu próxima novela. 

―Sobre 'La resurrección de Jandra Sweet', solo quiero decir que hay que leerla para resucitar una vez más a Jandra. Sobre la nueva novela os puedo adelantar que se viaja también, pero los trayectos son más cortos. Decir además que disfruto mucho escribiendo y que pongo mi corazón en cada uno de mis personajes para que puedan llegar al lector del mismo modo que yo los siento, con sus emociones a flor de piel, con sus luces y sus sombras.


        La resurrección de Jandra Sweet 

Más sobre la autora:

Blog personal

lunes, 14 de noviembre de 2022

Sara Coca: Gracias a la escritura me siento más ubicada en la desazón de este mundo

 

Sara Coca


Nos visita  esta semana en el blog  la escritora sevillana Sara Coca con la que hablamos sobre este vicio de escribir. La autora nos cuenta como fueron sus inicios con los libros y a qué edad comenzó a fabular historias sobre el papel.

1.       Háblanos acerca de tus inicios en la literatura, Sara.

Desde que aprendí a leer, los libros han sido mis compañeros de viaje por la vida. Me encandila leer cuentos. De pequeña le pedía a mi hermana que me contara historias antes de dormir y poco a poco aprendí a nadar entre letras y a bucear en el océano de la ficción. Me ilusiona descubrir diferentes mundos y enrolarme en el velero de la imaginación para surcar otras vidas. Recuerdo que mis primeras lecturas fueron cuentos tradicionales, tebeos y las aventuras de los cinco, hasta que fui surcando otros mares para conocer a Agatha Christie, a Tagore… De hecho, sigo navegando entre libros desde entonces.

En cuanto a cuándo comencé a escribir, recuerdo que ya de niña escribí algún cuento breve, pero fue a los catorce años cuando me decidí con algo más extenso. Escribí “Recuerdos al amanecer”, mi primera novela. Después continué con la poesía y más tarde me decanté por el cuento breve hasta que arribé al mundo del microrrelato y en ese puerto aún resido. El texto breve me sigue fascinando, como si tras esa conexión entre intensidad narrativa y habilidad estilística también escuchase cantos de sirenas.

2.      Cómo surge tu proceso creativo: 

Muchas de mis ideas surgen del mundo onírico. Creo que los sueños, como afirmaban los surrealistas, son importantes fuentes de inspiración. También me atraen las imágenes, la música y el arte en general. Pienso que las distintas facetas artísticas pueden complementarse y sumar así nuevos contenidos a las obras expresivas. A la hora de escribir tan solo necesito cortinas de silencio que me aíslen del mundanal ruido por unos instantes. Fabricarme una isla desierta para contemplar mundos posibles e imposibles. 

3.      Dinos por qué crees que escribes y qué te aporta la escritura:

     Escribo fundamentalmente microrrelato. Me fascina la capacidad del micro para expresar tanto de forma tan breve. Me resulta todo un reto, un juego, como el juego de la vida. Creo que gracias a la escritura me siento más ubicada en la desazón de este mundo tan real que nos asusta.

 

Tres Microrrelatos de Sara Coca

 

Cobro revertido

Solo dos minutos más. Eso era lo que le pedía al futuro. Dos minutos de presente que no se desvanecieran en el tiempo. Un instante para escuchar su voz por última vez antes de que se lo tragara la arena del pasado.

No me olvides, le susurró ella al borde del precipicio del último segundo. Pero el tiempo es ilógico y todo pasa, gira, vuelve a suceder y se olvida. Por eso él permanece aún enrejado en esos dos minutos inmortales, al otro lado de un teléfono mudo. 

Afuera la vida gira.


Comprensión

A mi madre le gusta veranear en casas encantadas. Mientras peor fama tengan, mejor lo pasa. Disfruta como nadie cuando rebusca en los áticos vestigios de espectros. Recoloca sillones y se entretiene cambiando las cosas de sitio o tocando el piano para amenizar las tardes.

Nosotros la dejamos hacer a su antojo. El resto del año debe sentirse muy sola entre tantos vivos.

 

Deshonra

Nada más jubilarse decidió ser otra. Renacer como una vieja nueva o una niña vieja. Por eso se deshizo de cuanto le recordaba a su vida anterior sin remordimientos. Todos sus cachivaches ardieron una noche de San Juan. Ese fue su último conjuro, del que nadie habla. Tampoco nosotras lo contamos, aunque la vean levitar por error en cualquier parte y acaricie el lomo a las escobas. Sería tirar piedras contra el propio tejado. Y nuestra mala fama lo es todo.

 

Biografía:

 Sevilla, España. Periodista, gestora cultural y postgraduada en Escritura Creativa. Ha publicado los libros: Puentes, Micromundos, A qué sabe lo que somos, No quieras saber tanto y Desubicados. Microficciones Audiovisuales. Participa en numerosas antologías de microrrelatos, entre ellas Resonancias, Brevirus, Historias mínimas, Brevestiario, Microfantabulosas y Minimundos. Ha publicado en revistas como Conexión NorteSur, Microtextualidades y Relieves. Asimismo, ha obtenido diversas menciones y premios, entre ellos el I Premio Internacional de Microrrelato de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria y el Proyecto MiRed 2020. Forma parte de la Red de Escritoras de Microficción (REM), Somos Mar y del Colectivo Internacional Minificcionistas Pandémicos.

 

1.      

Desubicados por Sara Coca (Pinchar aquí)

lunes, 17 de octubre de 2022

Beatriz Díaz: 'Escribir me mantiene loca en un mundo de cuerdos'


Beatriz Díaz


En la semana en la que conmemoramos el día de las escritoras, recibimos en el blog a Beatriz Díaz, microrrelatista, que nos cuenta como fueron sus comienzos en el campo de la literatura y la minificción.

1.      Cuéntanos cómo fueron tus inicios en las lecturas y la escritura, Beatriz, ¿a qué edad comenzaste a escribir?

Recuerdo una librería que en realidad era una casa con todas sus estancias repletas de libros. Los había nuevos, pero también de segunda mano. Recuerdo el señor que la regentaba. Alto, mayor, con una tupida barba y siempre sus gafas puestas o colgadas del cuello con una cinta, esto último ya no lo visualizo tan nítido. Es curioso cómo la cabeza, en su papel más fundamental de cofre de los recuerdos, te hace dudar de algunos detalles, pero te muestra con total y absoluta nitidez otros de un pasado que se te antoja ajeno. En cambio, recuerdo perfectamente el olor de aquel lugar. Allí compré “Cuentos por teléfono” de Gianni Rodari, libro que instalé en mi mesita de noche junto al tapete de ganchillo que me hizo mi abuela, la botella de cristal para el agua y una pequeña lámpara. Desde aquel día, cada noche leía un rato y a “Cuentos por teléfono” se le sumaron otros libros que, aunque los hubiera acabado, apilaba en mi mesita. Después de leer, avisaba a mi madre para que viniera a darme el beso de buenas noches y le pedía que me arropara, aunque ya usara sujetador.

¿Y la escritura? La primera forma de escritura para una cría, más allá de los deberes, es un diario. Aunque esto no sea muy original. Luego ya vinieron los poemas de amor de adolescente, seguimos con la falta de originalidad, o la correspondencia con mis primos del pueblo y los relatos e ideas que guardaba en un cajón. Hasta que entendí que escribir me liberaba. Ya fuera un cuento o una queja por una multa de tráfico.

Siempre que surgía la oportunidad de escribir yo me apuntaba, como para la publicación interna de la empresa en la que trabajaba de muy joven. El primer día me tocó escribir la editorial, en realidad iba a ser rotatorio entre todos los que colaborábamos, pero le di un cierto aire de ficción y cuento que gustó. Así que me adjudicaron la sección. Al poco de esto fue cuando sucedieron los atentados del 11M en Madrid. Yo viajaba en tren a Barcelona cada día. Por aquel entonces las noticias no corrían tanto y no fue hasta llegar a mi puesto de trabajo que me enteré de lo que había sucedido. Escribí una editorial que la propia empresa consideró que debía ser el texto oficial de condena de los atentados. En ese instante sentí que escribir era algo que se me daba bien.

Pero luego vino la vida y tuve hijos. Aparqué los cuentos y mi mesita de noche fue invadida por otros elementos. Cuando los niños eran pequeños íbamos mucho a la biblioteca. Un día vi un cartel de un taller de microrrelatos, yo no había oído hablar del género, era el año 2016. Pero el taller se impartía en dos tardes en horario en el que yo debía estar con los niños y mi marido trabajaba. Olvidé el tema. Dos días más tarde fue mi marido el que, estando en la biblioteca, vio el mismo cartel, le hizo una foto y me la envió. Se ocupó de los niños y asistí al taller.

Y desde entonces no he dejado de escribir, quitándome de encima la vergüenza o pudor que me suponía que otros leyeran mis textos y que estos pudieran ser juzgados.

2.       Cómo surge tu proceso creativo, de qué partes para empezar a escribir.

La inspiración es caprichosa, juega conmigo al despiste y acostumbra a pillarme con las manos en la masa haciendo croquetas. Soy madre, trabajo y tengo esas obligaciones satélites que vienen incorporadas a la propia existencia y otras muchas que me busco. Al principio, cuando el taller del año 2016, sí que era más abierta a la inspiración que el entorno me ofrecía. Recuerdo un viaje por una carretera de curvas en Tarragona, una escapada de fin de semana, vi un cartel que indicaba donde estaba la “deixalleria” (vertedero) y el cementerio. Y en ese momento cogí el móvil y me puse a escribir un relato en catalán que me salió del tirón: “La bifurcació”. Envié el relato prácticamente sin retoques y salió finalista de ese mes en el Microconcurso de la Microbiblioteca.

Al principio era así, algo sucedía que me activaba la chispa y me hacía escribir lo que en ese momento sentía. Una vez fue la experiencia de una tarde de compras con niños en el Mercado, con uno que te pide ir al lavabo mientras esperas turno en la pescadería y dejas al otro al cargo de los dependientes y a este, a su vez, del carro y los dos patinetes. Al llegar a casa hice la cena, se la puse a los niños y me senté a escribir en la silla de la cocina. Colgué en las redes sociales esta crónica de una madre como otra cualquiera y una amiga reseñó mi publicación al Mercado. A estos les gustó tanto que contactaron conmigo y me regalaron dos vales de 5 euros cada uno para comprar. Era la primera vez que “ganaba” algo por escribir. Fue curiosa la sensación. Creo que cuando algo me remueve por dentro hace que escriba mejor, cuando lo hago sin tapujos ni autocensuras. El día que murió mi profesor de matemáticas de la escuela, lloré como si fuera la muerte de un padre y escribí. También lo publiqué en las redes, junto con mensajes de otros exalumnos. En el funeral, su mujer, me dio las gracias por mis palabras y en la ceremonia las leyeron literalmente. Sentir que algo que yo escribo pueda llegar y, como acostumbro a decir, despeinar a alguien (emocionar, reír, enfadar, llorar…), me hace sentir una persona afortunada.

Después conocí la existencia de otros concursos como Esta Noche Te Cuento o Zenda y Relatos en Cadena con su versión estival de Relatos con Banda Sonora, y entonces la inspiración vino a golpe de imagen, tema, frase de inicio o canción. Era mi manera de no dejar de escribir, de obligarme a sentarme frente al portátil y dejar que las ideas fluyeran. Y ahí es cuando se hace más difícil, porque te exiges a ti misma una inspiración que sabes de sobras que tiene voluntad propia y no se ciñe a horarios ni normas.

 

3.       Qué dirías que aporta a tu vida la escritura.

Una vez sucedió algo maravilloso, se creó como una especie de comunidad o ritual.

En un concurso al que me presenté era requisito tener un blog propio. Así que creé uno: 'Las rubias con descapotable también saben hacer croquetas' 

http://rubiasycroquetas.blogspot.com

 En el blog empecé con la idea de dos mujeres que hablaban de sus vidas, una morena y otra rubia, por supuesto, con descapotable. Una de esas entradas del blog fue “Reto rojo carmesí”. El efecto de su lectura en mis amistades fue increíble: empezaron a enviarme fotos de sus uñas pintadas. Fue como una especie de reivindicación colectiva.  

Pero luego llegó la pandemia y la “sequía” del blog en sus historias de la rubia y la morena. Sí que he ido publicando algún que otro relato, aunque no están todos.  

El efecto “Reto rojo carmesí” es algo parecido también a las “Crónicas francinas”. A raíz del concurso Relatos en Cadena y su esperada llamada de los lunes, ese día por la tarde/noche, cuando era evidente que no me habían llamado, escribía también la crónica de cómo había sido mi día mientras esperaba que el móvil sonara y no fuera una aseguradora o compañía de teléfonos. Nuevamente causó un efecto en quien lo leía que me sorprendía gratamente. Cuando escribía las crónicas lo hacía sin darle demasiadas vueltas a las palabras, sinónimos o signos de puntuación.

Ahora ya no las escribo, concurso poco e investigo otras maneras de narrar historias, podríamos decir que el proceso de escritura actual es más para adentro y menos de cara al exterior. Aunque tengo en mente darle más contenido al blog. Me hace sentir feliz cuando me cruzo con alguien por la calle y mientras charlamos y nos preguntamos qué tal nos va la vida, me dice, además, que le encantó el relato de la sueca o el huracán. Me vienen ideas a la cabeza y creo que quedan retenidas en algún lugar, que desconozco aún, hasta que puedan ser llamadas de vuelta. Me encanta mi vida, pero me gustaría tener dos, otra más. En la otra viviría en un ático, probablemente en Madrid, y me encerraría con una vieja Olivetti. Mientras tanto, me gusta jugar a imaginar ser quien yo quiera cuando me enfrento a una hoja en blanco y el cursor parpadeante. Eso es la felicidad y puedo contarla en y con palabras. Y en mi mesita de noche sigo apilando libros y en mi cajón, sueños.

 

LA ETERNA VIUDA

Ella nunca había sido de mostrar sus sentimientos, y menos en público, pero en el entierro de su marido le dio por llorar y ya no pudo parar. Era tal la mezcla de intensidad y elegancia que fue felicitada por los familiares, amigos, conocidos o simplemente curiosos que habían asistido. Su fama llegó a cada uno de los pueblos de la demarcación, lloviéndole los contratos para que fuera la viuda de todo funeral que se preciara. Pero un día se enamoró de nuevo, volviendo a sonreír. Ya no lloraba con la misma emoción de sus inicios y decidió dejarlo. Sin embargo, los alcaldes de los pueblos afectados se reunieron de urgencia; la situación era de extrema gravedad y debían encontrar una solución. Por unanimidad acordaron que, tras la inminente boda, un fatal accidente la sumiría, de nuevo, en la mayor de las tristezas.

 

EL CABALLERO DESCONOCIDO

Ahí, tras la pantalla, es imposible que percibáis el frío que cala los huesos en estos verdes y frondosos bosques. O el olor nauseabundo de un grupo de hombres malviviendo en comuna. Sin agua, sin comida. Que ya no sé qué es peor. Tener que vigilar dónde pones el pie, llena como está la tierra de defecaciones, o dormir junto a torres inmensas de huesos y carne que no sólo roncan, sino que también han de compensar en las noches la ausencia de hembras. Me ven como a un líder porque mantengo las distancias. Me aíslo en un rincón tallando figuras de madera, cuando por dentro soy yo el que se carcome. Soy un héroe, robo y reparto. El valiente que no teme a los soldados. No, no los temo. Pero ahí, sentados en vuestras butacas, todo os parece fácil. Sabéis que esto acabará bien. Pero no es así, porque yo con quien quiero casarme no es con la bella Marian, sino con él.

 

EXPERIENCIA BONNIE & CLYDE

Salimos del banco disparando al aire. Cuando llegamos a nuestro escondite esparcimos los billetes por todas partes; la adrenalina del atraco excita nuestros cuerpos y lo hacemos allí mismo, sin importarte que aquello no sea muy higiénico. Cuando acabamos, te levantas y caminas totalmente desnuda y desinhibida hacia el baño. Yo te observo embelesado, pero en la parte inferior derecha de mis gafas aparece el símbolo de batería baja. Una vez volvemos a nuestra realidad, coges el bote de lejía y lo limpias todo. Por si acaso, me dices, mientras te abrigas con tu vieja bata de estar por casa.

 

HURACÁN

El viento del norte trajo al sonrosado y rollizo bebé de los Smith, perfecto para ser el hijo de un granjero. Fue el viento del sur el que, sin embargo, dejó en casa del Sr. Grant, el notario, a la delicada niña de piel blanca como la leche y ojos azules. El día de la llegada de nuestros gemelos hubo viento del este y del oeste; desde entonces no se ha producido de nuevo tal casualidad, y los otros niños que fueron llegando lo hicieron de uno en uno. El pueblo se llenó de vida. Construimos una escuela, columpios para las zonas ajardinadas, y pronto nos acostumbramos a las risas y los juegos. También a los gritos y las peleas, y a los dulces besos y abrazos para los que nadie nos había preparado. Los años transcurrieron en un suspiro y, cuando quisimos darnos cuenta, los niños habían crecido dejando atrás canicas y coletas. Un día salieron a la calle, ya no iban de nuestra mano, y dejamos que el huracán los alejara de nuestro lado. Las casas resistieron con nosotros dentro. Y cuando la brisa anuncia su visita, nos asomamos para verlos llegar. A su lado caminan otros hijos del viento que, cuando se echan a nuestros brazos, nos llaman abuelos.

 

ESTUDIANTE DE INTERCAMBIO

En el momento en el que nuestra hija nos anunció que esta noche iba a venir a cenar con su novio sueco y los padres de él, ya sentí pereza. No me acostumbro a ver que se ha convertido en una adulta. Han llegado puntuales y les hemos ofrecido tomar una copa en el salón antes de la cena. Les observo mientras hablan y beben. Él, el padre, debe rondar los cincuenta, tiene un acento extraño y me cuesta entender su inglés; en cambio ella estuvo en nuestro país cuando era joven y sabe nuestro idioma. Mi mujer parece encantada con la idea de unos consuegros suecos, incluso explica un chiste sin gracia de Ikea. Será por los nervios. Nuestra hija también está inquieta, ambos lo están, parecen muy enamorados. Y ahora me planteo cómo explicarles que lo suyo no va a poder ser. Dicen que las hijas suelen buscar a un chico que le recuerde al padre. Debo reconocer que existe bastante parecido si lo comparamos con una fotografía mía con su edad. Qué poco queda de aquel chaval. Pero ella, su madre, la sueca, aún conserva el encanto de entonces; aunque se haga la disimulada riéndose del chiste de Ikea.

 

PUNTO DE PARTIDA

Remuevo nerviosa el café, sentada en la mesa junto al gran ventanal. He traído, como me pediste, la caja donde guardábamos nuestros recuerdos. Miro impaciente la puerta de acceso, hasta que te veo entrar. Aparto rápidamente la mirada, aunque puedo apreciar cómo has cambiado. Pareces un anciano respetable. Vienes directo. Antes de tomar asiento te indico que cometes un error. Señalas decepcionado la caja. La ha olvidado una señora que parecía tener prisa, contesto. Me despido amablemente y te doy la espalda. Para cuando te des cuenta de que te llamé por tu nombre, yo ya estaré lejos.

 

LA BIFURCACIÓ

De tota la vida la deixalleria era acabant el poble a la dreta, i el cementiri, a l’esquerra. Aquell matí però, els veïns de Fossar de Dalt que van voler acomiadar al vell i conegut Tomàs, van haver d’agafar el camí de la dreta, tot fent pujada, segons el nou avís. Amb la pena ningú s’ho va qüestionar, la vídua amb els ulls plorosos no podia més que seguir els passos dels seus veïns, tot recordant i enyorant al vell Tomàs. De tornada, i fent baixada, les llàgrimes s’assecaven i acomiadar-se d’en Tomàs no es feia tan pesat. Varen començar les preguntes, qui hauria decidit aquell canvi? Estaria còmode en Tomàs dins d’aquella banyera rovellada tota l’eternitat? Arribats a la bifurcació es van creuar amb en Joanot, ben carregat amb la seva vella i trencada bicicleta, tot agafant el camí de l’esquerra sense aixecar la vista del terra per veure el nou avís. Ningú però va gosar en preguntar-li res. En part perquè en Joanot era el fill del nou alcalde i perquè aquella bicicleta ben mereixia un bon descans, les vistes i el sol de tarda del cementiri, perdó, de la nova deixalleria, no tenen preu. La seva pena però trigaria més en marxar, la nova deixalleria de tornada fa pujada.

 

Biografía:

Beatriz Díaz Rodríguez (Mataró, 18 de marzo de 1977)

Estudié la licenciatura de Administración y Dirección de Empresas en una época en la que todas debíamos ser economistas o abogadas, pero yo lo que quería era haber estudiado Comunicación Audiovisual. Sin embargo, siempre he buscado acercarme a la creatividad y la escritura y nos hemos convertido en compañeras de piso.

Mis relatos han sido seleccionados en el Microconcurso de la Microbiblioteca o en Esta Noche Te Cuento, apareciendo publicados en sus recopilatorios, también en Zenda y Relatos con Banda Sonora. Se han publicado textos míos en el libro “Los locos del microrrelato” e intento mantener un blog con vida a pesar de la propia existencia.

Me pongo muy seria cuando pronuncio mi nombre del tirón, apellidos incluidos, porque me parece dificilísimo. Y me gusta recordar que nací en Mataró, aunque ya no viva allí ni vea el mar, pero también que mis raíces son sevillanas y que adoro los molletes de Marchena.

Hacer croquetas puede llegar a ser un arte y escribir me mantiene loca en un mundo de cuerdos.


Más sobre la autora en:

http://rubiasycroquetas.blogspot.com

domingo, 2 de octubre de 2022

María José Escudero: 'Escribir es una urgencia, escribo por necesidad'

 

María José Escudero

Recibimos en el blog en nuestra sección de escritoras a María José Escudero, autora de bellos cuentos publicados en diversas antologías, que nos comparte varias de sus inquietudes literarias y creaciones. Cedemos la palabra a nuestra autora invitada, que se remonta en su memoria a la infancia para hablarnos de su afición a las letras:


Para empezar, debo decir que la afición a la lectura y a la escritura me acompaña desde la infancia. Aprendí a leer, supongo que como todos, de la noche a la mañana. Pasé de atragantarme con las letras a verlas colocadas armoniosamente por todas partes. Una sensación de entusiasmo iluminó mi pequeño mundo y consiguió que caminar por él fuera mucho más sencillo: “Panadería”, “Colegio”, “Cuidado con el perro”, “Entrada”, “Salida”, “Prohibido jugar a la pelota”, “Hospital”… 

Después, muy temprano también, escribir se convirtió en una urgencia secreta y, ya adolescente, empecé a escribir mis primeros poemas. Sin embargo, tuvo que pasar mucho tiempo antes de que me atreviera a mostrar lo que guardaba en mis cuadernos. Un día, no muy lejano, se me ocurrió participar en un certamen de poesía y el hecho de quedar finalista, no solo me animó a participar en otros concursos, sino que me alentó a explorar nuevos caminos en el mundo de la Escritura. Acudí a talleres de Escritura Creativa  y así fue como descubrí  el Microrrelato, género narrativo en el que me siento muy a gusto y que me ha proporcionado muchas  satisfacciones, como conocer a estupendos cuentistas y también la estimulante alegría de ver mis relatos publicados en distintas antologías.

Mi fuente de inspiración está, con frecuencia, ligada a las historias familiares y a mis propias vivencias. Una conversación en el autobús, un suspiro en el ascensor, unas notas musicales,  una noticia, una fotografía… Cualquier cosa del mundo que me rodea puede hacer saltar la chispa de una historia. Escribo por necesidad, para canalizar mis arrebatos de inquietud y creo, sobre todo, en el trabajo, en mi opinión, es la manera de estimular el impulso creativo. Por eso, además de leer todo lo que puedo, escribo un poco cada día, aunque reconozco que, de vez en cuando, se dan esos momentos especiales en los que las musas ayudan a pulsar el teclado.


LOS SUEÑOS DE LAS MUJERES OLVIDADAS

Claribel

—No se preocupe, doñita. Le dejo en buenas manos—susurra con acento afable mientras la hidrata con amor. Mi prima es rebuena y trabajadora—recalca. Ayer lo hablé con su hijo de usted. Ya reuní dinerito para comprarme una choza en el municipio. Es hora de regresar, chera. Tengo diez años de estar acá y dos hijos que crecieron sin mí.

Emelys

Sus manos delgadas se cansaron de bordar miseria a la luz de las velas, toda ella se hartó de inclinar la espalda, de tener vacía la barriga y la fresquera. Allá quedó su hijo mayor: “Haga caso a su abuela, se lo ruego, y no se mezcle con los chicos malos de la cancha, no le vayan a embuchacar. Pero Kevin se viene conmigo, ¡eh!  Kevin irá a la escuela, y  se recibirá, y comerá todos los días… Voy a buscar oficio y, si Dios quiere y nos da salud, no regresamos”.

Pilar

—Mire, compa. Parece que la señora se emocionó.

Una lágrima resbala por el rostro arrugado de la anciana impedida. Aún no ha extraviado el recuerdo de aquel invierno que partió con su marido hacia Dusseldorf para llenar de futuro una maleta de cartón.

 

EVA ES UN NOMBRE FICTICIO

Eva, a veces, recuerda que está viva y respira en alto. A veces, también sueña y si no fuera porque su marido ha colocado un quitamiedos en el alféizar, arrojaría el delantal por la ventana y se escaparía a conocer el mundo montada sobre la alfombra del pasillo. Y es que Eva, a pesar de los sentimientos que la sujetan, hay momentos que se siente capaz de aflojar todos los nudos. Pero hay otros, sobre todo cuando los anhelos la acechan, que se arrima al botiquín y coge una pastilla, luego, echa un trago y entona una canción suave, ligera —como un sortilegio para espantar los susurros provocadores del extractor y olvidar el silbido imperioso de la olla—. Después, pica algo de la nevera y, empujada por la costumbre, retoma sus faenas. Así, entre trago y pastilla, fregar y planchar la ropa, se le va pasando el momento. Entonces, con una mezcla de fastidio y desencanto, se mira en el espejo y se pregunta: “¿Qué he venido a hacer aquí?”.

Al final del día, Eva se acuesta y se repliega. Y los sueños los deja estacionados debajo de la cama, junto a las chancletas.

 

LA CORTA VIDA DE UN LOTO BLANCO

 “Al principio, me sentí halagada. No me daba cuenta de que todo era una encerrona, como cuando Amul, retozón y bullicioso, me impedía el paso en el callejón. Y, aunque el hombre era tan viejo como mi padre, parecía bueno y sosegado. Reconozco que me complacían sus regalos. Sobre todo, los dulces de colores y aquella muñeca que tenía más vestidos que todas mis hermanas y yo juntas. Tampoco negaré que me cautivaron los aretes dorados y el payal, que cerré los ojos y me los dejé colocar por sus manos invernales y rugosas. Sí, es verdad, todo aquello me agradaba. Sin embargo, ahora, él y la noche llegan de repente hasta mi lecho con su aliento enojoso, y ya no me agrada, no…

Ramya dice que he tenido mucha suerte de ser yo la elegida, que ya no andaré descalza por las calles estrechas, que seré rica. También me susurra, entre risas, que me quedaré viuda pronto. Pero seré yo quien muera antes, lo sé muy bien, porque mi amigo Amul, distante y silencioso, ya ni me mira”.

(Nota escrita por Denali  y abandonada junto a su sari nupcial antes de arrojarse sobre las oscuras aguas del lago de Pushkar)

 

 

EL BOSQUE SAGRADO

Nunca había entrado allí. Estaba prohibido. Pero después de dos años de férreo adiestramiento, había sido elegida. Al principio, deambuló sin rumbo en busca del lugar indicado, hasta que el murmullo de una cascada y los colores del bosque le mostraron el camino. Atendiendo a consignas aprendidas, ignoró el aullido alargado de los lobos y contempló con fervor la luz temblorosa que se colaba entre las ramas y rompía la oscuridad de aquel monte vedado. Luego, recostada sobre la hojarasca, esperó. Los buitres negros, con sus inmensas alas, se movían inquietos por el hayal, pero su mirada se rendía y sólo notaba el cosquilleo de las moscas sobre sus párpados y permitía que las hormigas de fuego hicieran su trabajo.

En sus reuniones secretas su Ángel Custodio la había animado —con letanías y promesas— a explorar la magia de su cuerpo y la había preparado para el ritual. Él mismo le había otorgado la droga liberadora para enfrentar su nuevo y divino destino.

El suelo vibraba cuando hallaron sus restos esparcidos entre las raíces de los árboles. Muy cerca y aún intactos, permanecían los zapatos de su graduación: La Norma de La Comunidad le exigía entrar descalza en el paraíso.

 

ENCIERRO

Surgieron por la cuesta de Santo Domingo. Eran cinco toros tatuados con pañuelo rojo anudado al cuello. Entonces  ella quiso huir, pero no había burladero. Babeantes y beodos, la empujaron, la arrastraron y, sobre un lecho de vómitos y orines, la embistieron. Mientras, en la calle sorda, continuaba la fiesta.

RECUPERANDO SUEÑOS

Lo había meditado bien. Por eso, antes de partir, dejó la mesa puesta y un poema en la nevera. En la calle la esperaban, con los brazos abiertos, un día azul y un hombre con chistera. No pudo evitar mirar atrás: sólo quería  asegurarse de haber cerrado bien la puerta.

ESCENA FINAL

Tras el “silencio, se rueda”, la cámara enfoca a la actriz principal que viste con el típico desaliño de una mujer que se siente poca cosa. La escena tiene lugar en un espacio asfixiante y sombrío y le da la réplica un actor de imagen vulgar que, con poco maquillaje, queda perfecto para el papel. De repente, ella hace un movimiento brusco, inesperado y al mismo tiempo grita: “Ya puedes decir que te duele más que a mí, ahora sí que lo puedes decir”. Visto entre bambalinas parece como si se hubiese salido del guión y nos perturba un poco. Todavía ignoramos la causa de su arrebato y nos preguntamos a qué viene esto. Pero, según iremos descubriendo a través de algunos flashbacks, el personaje se ha cansado de ocultar su mirada herida  y no ha podido contenerse.

“Ahora sí que te duele más que a mí”, repite y repite, se desgañita transfigurada. Luego, tras escucharse un portazo, hace mutis por el decorado. Y lentamente, la cámara desanda el camino por ella andado hasta enfocar al hombre que, encogido, gimotea y trata de hacerse un torniquete con un paño de cocina.

—¡Corten! —ordena el director—. Es la toma buena.


BIOGRAFÍA

María José Escudero Cuevas (Santander, 1957)

Estudios de Pedagogía y Relaciones Laborales

 Mis relatos se han publicado en antologías de diversos certámenes literarios como Esta Noche Te Cuento (mi principal fuente de aprendizaje), Sol Cultural, Cincuenta Palabras… También en” Los Locos del Microrrelato”, “Un Tiempo Breve”…

Ganadora del Concurso de Microrrelatos “Villa de Noja” 2022 del  Ayuntamiento de Noja (Cantabria)

Segundo Premio de II Certamen de Relatos Cortos  2022 de la Asociación Cultural Iguña (Valle de Iguña, Cantabria)

 

jueves, 22 de septiembre de 2022

Mar Horno: 'Me gusta llevar la realidad hacia lo imposible'


Mar Horno

Siguiendo con los encuentros literarios y con la intención de visibilizar a autoras del distinto panorama actual (no solo del mundo editorial, sino de páginas web de escritura creativa, programas radiofónicos, revistas, redes, foros y demás mundo digital) recibimos esta semana en el blog nada menos que a Mar Horno, que acaba de ganar el IV premio de microrrelatos IASA, uno de los más prestigiosos que se convocan en España sobre el género, con su texto 'Geometría familiar'.

Hola, Mar.  Ante todo trasmitirte nuestro agradecimiento por dedicarnos unos minutos de tu tiempo al pasarte por nuestro blog. Háblanos de tu pasión por las letras y de tus inicios en la escritura.

           Es un placer estar en este blog, Nosotras, que escribimos. Muchas gracias por vuestra invitación.

Siempre digo que soy más lectora que escritora. No entiendo la vida sin los libros y la lectura. No ha pasado un solo día de mi vida en el que no haya leído. Entiendo la literatura como pura evasión y divertimento, y después, conocimiento.

Mi pasión por escuchar historias se remonta a mi niñez. Mi abuela me contaba muchos cuentos de tradición oral y otras historias que ella se inventaba, incluso poesías. La mayoría de temática religiosa, historias de terror y también de amor. Ella era analfabeta pero contaba unos cuentos maravillosos.

En mi casa no había libros. Yo soy hija de la biblioteca pública. Allí me inicié primero con los cómics, Tintín, Astérix y Obélix, Mortadelo y Filemón, luego las colecciones de Los Cinco, Los Hollister, Los Gemelos. La aventura, el misterio, el terror, siempre han sido mis géneros favoritos.

Mi primer libro me lo compré con mis propios ahorros cuando tenía diez años. Era un libro de Cuentos de los hermanos Grimm. Todavía lo guardo como un tesoro. Y desde estonces no he dejado de comprar libros, mi casa está llena de ellos.

Las lecturas de mi adolescencia son las que más me han influido, supongo que porque cuando somos jóvenes todo lo  vives con más pasión y las emociones están por estrenar. El cuento gótico de finales del XIX y principios del XX era una de mis pasiones y lo sigue siendo hoy en día. La literatura fantástica de la mano de Tolkien. La poesía de la Generación del 27. El realismo mágico de Gabriel García Mázquez. La novela policíaca de la mano de Agatha Christies y Conan Doyle.

Sin embargo, aunque durante mi niñez y mi adolescencia había escrito relatos e incluso había ganado algún premio, nunca me había planteado escribir en serio. No sentía esa necesidad. Los escribía un poco para mí misma, como diversión.

Hasta que en 2011 me topé con el microrrelato.

Leí por casualidad un microrrelato en Internet y quedé abducida. No podía creerme que un texto tan corto pudiera decir tanto y de forma tan bella. Fue un vendaval que me llevó por delante.

Me impresionó tanto este género que me planteé escribirlo microrrelato de forma seria. Así que, de la noche a la mañana, con 40 años, dos niñas aún pequeñas y sin apenas tiempo libre, me lancé a esta pasión que aún hoy conservo.

Me matriculé en  un curso de escritura creativa con Clara Obligado, me abrí un blog llamado Maremotos con ayuda de un tutorial de Youtube y me lancé a escribir y a presentarme a todos los concurso de microrrelato que se convocaban. Para mi sorpresa, empecé a ganar algunos de ellos casi inmediatamente y la editorial madrileña Talentura me propuso publicar.

Publiqué mi primer libro de microrrelatos en 2012, “Precipicios habitados”, que quedó ese año entre los cinco finalista de los Premios de Narrativa de Alcalá.

En 2022 he publicado el segundo, “Náufragos el Océano Índigo” con la editorial Bululú. He tenido la alegría de que a principios de septiembre ha sido elegido entre los diez libro finalistas en el Premio Setenil al mejor libro de relato publicado en 2022. Estoy muy contenta y orgullosa.

He tenido la suerte de encontrar mi propia voz, un estilo personal, una manera de contar las cosas que me han distinguido quizás de otros microrrelatistas. El surrealismo. Me gusta llevar la realidad hacia lo imposible. Los hechos que me inspiran son las cosas que me rodean pero me gusta contarlas de forma distinta, a través de la ficción y la fantasía. Utilizar el doble sentido de las palabras, jugar con el sentido literal y el figurado y manejar a mi antojo el surrealismo. A mí todo me vale para zarandear al lector, para sacarlo de su zona de confort y de lo cotidiano. Para sorprenderlo.

Me gusta escribir porque me divierte y me hace feliz. Me olvido de todo mientras escribo. Es una terapia, una tabla de salvación en esta vida de locos que llevamos todos. Y me gusta escribir microrrelato porque es un reto. Encontrar una buena historia, contarla en  cien o doscientas palabras y darle un buen final, me apasiona.

Yo soy una escritora que dependo de la inspiración. No soy una escritora de mapa sino de brújula. Casi nunca se me ocurre una historia cerrada sino retazos de algo que puede ser bueno. Hasta mí llega una frase hecha, una conversación, una canción o una situación que me inspira el comienzo de un microrrelato, pero luego, la historia es la que me tiene que decir al oído por donde quiere ir. Si la historia se calla, no logro terminar el micro. Tengo muchos microrrelatos en un cajón porque no los llego a terminar.

Yo creo que mi única virtud como escritora es tener una imaginación inusual. Se me ocurren muchas historias que pueden parecer extrañas pero que para mí son normales porque desde que era pequeña he tenido mucha imaginación.

 Por ejemplo: subo al dormitorio de mi madre a buscar algo que me ha pedido de su cómoda. Encuentro allí las sábanas de su ajuar, limpias y perfumadas pero nunca estrenadas, y pienso, ¡qué vida más desperdicia la de estas sábanas! Se han pasado la vida en un cajón cuando su misión es arropar cuerpos dormidos o cuerpos que se aman. Pues así, todo.

            También busco la inspiración leyendo a los microrrelatistas que me gustan. Leer a los buenos siempre te da ideas. Pero casi siempre es la musa la que me busca y me cuenta un cuento al oído. A veces se queda dormida, pero otras, logra narrar la historia completa. Y entonces, se produce el milagro.


DESARMABLES

Emilia lo desarmó. Fue mirarlo, sonreírle y sus brazos, orejas, piernas, corazón, todo al suelo. A ella no le debió disgustar porque se agachó con elegancia y recogió hacendosa cada miembro. Luego, por la noche, lo armó con paciencia e hicieron el amor con cuidado para no perder ninguna pieza en las desaforadas embestidas. Tenía cierta pericia porque ya le había ocurrido varias veces. Los hombres son tan desarmables, decía. Pero a veces las articulaciones cogen holgura y ya no hay remedio, algunos de ellos se vienen abajo definitivamente. De tanto amar y desamar, de tanto armarse y desarmarse.

CIELOS

Fueron tantos muertos durante la pandemia, tantos, que hubo que organizar los cielos. Los mayores al cielo de los perros, que ya no hay sitio en el de los hombres. Sin duda, allí serán felices los suicidas octogenarios que desafiaron un sinfín de veces a la muerte, los sabios más por viejos que por diablos, los artríticos lentos como tortugas, los curtidos lobos de mar, los valientes de causas perdidas, las madres de antiguos niños muertos, los audaces sin pelos en la lengua o los tardíos deportistas extremos. No recibirán ni un ladrido reprobatorio y solo se les exigirá una conducta medianamente canina, como amarse a mordiscos, redimirse a lametones o revolcarse en el consuelo. Habrá ciertas normas, eso sí. No podrán perseguir gatos. Pero, como decía mi abuela, ningún paraíso es perfecto.

PERDER EL NORTE

El marido de Bárbara siempre llevaba una brújula en el bolsillo. La sacaba con frecuencia y se quedaba tranquilo cuando veía la manecilla señalando el norte. Le gustaba sentir ese magnetismo invisible que le indicaba la dirección de la cordura. Un día lavó sus pantalones sin mirar lo que había dentro y la aguja imantada se volvió loca con las vueltas. Él no pensó que se hubiera estropeado y tampoco se dio cuenta de que en vez de ir al trabajo, fue a pasear al parque; en vez de ir a la compra, entró a comer en un restaurante y en vez de volver a casa, se fugó con su secretaria. Bárbara lloró desconsolada. No tanto por el abandono de su esposo como por la lavadora. También se había averiado. Ahora, las blusas y vestidos limpios se desprendían con elegancia de su cuerpo para volar hacia el sur siguiendo a las bandadas de patos. Incluso, un ganso se enamoró de una de sus preciosas faldas de flores. No le quedó más remedio que sobreponerse. Tuvo que acostumbrarse a ir desnuda.

 

PERCHAS

Sabes que me encantan y siempre te quejas de que la casa está llena de perchas. Perchas incongruentes, excéntricas, desconjuntadas, que he ido comprando, incluso adoptando, a lo largo de mi vida. Como aquella que encontré tirada en un callejón, olvidada después de años de ofrecer su utilidad callada, su ayuda desprendida. No tuve más remedio que traérmela a casa. O aquella del rastro que nadie quería porque estaba astillada y le faltaba un colgador, como si ser viejo y amputado fuese un pecado. Diríase que las colecciono de forma enfermiza, aunque tengo que decirte que no, que las necesito. No puedo explicártelo, pero al abrir la puerta, cuando vengo sofocada de la calle después de un día de perros, con las manos ocupadas, incluso la boca, necesito verla allí, en el recibidor, con sus ganchos generosos y ofrecidos sin pudor para que cuelgue bolsos, impermeable mojado, cansancio, hastío, problemas. Y entrar en casa desprendida de todo lo que es una carga, un peso… Eso, no tiene precio. Son para mí perchas oasis. Perchas consuelo. Perchas salvavidas. Todas. Las del armario del dormitorio, para que no se arruguen mis vestidos, tus camisas, aquella corbata horrible de la boda e ir con prisa porque llego tarde a la oficina o a la cena y encontrarlo todo allí, ordenado. La metálica del baño, donde siempre espera el albornoz suave y solícito para limpiar mis ojos de espuma y envolver mi cuerpo que tirita. La de detrás de la puerta de la habitación de invitados, que recibe ansiosa las batas de mis amigos, recién compradas para el viaje anhelado de reencuentro. El perchero trasnochado del pasillo que sostuvo fiel el sombrero de mi abuelo, donde lo colgaba todas las noches junto a su dura vida de fieltro gastado. Las perchitas de colores de la cocina, alegres de sostener sin esfuerzo a las livianas servilletas, serviciales siempre a las manos que huelen a nuez moscada, perejil y canciones tarareadas. Y, sobre todo, la percha que hoy me sirve para decirte, que, desde hace un tiempo y sin pretenderlo, estoy colgada de otro hombre.

 

SEMBLANZA LITERARIA

Mar Horno (Torredonjimeno, Jaén, 1970), se licenció en Documentación por la Universidad de Granada y actualmente trabaja como documentalista audiovisual en Canal Sur, la Radio Televisión Pública de Andalucía.

 Se adentró en el mundo del microrrelato en 2011, género en el que ha destacado con multitud de premios como La Microbiblioteca, Relatos de viajes de La Ser, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Trabajar en Documentación de la Universidad de Salamanca, Purorrelato de Casa de África, Premio Molino Bonaco, Premio de microrrelato Baños de la Encina, Abecedario Solidario de la Universidad de Jaén, Premio de Relato Corto Villa de Sabiote, Premio de microrrelato del Ayuntamiento de Quesada, Premio de Microrrelato Antonio Garrido, Premio EMT Madrid o Premio 10 años de ENTC. Además fue finalista anual dos temporadas seguidas en Relatos en Cadena de La Ser. El último de sus premios ha sido la IV edición del Premio Iasa de Microrrelato.

 Sus textos aparecen en importantes antologías del género como Los pescadores de perlas, De Antología la logia del microrrelato o Un tiempo breve. También en medios digitales como Amanece Metrópolis o Liebre por gato de Infolibre, así como en prestigiosas revistas como Quimera o Revista Litoral.

 Publicó en 2012 su primer libro de microrrelatos, “Precipicios habitados”, con la Editorial Talentura, que quedó entre los cinco finalistas de los Premios de Narrativa “Ciudad de Alcalá” del Ayuntamiento de Alcalá de Henares (Madrid).

En febrero de 2022 publicó su segundo libro, “Náufragos del Océano Índigo” con la editorial Bululú, que acaba de ser seleccionado como finalista del Premio Setenil al mejor libro de relato publicado en España.

 

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Más sobre la autora: 

MAREMOTOS (Blog, pinchar aquí para ver)

Naúfragos del océano Índigo (libro)

martes, 13 de septiembre de 2022

Montserrat Espinar Ruiz: Escribo para equilibrar la incertidumbre de un futuro


Montserrat Espinar Ruiz

Nos visita en el blog una de las grandes autoras del género del cuento, Montserrat Espinar Ruiz, escritora valenciana, premiada en innumerables certámenes sobre el género. Preguntamos a Montse sobre su proceso creativo, tratando de indagar en la respuesta a esa necesidad intrínseca de escribir y plasmar historias sobre el papel. 

''Escribo para lustrar mi niñez, para matizar el presente, para equilibrar la incertidumbre de un futuro. Porque en la escritura todo es ese instante que siempre se escapa. Escribo porque soy letras y así perfilo mi identidad, escribo por si alguien, algún día, quiere deletrearme.

 No sigo ningún sofisticado patrón. Más bien me derramo. Cuando todo está vertido, acomodo.

Desde niña descubrí la escritura como una terapia, como un discreto confidente en quien depositar el desorden interno. La lectura fue algo más tardía, cuando nació la curiosidad, pasada la adolescencia.

 Me inspira todo lo que entra por mis sentidos. Soy muy observadora. Un gesto, una palabra, un olor, un tic son capaces de activar el deseo de escribir. De repente algo me conmueve, me estira y necesito acercarlo a mí para borrar el misterio que lo tiñe. 

Vivo la escritura como una pulsión, como una necesidad de resucitar historias de mujeres que la inclemencia del tiempo pretende silenciar''.

(Montserrat Espinar Ruiz)

      Amores imperfectos 

(XIX Paraules d´Adriana 1º Premio Año 2020/03)

Matilde mira sobre el lecho con la muerte engastada en su retina. El murmullo es leve, pero ella lo siente como un zumbido venenoso. El paso de la mañana se ensaña con las ventanas y las paredes de la casa; la alta temperatura lame la vivienda. El calor le corre por las sienes, por el cuello, entre los pechos. Un galope desapacible. Más gente, el dormitorio se estremece abarrotado. Una losa de lamentos se desploma acabando con el aliento de todos. Alguien calma la furia espantando con un trapo las moscas que intentan acercarse al catre. Desaliento. Las cortinas escenifican un baile desesperado. El fuego del aire las obliga a cabriolar de forma inoportuna. Matilde no puede llorar, ni siquiera parpadea, tan solo observa, como un toro de miura, la despedida de una mujer asesinada por su propio padre.

 

22 de septiembre de 1946

Querida madre

No sé qué atrevimiento me conduce de forma imprudente a escribirle esta carta. Ya sabe mis respetos y mi admiración por usted. Desde niña me crió en el amor y la comprensión, en la ayuda y la condescendencia y ahora, ésta que le escribe es su hija, el resultado, quizá, de una madre tan singular como usted.

El sufrimiento me corroe ante la certeza de su amargura ante mi desaparición. Sepa que no tuve otra. Y le escribo precisamente a usted y no a padre ni a la tía Luisa, porque las dos conocemos nuestra complicidad, las dos guardamos, como joya única, aquellas conversaciones inacabables mientras paseábamos en bicicleta con pantalones y a escondidas de padre y del mundo, tanto me escuchó y tanto le conté…

Ahora que recuerdo nuestras travesuras por el monte, me río sola evocando los momentos que buscábamos para cortar y coser ropas cómodas y poder así disfrutar del ejercicio. Qué alivio y qué libertad abandonar las sayas y enfundarse en la ligereza de los camales de algodón. Esos momentos y tantos otros los añoro con toda mi alma.

Volviendo a lo que nos ocupa, madre. Ya conocía usted a Beatriz desde muchos años atrás. No sé si le conté que yo la descubrí cuando, de cría, regentaba la tienda de las legumbres. Una mañana entré a comprar. Tras el mostrador no había nadie, ni un alma. Esperé. Al rato hice sonar una campanilla que encontré prendida de la puerta, a modo de reclamo. Nada. Miré donde la vista me alcanzaba, hacia la trastienda. Tan solo la tenue melodía de una composición clásica llegó a mí para desquitarme de la vergüenza y lanzarme a curiosear. Caminé sigilosa. Algo me invitaba a averiguar de dónde provenía esa cadencia grácilmente perturbadora. En la penumbra la encontré, cuerpo de perfil descansando sobre una pierna extendida hacia atrás, manos formando armónicas figuras, cuello de cisne. Una escena angelical, madre, un querer que se me coló sin compasión.  Y no me diga que son extravagancias mías, no, se lo pido por favor, que fueron muchos años los que enraizaron este amor que me dibujó como persona y mujer.

En aquel momento la belleza del encuentro me enmudeció. No podía dejar de contemplar la hermosura de sus movimientos, la sensualidad de sus brazos al aire, el aroma dulzón que desprendía su cuerpo. Fue su padre el que apareció y de una manotada lanzó el transistor al suelo. Silencio absoluto y tirantez. Beatriz se percató de mi presencia, me miró ofreciendo sus disculpas mientras se colocaba el delantal, visiblemente avergonzada.

Muchas tardes la visité. Ella se excitaba haciéndome entender su pasión por el ballet: el nombre de alguno de los pasos, la evolución de su aprendizaje y su admiración por Galina Ulánova. Ya le conté, una vez en esos paseos nuestros por el monte, y como supe, la interpretación en Leningrado de Romeo y Julieta. Ay, madre, ella consiguió llenarme de esa admiración que sentía por los grandes del ballet, por esa ilusión suya de convertirse en bailarina y llenar los teatros de las más importantes ciudades. Como ve, y desgraciadamente, pura fantasía.

Una tarde la esperé al cerrar la tienda. Caía la noche y la acompañé a su casa. Llevaba tanto tiempo soñando con aquellos labios que, en un impulso, estiré de ella y en la oscuridad de un zaguán la besé. Disculpe, nos besamos, porque Beatriz me correspondió con la miel de su boca, derramándose para mí, aquietando discretamente esa sed mía insaciable. No se puede imaginar qué felicidad. Degusté la gloria, la finura del amor que me completaba. Nada que ver con los besos y las caricias ásperas de Fernando, en absoluto, madre. Que aunque bien sé que no es de su agrado y aun sin comprender los motivos, le digo que el pobre ha tenido más paciencia que un santo conmigo, y se ha conformado con la miseria que yo le pude ofrecer. Nada que ver, madre. Créame.

El cuerpo de Beatriz era un tapiz de seda, de fragancias florales, de sueños y pasiones entre mis manos. Sé que es de difícil comprensión, que seguramente usted esperaba de su hija una mujer convencional con la ilusión de sus hijos y su casa. Yo también lo pienso en ocasiones, me refiero a esa desilusión que le pueda venir al leer tan claras mis palabras, y que hubiera continuado con esas ansias mías por la escritura y las historias en el papel; pero estas cosas no se eligen y a veces pienso que tanto me mimó, tanto me cuidó, tan finas y buenas palabras me regaló que fue usted la que me enseñó a enamorarme de la delicadeza y la gracilidad de la mujer.

Hace unos meses, Beatriz me pidió que dejara de acudir a la tienda. Una solemnidad le comió el rostro. No dijo nada más, me dio la espalda y continuó con el trabajo. Quedé desorientada y busqué una justificación. Fue cuando sorprendí a su padre escuchando en la trastienda. Nos miramos. Salió apresurado hacia mí y de un empujón me lanzó a la calle. Estuve semanas sin saber nada de ella, madre. Y la tristeza me devoraba como una mala enfermedad. Ni al bibliotecario era capaz de ayudar en las mañanas, ni en casa, ni a padre con los arreglos de relojes, imposible. Tal era mi vacío que no sacaba fuerzas para emprender ninguna actividad.

Pero el amor es poderoso, madre, el que cultivamos nosotras desde casi la niñez. Buscó el momento, creyó sortear al padre y vino a refugiarse entre mis brazos. Llegó como un animalillo herido. Cabizbaja, temerosa, y al escrutar su cuerpo con mis dedos comprobé la furia de su padre sobre sus carnes. ¡Qué horror, madre!, ¿qué bestia puede llevar a desarrollo semejante maldad? Le pedí que no regresara a su casa, pensé en esconderla, en escaparnos juntas incluso, pero Beatriz estaba presa del pánico, no era capaz de razonar ninguna propuesta, nada, se despidió con una abrazo que todavía me recoge, un abrazo interminable que me acariciará para siempre.

Ya no volví a verla. Porque lo que yacía en aquel lecho desgraciado ya no era ella. Corrió la mentira de la tragedia. Corrió como una plaga que pretendió mi muerte también. Un mal golpe trabajando en la tienda, eso dijeron, una caída reponiendo las baldas de las legumbres, una fatalidad sobrevenida. ¡Mentirosos!

La mañana de la vela acudí a su casa sin miedo alguno. ¿Miedo a qué, madre? Descubrí al asesino llorando a su víctima, intentando esconder bajo la camisa los arañazos que le ocasionó la lucha con Beatriz. Ella amaba la vida, amaba el baile, me amaba a mí.

Tengo la sensación que el mundo sabe la verdad y calla. Sí, madre, calla porque para todos es más vergüenza nuestro amor imperfecto que este crimen contra Beatriz.

Y si se pregunta cuándo regresaré, sepa que nunca. No soy capaz de poder topar con el energúmeno que me arrancó la vida, no quiero afrentarla a usted, ni a padre, ni a la tía Luisa ante los vecinos, ante nadie. Sigan con sus vidas sabiendo que los quiero y que nadie mejor que usted para haberme dado la vida y su sabiduría.

La quiere,

Matilde

 

29 de noviembre de 1946

Adorada sobrina

En esta soledad que me traga, tu carta ha sido un regocijo discreto. Todos hemos llorado tu ausencia. Pensábamos en tu dolor a cada instante, en tu paradero, en una posible locura tras la muerte de Beatriz. Debes entender, por lo tanto, mi alegría al saberte viva. Viva, sobrina, viva en un cementerio de borrones homicidas en que se ha convertido mi mundo.

¿Sabes?, las explicaciones de tu carta no me han sorprendido. Tu madre y yo te criamos queriendo en ti la valentía que a nosotras nos faltó. Reímos cada gesto, cada gracia y temimos, al ver reflejado en tu espejo, lo que nosotras nos empeñamos en ocultar. Y ahora, a mis años, y tras lo acontecido puedo decir que de poco ha servido. Por tu padre, que es mi hermano, por evitar su sufrimiento, ¿qué puedo añadir de mi admiración hacia un hombre honesto como él?; pero ya es tiempo de desprenderme del negro velo de la mentira, de esta astilla que nos ha ido llagando sin piedad.

El amor es libre, sobrina, libre en el corazón, en la piel, en los deseos, pero preso de la sociedad que nos ajusticia día tras día. Así lo hablábamos tu madre y yo cuando decidimos ser conscientes de nuestro sentimiento, de la ternura que nos sorprendió a las dos.

Las vivencias me han convertido en una mujer callada, incluso hosca en el trato, quizás terminé harta de toparme con necios a cada momento.

Quisiera aclararte, también, que a tu madre nunca le desagradó Fernando, sin embargo, en su ceguera natural de madre, lo responsabilizaba de los posibles malos encuentros que te pudiera ofrecer. Como ella con tu padre, sobrina, tantos años, un fingimiento que no procesaba con alegría. Le dolía el aire que te pudiera soplar, su Matilde, su niña, su trozo de vida. Y al descubrir en ti la llaga de su astilla, sufrió como nadie se puede imaginar.

Pero la vida es caprichosa, sobrina, muy caprichosa.  Porque ahora viene la explicación de ser yo la que responde a tu carta. La noche de tu ausencia tu madre andaba desesperada. Había dado bandazos por las calles, mañana y tarde, por todos los rincones posibles: su único propósito dar contigo. Ni siquiera atendió a tu padre, a nadie. Como digo, esa noche, se vistió los pantalones de algodón, agarró la bicicleta y se perdió en el monte. A ojos de tu padre, de los vecinos, libre de vergüenzas. Aquí nos dejó, sobrina, solos, muy solos, dolorosamente solos. La encontramos a los tres días, despeñada por el barranco de los Sauces.

Ahora no queda nada. Tu padre no remonta, cada día lo contemplo más consumido, casi desaparecido. No concibe la vida sin su mujer y sin su hija, no la concibe porque ya no hay vida sin vosotras. Y yo aquí resisto sin querer resistir. Sentada en la butaca de tu madre, contemplando nada tras la ventana del salón, dejando pasar esta suerte que se empeña en mantenerme en este maldito teatro que me despidió hace sesenta y cinco días. Así es, sobrina, sesenta y cinco largos días de pérfida tristeza. Ya cerré los ojos al público, el telón bajó clausurando mi actuación y yo, sobrina, no voy pronunciar ni una palabra más porque ya las dije todas con esta boca de mujer, que, como tan bien escribiste en la carta, amó, tal vez de forma imperfecta, pero amó con todas sus ganas.

Te quiere

La tía Luisa

 

Email: montsespi@gmail

Instagram: www.instagram.com/montserratespinarruiz

www.tintaenlasgrietas.wordpress.com

Canal de Youtube (Montserrat Espinar Ruiz), donde semanalmente subo contenido literario.

 


Obras publicadas:

Ellas, Editorial La equilibrista, 2020

Los bigotes del gato, Tandaia editorial, 2020


Algunos de los más de cuarenta premios ganados en los últimos seis años:

·        Entierro —XXXIV Concurso de Relatos del BIM, La Rambla, Córdoba, 1º Premio Año 2022/8

Una flor sobre la piel —XIV Certamen Literario Alfambra, 1º Premio Año 2022/8

El capitán barba blanca —XV Certamen Literario Rodrigo Manrique 2º Premio Siles, Jaén Año 2022/7

Mujer de terciopelo y nácar —V Certamen Literario por la igualdad de género, Matria. 1º Premio Denia, Año 2022/6

Ni una palabra —XXXIV Certamen de Relato Corto Biblioteca Pública Municipal de Pilas, Sevilla, 1º Premio Año 2022/02

Date la vuelta —Premio Antares de Relato Corto, Campo de Criptana, Ciudad Real, 2 Premio Año 2021/12

Los ángeles sí tienen sexo —V Concurso de Relato Corto Athenea. Armilla, Granada 1º Premio Año 2021/10

¡Corre, Remedios, corre! —XLVII Certamen Literario Riópar. 2º Premio Año 2021/08

Pequeña española en tierra desconocida— XIV Concurso EuropeDirect, Cáceres, reivindicando Europa. 3º Premio Año 2021/05

Encuentro en el Café Gradier ―XXVII Edición Certamen Literario Burgo de Ebro, 2º Premio Año 2020/11

Amores imperfectos—XIX Paraules d´Adriana, 1º Premio Año 2020/03

La carta —XII Certamen de Cuentos Junto al Fogaril Huesca 2º Premio Año 2019/11

La arboleda junto al río —XXXVII Certamen Literario “Castillo de San Fernando” Bolaños de Calatrava (Ciudad Real) 1º Premio Año 2019/09

El baile —XII Certamen Literario “Fundación Villa de Pedraza” Segovia 1º Premio Año 2018/10


Desde tan lejos —XI Cartas de Amor “Ciudad de Torrelavega” Cantabria 1º Premio Año 2018/5


Nayra —XXIII Ciudad de Cantillana, Sevilla. Poesía. 1º Premio Año 2018/5


Encierro —XV Certamen Villa de Cárcar. Navarra 2º Premio Año 2017/5


Asesinato —XXXII Concurso de Cuentos “Villa de Mazarrón”-Antonio Segado del Olmo. Mazarrón. Murcia 1º Premio Año 2016/7


El casamiento —X Certamen Literario Dulce Chacón. Santa Cruz de Moya. Cuenca 1º Premio Año 2016/6


Secretos —XXI Edición Concurso de Relato Corto “Juan Martín Sauras” 1º Premio Año 2016/5


¿A quién le importa? —VI Premio de Relato Corto “Villa de Mascaraque” Toledo 2º Premio Año 2016/5

Felicidad —IX Certamen Literario “Fundación Villa de Pedraza” Segovia 1º Premio Año 2015/10

Hortensia —XIV Certamen de Narrativa Breve “Mujeres Mayores, Grandes Mujeres” Valencia Finalista  Año2015/9

Emigrantes del recuerdo —Certamen Literario Casa de la dona. Mislata, 1º Premio Año 2015/4

La semilla de la palabra —Certamen Literario Sebastiana Palacios. Jaén, 1º Premio, Año 2015/3