jueves, 28 de enero de 2021

Laura Castaño Lluna: La inspiración la encuentro leyendo


Laura Castaño Lluna

Laura Castaño Lluna nació en Valencia (1971), y desde muy niña se sintió atraída por el mundo de los libros. Escribe desde muy joven pero no fue hasta 2018 que comenzó a publicar en antologías. Dejamos que sea ella misma quien nos hable del comienzo de su vocación y de lo que la literatura y la escritura aportan a su día a día:

Los libros siempre han formado parte de mi vida, los he tenido siempre a mano. Desde pequeña los he ido ojeando en las estanterías de mi casa, grandes, pequeños, sobre todo ojeaba los clásicos. Empecé a escribir con catorce o quince años algunos poemas sueltos, pero realmente la escritura llegó a mí hace unos seis años, como  terapia para expresar situaciones, anécdotas y sentimientos de una mala etapa de mi vida. Desde entonces, empecé a interesarme por la escritura breve y llegué al género de los microrrelatos y hasta ahora no he dejado de escribir. La escritura me aporta la oportunidad de plasmar sobre el papel unas ideas, que en principio son fugaces,  desarrollarlas y darles forma para convertir en literatura. Es un proceso creativo que surge de cualquier situación, pero sobre todo de vivencias. Un simple paseo puede ser el punto de partida si observas detenidamente lo que pasa a tu alrededor, cualquier pequeño detalle puede ser el comienzo de la escritura. Por eso creo que la inspiración hay que buscarla, al margen de las ideas que están dentro de ti. Por Supuesto los libros son la gran inspiración, no hay nada mejor para que las ideas surjan que estar leyendo. 

Os mando un par de microrrelatos que he escrito para que me conozcáis un poco mejor:

Campo abierto

En los montes de Toledo uno puede pronunciar recuerdos, sentirse solo y cogerse de la mano de sus tierras de mil y un colores. Puede ser el gigante caballero para  jugar a atravesarlas de un solo paso. Y en los atardeceres de verano, donde no hay asfalto, la tierra se levanta porque quiere que la sientas. Y es así como nunca la olvidas.

Hermanos  

Desde hace un tiempo comprendí que debo andar sola. Ya recordé entre sonrisas las tardes que pasábamos juntos donde te pedía que te sentases a jugar conmigo a tomar el té para contarte mis secretos. El día que nos llevaron a la feria, me pediste que subiéramos por separado en esas grandes burbujas de aire que flotaban en la piscina y, aunque yo te seguía, anduve perdida como en una vía láctea, entre transparentes y rodantes planetas, donde me vi forzada a encontrar mi propia órbita. Entretanto sé que, como el sol, tú siempre me alumbras.

LAURA CASTAÑO LLUNA

2018 Mi primera publicación fue en el libro “Para Olimpia” de ACEN  (Asociación cultural de Escritoras y Escritores Noveles, como resultado del VI Concurso de relatos cortos.  un libro benéfico con el relato “Otra oportunidad”.

Diciembre 2020 PDF colectivo de asistentes al taller de “Como cocinar un microrrelato” de Paola Tena, organizado por la biblioteca pública del Estado de Santa Cruz de Tenerife, con 2 microrrelatos.

En la actualidad participo activamente en Relatos en cadena, programa de Cadena Ser Radio. También publico en Facebook en la página Los Viernes creativos-El Bic naranja y Factoría Micro (microrrelato y micropoesia).


miércoles, 27 de enero de 2021

#MiMejorMaestro Participación el en Concurso de Zenda Iberdrola Mi Mejor Maestro

 Don Samuel: Mi primera ventana al mundo 

El colegio Teide ocupaba un piso modesto de barrio sin mayores pretensiones.  Al entrar olía a las virutas de la madera y a los restos de grafito que quedan al afilar un lápiz. En el comedor, habilitado como clase principal, un montón de pupitres pintarrajeados y dispuestos en filas y columnas se disputaban el escueto recinto, donde indisciplinados alumnos se ocupaban en tirarse bolas de papel, gritando y alborotando, más de lo que mis tiernos oídos estaban acostumbrados a soportar. 

El profesor nos llevó a otro cuarto más pequeño, que servía de oficina, e invitó a mi madre a sentarse en la única silla disponible, porque de las dos existentes, una la ocupaban cuadernos y libros apilados. 

- ¿Cómo te llamas? -preguntó, extrayendo un cigarrillo del paquete de Celtas Cortos guardado en su bolsillo, tratando de mostrar cercanía, ante mi resistencia a permanecer allí y mi empeño en ocultar el rostro, entre los pliegues de la falda de mi madre, cuya mano apretaba atemorizada.  

-Es muy vergonzosa, -dijo ella, a lo que repuso el profesor:   

- ¿Ah sí?, pues la vergüenza era verde y la pació una vaca. -Y rió él solo de su ocurrencia. Yo, como no entendía la frase, seguí en mi actitud de rechazo. Mientras ultimaban los pormenores de mi inscripción, le observé atentamente: Era un hombre muy alto, o a mí me lo parecía, delgado, moreno, de cabello ondulado, con un gracioso rizo que, cayendo sobre su frente, le dulcificaba el rostro.  Llevaba unas gafas de pasta de alta graduación, dado el tamaño que conferían a sus ojos. Bigote al estilo años 40, bien recortado, rostro agraciado, de expresión risueña y afectiva. Los dedos largos, huesudos, las últimas falanges del índice y el medio, amarillentas por el tabaco, lo cual emblanquecía el tono de su piel. Cuando terminaron de hablar, mi madre me arrancó de su falda, y yo me quedé con la cabeza gacha, junto al maestro, un completo desconocido, pero cuyo corazón albergaba una inmensa bondad, bajo esa expresión autoritaria que quería imponer, pero que no lograba convencer a sus alumnos.  

Al quedarnos solos, tomó con la mano derecha su palmeta, que descansaba sobre la mesa, y golpeó varias veces, con toquecitos suaves, la palma de su mano izquierda, a la vez que decía, intentando demostrarme quién mandaba allí: “Bueno, bueno, Marina... ¿tienes alguna pregunta?, a lo que yo, haciendo gala de un atrevimiento que hoy considero inimaginable, contesté: 

- ¿Por qué te llamas Rosamuel?. (Así me sonaba su nombre). 

Al oírlo, soltó una sonora carcajada y acercándose, me acarició la cabeza. Me llevó cogida por los hombros a la clase de los alborotadores, y situándome a su derecha, dio un par de sonoras palmadas para hacer el silencio y me presentó a la audiencia con autoridad. “Ésta es Marina, vuestra nueva compañera, sed buenos con ella, es su primer día en el colegio, así que portaos como quisierais que se portaran con vosotros.”     

Don Samuel no tenía mesa propia. Se sentaba en una silla y durante gran parte de la mañana, corregía y corregía los cuadernos que se apilaban sobre un pequeño pupitre, y los iba apilando de nuevo, como podía, en otro lado. Mientras tanto, con la mano izquierda sostenía su cigarrillo, que, poco a poco, se iba consumiendo. Bajo el brazo, sujetaba tenazmente la palmeta de madera. A veces, interrumpía su actividad, movía a un lado y otro la cabeza, mostrando resignación, o daba una palmada al aire para imponer silencio. Cuando la planilla o las cuentas estaban corregidas, ponía una B mayúscula con bolígrafo azul, o quizás una R de regular, pero la M raramente figuraba en sus correcciones. A la hora de salir, la una al mediodía y las 6 por la tarde, se ponía en pie, daba una fuerte palmada al aire, y decía con voz firme y potente: “Recoger”, y todos salíamos corriendo como fieras enjauladas. 

Presidía la pared principal de la clase una pizarra, siempre abigarrada de frases inconexas, borrones y cuentas sin solución, raramente limpia, excepto a última hora, cuando don Samuel lo borraba todo, para escribir en primera línea la frase de la plana, o las cuentas que debíamos traer solucionadas al día siguiente. A veces, algún alumno servicial se ofrecía a limpiarle la pizarra, y él lo aceptaba alargándole el cepillo con un “gracias”. Cuando se enfadaba de verdad, cosa que raramente sucedía, don Samuel gritaba: “¡Silencio!", y haciendo un “barrido” sobre nuestras atemorizadas cabezas, ordenaba a algún alumno hiperactivo, (aunque antes no eran conocidas tales anomalías conductuales):  

-Tú, ¡pon la mano!, y el chico extendía su mano derecha con timidez, o quizás desafiante, según los casos, y el profesor infligía sobre la palma infantil uno, dos, o incluso más golpes de palmeta, que resonaban en el aire, y servían de escarmiento para los demás, pero por poco tiempo.  

Lo que yo adoraba era cantar a coro los límites de España, o la tabla del cinco. En esos momentos, el tiempo se detenía, la tarde extendía un manto de apacible ternura sobre nuestras cabezas infantiles, y la vida adquiría un nuevo sentido, más amable y sereno, uno se encontraba a salvo de cualquier peligro. 

La Navidad en el Teide era algo especial. La tristeza no tenía cabida allí. En un barrio donde la mayoría procedíamos de extracción humilde, no faltaban los regalos para el maestro, que si una caja de polvorones, que si una botella de vino... Yo me obcequé en no ser menos que los demás, y mi madre tuvo que transigir, ante mi tozudo empeño en obsequiarle con lo que, a mi juicio, más le agradaría y colmaría sus deseos: un paquete de Celtas Cortos. Al extender mi mano ilusionada con el humilde presente, me miró con fijeza inusitada; de fondo sonaba el villancico “Campana sobre campana”, y entonces advertí que sus ojos se empañaban, y por su mejilla resbalaba una lágrima furtiva. 

viernes, 22 de enero de 2021

Blanca Oteiza: Realmente nunca sabes dónde vas a encontrar la inspiración


Blanca Oteiza

Recibimos en el blog a una escritora y compañera de letras del espacio creativo ENTC (Esta Noche te Cuento) que tiene alma de narradora desde niña, como sus escritos demuestran; pero dejemos que sea ella, como buena cuentista, quien tome la palabra para hacernos partícipes de cómo fueron sus inicios con la escritura.

Nací un día de nieve en Vitoria-Gasteiz, ciudad donde siempre he residido, aunque no llevo el nombre por el color invernal, sino por la patrona de la ciudad. Soy creativa, inquieta y positiva. Cultivo varias artes, bien por profesión, bien por devoción. Me encanta estar activa, no hay día que no dibuje, escriba o haga fotografías. Desde niña me recuerdo dibujando, escribiendo y montando historias en mi mente. Me gradué en Artes Aplicadas – Diseño de Interiores y tras varios años de experiencia y con una crisis tambaleando mi vida laboral he seguido estudiando y ahora puedo compaginar mi experiencia como interiorista, con el diseño gráfico o el diseño de páginas web. Entre tanto la escritura me ha ido acompañando a lo largo de los años de forma autodidacta con épocas más activas que otras, pero nunca abandonándola. Me gusta sumergirme en las letras, cuando no escribo, leo. Escribir me relaja, me hace viajar a un universo paralelo que habita dentro de mí y me produce una euforia interior cuando doy por terminado un texto. Muchas veces comienzo a escribir con una primera frase que aparece de la nada mientras camino por la calle, observo las nubes o escucho el aire y va llenándose la página sin estructura previa hasta conseguir el todo. Realmente nunca sabes dónde vas a encontrar la inspiración y las musas te sorprenden llamando a la puerta una tarde de lluvia que observas tras la ventana o disfrutando de un atardecer, pero también pueden aparecer comprando en la frutería o en una conversación en medio de un café con amigos. Aunque con los años he ido ampliando el abanico de géneros, donde más cómoda me encuentro es en la poesía y en los microrrelatos. Hace unos quince años comencé a presentarme a certámenes o concursos literarios cuando el tiempo me lo permite, con mejor o peor suerte y soy asidua desde sus orígenes del concurso-blog Esta Noche Te Cuento. Tengo varias obras editadas en antologías o ediciones compartidas con otros escritores. En fin, las letras viven en mí y me encanta enroscarme en ellas.

 

El pescador de sueños

La luna aún podía verse en el horizonte confundiéndose con las farolas cuando salió de su casa. Llevaba una vara y una madeja de lana en una bolsa. Bajó hasta el puerto donde subió a su barca de papel y se echó a la mar.

Se cuenta que cada noche atraca en un puerto diferente y se pasea por las calles mientras los habitantes descansan, recorre cada rincón buscando los sueños de los que duermen. Con la lana atada en un extremo del palo pesca los miedos, los anhelos y los delirios de la gente.

Una vez llegó a una aldea, en una casa a las afueras encontró una mujer que no tenía sueños. Los había perdido de niña cuando le abrazó la soledad perdiendo así la esperanza. El pescador curioso se acomodó a su lado. Sintió su aliento desgastado de utopías ya olvidadas, de proyectos desechados, de deseos incumplidos. El hombre sacó del bolsillo de su chaqueta un saquito del que salieron ilusiones, alegrías y emociones. Después extrajo un reloj cuyas manecillas estaban detenidas y con sus dedos suavemente las hizo girar. Dejando a la mujer detrás de sí salió a la noche estrellada y volvió a su mar.


Una estrella más mirando al mar 

Cada vez que me iba de vacaciones sus palabras eran las mismas: “Disfruta ahora que tú puedes”. Y me despedía con un beso y la mejor de sus sonrisas. A la vuelta me recibía con una sonrisa aún más bella si cabe.

Ayer hizo un año que se fue y mis recuerdos han acudido especialmente al pasar por delante de su último hogar y entre ellos, ha llegado a la memoria uno que logra dibujar especialmente una sonrisa en mis labios.

Aquella soleada mañana de primavera al ver el cielo tan azul como el mayor de los mares, me acerqué a la residencia con el coche en vez de caminando como solía hacer con buen tiempo. Antes de acudir a la sala de estar, donde los mayores pasan las horas sentados jugando a las cartas, tertuliando entre ellos o con familiares que les visitan, o simplemente están, absortos en su propio mundo o con suerte, mirando, a través de las ventanas, las ramas de los árboles agitándose al viento. Esa mañana primero pedí en la enfermería las pastillas de mi abuela y dije que me la llevaba a pasar el día conmigo, que no la esperaran hasta la cena.

Al verme mi abuela dirigiéndome hacía ella, dos rayos de la alegría iluminaron sus ojos. Tras abrazarla le dije: “Abuela, hoy nos vamos de excursión”.

Agarrada del brazo, como cualquier otro día cuando salíamos a pasear por el parque, fuimos hasta el coche. Al salir de la ciudad me preguntó a dónde nos dirigíamos, pues pensaba que simplemente íbamos a visitar algún barrio nuevo. De vez en cuando la llevábamos algún familiar a pasear por las modernas avenidas y jardines de los últimos barrios construidos y le decíamos: ¿te acuerdas?, aquí antes había una serrería, o un almacén de madera, o campos donde la gente venía a tomar el sol en los días de verano… y ella asentía.

Pero no, aquél día íbamos a ver el mar. Esa inmensa masa de agua salada que mi abuela tan solo conocía por imágenes, pues nunca había tenido la oportunidad de sentir la arena de la playa jugueteando entre los dedos de los pies.

Tras poco más de una hora, llegamos a un pequeño pueblo con un bello puerto pesquero y una playa hermosa como el rostro de mi abuela cuando vio las olas agitadas por una suave brisa primaveral.

Al salir del coche tuve que agarrarla con fuerza, pues temblaba de emoción. Fuimos hasta la arena donde la ayudé a descalzarse para caminar hasta la orilla donde las olas abrazaron nuestros tobillos. Pasamos un rato contemplando el horizonte. Los ojos de mi abuela brillaban como la espuma del mar en la cresta de las olas.

Comimos en un restaurante del puerto donde el pescado era el plato principal. Aún recuerdo el olor de las sardinas en la parrilla.

Comenzamos la tarde caminando junto al mar y la terminamos volviendo a la residencia para la hora de la cena.

Las enfermeras, al ver dibujada en la cara de mi abuela la emoción de un niño en su fiesta de cumpleaños, le preguntaron qué regalo había recibido para llegar con aquella sonrisa eterna y esos ojos brillantes como lunas reflejadas en gotas de agua.

La dejé narrándoles la experiencia vivida.

Volviendo tras mis pasos, salí a la calle cuando las primeras estrellas empezaban a encenderse como bombillas en el cielo; las mismas que contemplo ahora camino de mi casa.

*  Relato Finalista en el VI Premio de relatos de Mujeres Viajeras (2014) y publicado en el libro con el nombre del concurso.

 

Nostalgia de juventud

Estos días azules y este sol de la infancia

me devuelven a la edad de mi hija.

Intento no pensar en los años que pasan

y mi alma se va arrugando

como un paño enjugado de llanto.

Observo las nubes que pasan

transformando el cielo celeste

en algodones de plata.

La lluvia comienza a caer

confundiéndose con la lágrima

que también asoma.

Estos días azules y este verano que llega

me transportan a la edad del juego.

Recuerdo los momentos vividos

y mi corazón se lastima

como un viejo libro por el uso.

Contemplo las cigüeñas que vuelan

como mis sueños en la mañana

y mis memorias con ellos.

La noche acude por el horizonte

mezclándose con la nostalgia

de un tiempo que quedó atrás.

Estos días azules y este sol que se apaga. 

 Blanca Oteiza

*Poema realizado para un homenaje a Antonio Machado 2011.

·         Finalista en el Certamen de relatos de Fuego de Palabras en Flor (2017), con el relato La noche más corta formando parte del libro antológico. 

·         Finalista en el Certamen de relatos de Tierra de Palabras en Flor (2017), con el relato Bajo tierra formando parte del libro antológico. 

·         Finalista en el Certamen de relatos de Agua de Palabras en Flor (2017), con el relato Llueve formando parte del libro antológico.

·         Finalista en el II PREMIO NACIONAL DE NARRATIVA BREVE VILLA DE MADRID 2017 (2017), con el relato A cielo abierto formando parte del libro antológico. 

·         Finalista en el IV CERTAMEN DE RELATO TEMA LIBRE PALABRAS EN FLOR (2017), con los relatos El viejo carrusel y La curiosidad mató al ratón formando parte del libro antológico.

·         Finalista (bronce) en el I Concurso de microrrelato erótico Miss Deseo (2016), con el relato Clases particulares.

·         Finalista en el III Concurso de microrrelatos "Inspiraciones nocturnas" de Diversidad Literaria (2016), con el relato Viajero nocturno, formando parte del libro antológico. 

·         Finalista (plata) en el II Concurso de Poesía Homenaje a Mario Benedetti de Editorial Pasos (2016), con el poema Chocolate y nata formando parte del libro antológico.

·         Finalista en el II CONCURSO DE RELATO TEMA LIBRE PALABRAS EN FLOR (2016), con el relato Extraviado formando parte del libro antológico.

·         Finalista en el III Concurso Literario de Microrrelatos Erótico-Románticos. “Sin Aliento” de Art Gerust Editores (2016), con el relato Imaginación y juego, formando parte del libro antológico del concurso. 

·         Finalista en el Concurso de Poesía “Tiempos Pasados” Homenaje a William Shakespeare de Art Gerust Editores (2016), con el poema Durmiendo sobre el río, formando parte del libro antológico del concurso. 

·         Finalista en el CONCURSO DE RELATO TEMA LIBRE PALABRAS EN FLOR (2016), con el relato Se fue tras la tormenta, formando parte del libro antológico.

·         Ganadora en el II CONCURSO INTERNACIONAL DE ILUSTRACIONES HISTORIADAS “Cuenta que te cuenta hasta 150” (ilustración nº 36), (2016), con el relato Cobijo

·         Finalista en el I Concurso de Microrrelatos de Terror en honor a Gustavo Adolfo Bécquer y sus Leyendas de Hipujo Libros (2015), con la obra Las notas del silencio, formando parte del libro Retazos de terror.

  • Finalista en el VII Premio de relatos de Mujeres Viajeras (2015), con el relato Verano en azul y blanco, formando parte del libro del VII Premio.

·         Finalista en el I Concurso de Poesía “Luz de Luna” de Diversidad Literaria (2015), con el poema Viaje a la Luna, formando parte del libro antológico del concurso.

·         Finalista en el Concurso de Poesía Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer de Art Gerust (2015), con el poema Tus ojos no dicen lo mismo que tus labios, formando parte del libro antológico del concurso.

  • Finalista en el VI Premio de relatos de Mujeres Viajeras (2014), con el relato Una estrella más mirando al mar, formando parte del libro del VI Premio.
  • Tercer clasificado en el I Certamen Literario de Microrrelatos en la Radio (En camisa de once varas de Radio Castilla la Mancha y Verbalina) (2014), con el microrrelato Rescate.
  • Finalista en el 3º Certamen Literario de Relato Breve La Fragua del Trovador (2014), formando parte de la Colección de Cuadernos de Narrativa "Palabras Contadas" con el relato Resaca de recuerdos.
  • Finalista en el 2º Certamen Literario de Relato Breve La Fragua del Trovador (2013), formando parte de la Colección de Cuadernos de Narrativa "Palabras Contadas" con el relato Escenario callejero.
  • Ganadora en el Concurso B.O.Y. (BERSION ORIGINAL YNFANTIL) de Esta Noche te Cuento (2013) con el relato Reflexiones bajo el insomnio.
  • Finalista en el I Concurso Internacional de Cuento Breve Cada Loco con su tema (Mexico) (2013), con el cuento Y de repente, silencio.
  • Finalista en el I Concurso de Microrrelatos Revista Archivos del Sur (Argentina) (2012), con el relato Los sonidos del silencio.
  • Ganadora en el Concurso “Érase una vez… tu cuento Nenuco” (de Famosa) (2011), con el cuento infantil El coleccionista de nubes.
  • Finalista en el III Concurso Nacional de Relatos de Mujeres Viajeras (2011), con la obra Mi hija de equipaje, formando parte del libro del III Concurso.
  • Semifinalista en el I Concurso Internacional de Micro Relatos “La Cesta de las Palabras” (2011), con la obra Fantasmas Nocturnos, formando parte del libro “Misterios para el sueño”.
  • Semifinalista en el I Concurso Internacional de Poesía “La Cesta de las Palabras” (2011), con el poema Un día más.
  • Ganadora en el Concurso de Relatos Inspiración de los Vinos de la España de Don Quijote (2010), con la obra Tinto, Blanco, Rosa.