miércoles, 24 de septiembre de 2025

Ana Inclán, sobre Un silencio de Plomo: «Sepultar un suceso traumático tiene graves consecuencias»

Un silencio de plomo


Hola, Ana.  Bienvenida a este espacio de encuentro con los libros. Queremos felicitarte por tu primera novela, publicada el pasado mayo, Un silencio de plomo (Éride Ediciones). Cuéntanos cómo estás viviendo la experiencia y las impresiones que te hacen llegar sobre su lectura.

Quiero agradecerte, en primer lugar, la lectura de Un silencio de plomo, y en segundo lugar tu invitación a este encuentro ¡Muchas gracias!

La experiencia que estoy viviendo es nueva, hay días que me aguarda alguna sorpresa relacionada con la publicación de la novela, quizás esto sea lo habitual o no. Es mi primera novela y lo desconozco.

Trabajo mucho para que se conozca a un nivel muy básico y probablemente ingenuo, “el boca a boca o boca-oreja” y ahí es donde de pronto me levanto y me encuentro con una reseña fotografiada en el WhatsApp, de alguien que la ha colgado en Facebook, digo texto fotografiado porque quien me lo envía sabe que no tengo redes y por eso se toma el trabajo de hacer una foto y enviármela.

En cuanto a las impresiones que me llegan, te digo que, a veces, quienes me leen parecen ir más allá de lo que yo fui al escribirla, por ejemplo, me han dicho que la novela es una guía para aquellas familias en las que cayó la losa del abuso infantil, que da pistas, que también la ven útil para quien ha sufrido un revés en la vida y tiene que reinventarse o buscar su lugar en el mundo, que trata de todos los temas que nos golpean y atañen, que es feminista. El título y la reseña de Rosa Montero en la portada la consideran muy acertada para introducir el tema abordado. La verdad es que mi única pretensión al escribirla fue señalar el silencio que hay alrededor del abuso a menores y sus consecuencias. 

Háblanos sobre la concepción de Un silencio de plomo. Se ha dicho sobre tu novela que aborda un tema que es necesario visibilizar. ¿Piensas que, como sociedad, tenemos una deuda pendiente respecto a la denuncia de los abusos infantiles y más cuando suceden dentro del núcleo familiar? ¿Hay una especie de conspiración del silencio basada quizás en ese pensamiento de falsa protección que lleva a creer que lo que no se nombra no existe?

Efectivamente, creo que tenemos una deuda pendiente con los abusos a menores dentro del núcleo familiar y la deuda es grande, también lo es en la iglesia, ¿Cómo se entiende que un niño haya sido abusado en reiteradas ocasiones y nadie se haya percatado? Últimamente ha habido más denuncia social sobre el abuso infantil en la iglesia, pero en las familias queda más difuso, ¿qué periodista se va a meter con una familia? Eso le crearía problemas, a fin de cuentas “lo que pasa en la familia debe de quedar en la familia”, eso nos han dicho siempre.

Hasta donde me han contado las familias que han tenido conciencia de un abuso a sus niñas perpetrado por otro familiar, la reacción unánime es una especie de cerrazón, que se traduce en encontrar justificaciones para la inacción y el silencio, se dicen que “eso" no volverá a pasar y, curiosamente, también encuentran consecuencias catastrofistas para el abusador en caso de denunciarle, con lo cual deducen que hay que dejarlo todo como si nada hubiera sucedido. Si les dices que esto deja a esta niña y a otras posibles expuestas nuevamente, lo niegan, porque explican que ahora la niña estará vigilada y así hasta agotarnos. El hecho es, que pocas familias denuncian o requieren al agresor que reciba tratamiento. Incluso entre las pocas que denuncian hay un elevado número que retira las denuncias; si les comentas que la agresión tiene que tener consecuencias para el agresor, te explican: “no te preocupes que ahora estamos vigilantes". Yo me pregunto: ¿Es posible esa vigilancia?  Se sabe que no es posible, porque estos agresores son expertos en estar “al acecho”.

En Un silencio de plomo aparecen dos voces narrativas. La de Ana, como terapeuta y coach emocional y la de Justi, compañera de Ana, pero a la vez víctima colateral y propia de la indefensión que provocan los abusos en la infancia.  ¿Te reflejas en la voz de Ana, como profesional que ejerce de coach? ¿Hasta qué punto lo profesional infiere o interfiere en la narrativa que has creado en Un silencio de plomo

Manuela, esta pregunta me parece relevante porque me da pie a aclarar que una coach no es terapeuta, ni tampoco Ana lo es en Un silencio de plomo. Ana es la coach asignada por la empresa de Justi para que esta haga un proceso de coaching, con el objetivo de mejorar algunas competencias en su posición de directiva, proceso que es interrumpido por el vaivén emocional que sufre Justi.

Justi es una mujer un poco hermética, y para que se abriera, para que sacara tantos silencios, apareció Ana que, al dedicarse al coaching, podía aportar su entrenada escucha, fue la estrategia narrativa que encontré. Después, me pareció que Ana podía mirarse en el espejo de Justi y mostrarnos sus diálogos internos, busqué invisibilidades que compartían, pérdidas… quizás este juego de espejos con las dos voces narrativas, ha ayudado a las identificaciones de las que han hablado algunas y algunos lectores. Un lector dijo: “Me ha movido muchas emociones, he recordado vivencias de mi infancia en el internado, aunque yo no sufrí abusos” 

Esta pregunta tiene relación, en cierto modo, con la anterior. En el prólogo de la novela dices que te han sugerido que la misma puede verse como una guía de autoayuda. ¿Es realmente una guía, no solo de autoayuda respecto al tema que nos ocupa, si no también respecto al mundo de los profesionales y sus carencias al abordar temas poco visibilizados?

Mi intención era poner sobre la mesa el silencio alrededor de los abusos a menores y sus consecuencias, no sólo para la menor que sufrió el abuso, sino también para la familia. Ocultar un trauma ocasionado por alguien cercano,  tiene sus efectos.

En mi mente no estaba la idea de que sirviera de guía. Es cierto que Un silencio de plomo está basada en hechos reales y fui muy escrupulosa en plasmar las situaciones que me habían narrado en mi desempeño de coaching o después, en mis investigaciones. Tenía muy marcado incluir en la novela lo que todas o casi todas las víctimas me habían manifestado, como necesidades, heridas o aspectos importantes para ellas.

El abuso a menores es algo estructural, creo que hay que abordarlo desde esa perspectiva. Afrontarlo es difícil para todas las personas: familia, profesorado, amistades, profesionales, instituciones… Una causa de esta dificultad es la invisibilidad a la que hacías referencia. Pienso que hemos de empezar tomando conciencia de la existencia de abusos dentro de la familia, tenemos que ponerle palabras y a partir de ahí empezaremos a afrontar estas situaciones. ¿Cómo se va a tratar algo de lo que no se habla…?

Como te decía yo no soy terapeuta, nunca he tratado estos traumas, que corresponden a profesionales de la psicología, pero al trabajar con la palabra, entre los muchos sucesos que han llegado a mis oídos, están los abusos sexuales a niñas causados por el entorno más cercano. 

Un silencio de plomo es la historia de dos mujeres que dialogan entre ellas, que reflexionan sobre sus vivencias, establecen paralelismos y recorren las sendas nada fáciles de la ayuda mutua y del autoconocimiento, pero también es la historia de una sociedad marcada por un modelo de hetero-patriarcado heredado que marcó la ruta de las generaciones pasadas y del que arrastramos consecuencias que no son fáciles de transcender. ¿Es una novela también de denuncia social en ese sentido?

Sí lo es. Escribí desde la indignación de no comprender como ocurren estos sucesos, y, menos en sociedades como la nuestra.

Sabemos que, nosotras, las mujeres, estamos en un ranking desfavorecedor respecto a los hombres en pobreza, analfabetismo, invisibilidad, brecha salarial, cargos de responsabilidad en empresas u organizaciones, etc. La desigualdad está bien patente y empezó cuando éramos niñas.

Según la estadística, una de cada cuatro mujeres fuimos abusadas de niñas en el entorno familiar, allí se nos cosificó utilizándonos para su placer y dejándonos con secuelas para siempre. Si una de cada cuatro empezamos así nuestra andadura por la vida, saquemos conclusiones…Y lo lamentable es que las cifras no mejoran; por todo esto escribí la novela. Sentí la necesidad de cuestionarnos como sociedad, en la que me incluyo. Una lectora me ha dicho: “La he leído poco a poco a pesar de que me enganchaba, porque lo duro era ver con claridad nuestro comportamiento generalizado de ocultamiento y de no querer ver”. Si esa fuera una conclusión extendida para quienes la lean,  me sentiría  contenta…

Novelar hechos tan duros es sin duda una forma de empatizar con los personajes. Tu narrativa es íntima y cercana, consigue abrirnos los ojos a una realidad que muchas veces se ha intentado pasar por alto por los propios adultos que debieran proteger a la infancia. Al respecto me han llamado la atención, por su claridad, dos párrafos de tu novela:

¡Cuánta confusión con esta maldad…! ¡Vaya carga sentir que encima del abuso serás señalada! Lo malo es que, al no denunciar, es como si el abuso no existiera, ni siquiera para las estadísticas. Y podríamos decir que el silencio protege al depredador y abandona a las víctimas, aunque ese no sea el propósito. 

No solo es culpable el que nos agredió sino todo el círculo que, a pesar de saber que existe el delito lo silencia y lo encubre. También la sociedad es responsable. No hablan para no dejar en evidencia al adulto que, normalmente, es alguien respetable. Yo se lo conté a mi madre y me dijo que lo dejáramos estar para no joder la vida a mi primo y, claro, para no joderle la vida a él yo tengo que vivir con todas mis heridas que, como no sangran ni tengo moratones, nadie las ve.

El tema del silencio es el eje central de la novela, en el que hace hincapié ya desde el mismo título. ¿Crees que hay un momento en el que la víctima puede victimizarse doblemente si intenta dar el paso hacia la denuncia? Sentirse víctima dos veces, por haber vivido el acoso y por ser señalada, ya no ante la sociedad, sino ante el propio núcleo familiar por destapar el delito… 

La víctima sufre al traer a su memoria un suceso tan traumático, bien para denunciar o bien para contarlo a familiares, amistades o profesionales, pero sepultarlo sabemos que tiene consecuencias muy, muy graves, que es quedarte con secuelas lacerantes de por vida. La revictimización se produce cuando la víctima vuelve a ser lastimada o le añaden sufrimiento adicional por parte de quienes deberían protegerla o apoyarla, como instituciones públicas, privadas  o personas, ahora bien, si consiguiéramos protegerlas, escucharlas, acompañarlas, serían protagonistas no víctimas por segunda vez.

 Curar una herida duele, pero no por eso dejamos de curarla, sabemos que cuando esté curada y seca dolerá menos o no dolerá.

Dicho todo esto, Tengo mucho respeto por las víctimas que deciden callar. Un trauma de este tipo, hoy por hoy, creo que no es opinable si debe callar o no. Sólo la víctima es la que puede decidir al respecto, tal vez en ese momento prefiera callar y después esté en una disposición más fuerte, que le ayude a hablar y afrontar su dolor.

Me entristece cuando se critica a una mujer por denunciar a un maltratador pasado un tiempo, no entiendo cómo se les enjuicia con esa facilidad sin estar dentro de su piel…

En el abuso a menores hay un problema añadido y es que su cerebro, al no entender lo que  ha sucedido, no puede ni explicarlo, nos corresponde a las personas adultas preparar a la infancia para que nos avisen ante cualquier abuso y después actuar en consecuencia, no mirar hacia otro lado, como si no pasara nada. 

Algo más que quisieras decirnos sobre Un silencio de plomo.

Gracias por traer a este espacio Un silencio de plomo. Gracias  por tus preguntas. Gracias por hacerte eco del tema que denuncia la novela. Millones de gracias!

 

 Sobre la autora 

 Ana Inclán es coach personal, de organizaciones y social. En ámbitos relacionados con su profesión tropezó con mundos desconocidos y oscuros que solo reconocía de lejos, como la violencia sexual infantil. Esta realidad la llevó a hacerse preguntas para las que no encontraba respuestas: ¿Cómo conseguían los agresores sexuales a menores no ser vistos la mayoría de las veces?, ¿o se hacía la vista larga? Las preguntas crecían y las respuestas no llegaban. Comenzó a tirar de notas de los casos que le habían contado y a documentarse al respecto. Con la llegada de una enfermedad que le impedía continuar ejerciendo su profesión, se encontró escribiendo y escribiendo, a pesar de no ser escritora. Se lanzó al vacío durante varios años que duró la creación de Un silencio de plomo. Es su primera novela. Está basada en hechos reales, sin embargo, tanto la historia como los personajes han sido creados por la autora y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

 

 

 

 


lunes, 30 de junio de 2025

Paula Castillo: A través de la literatura me he conocido y tolerado

Paula Castillo

Nos visita en el blog en estos primeros días de verano, la escritora Paula Castillo cuya narrativa nos fascina y atrapa cuando nos habla de su pasión por la escritura y sus inicios en el mundo de las letras. Cedemos la palabra a Paula, excelente contadora de historias, a la que agradecemos confidencias, así como el aporte de su cuento Tierra roja.

Son muchas las veces que me pregunto por qué y para qué escribo. Ahora, desde esta edad, a la que considero “tremendamente adulta” y sin remedio, siento la misma excitación que hace muchísimos años al sentarme ante el ordenador o coger el bolígrafo para hacer cualquier anotación en mi libreta. De niña me castigaban porque estaba siempre en las nubes, allí sigo. Me gusta imaginar mundos distintos al mío, atravesar las ventanas e imaginar quién vive allí, y si está feliz o mantiene ese poso de amargura que a veces se nos engancha como las lapas a la roca. Imaginar sus deseos y sus fracasos. Imaginarlo todo, construir una historia y contarla. Me encanta sentarme sola en los bares, sobre todo por la mañana; allí permanecen los rezagados de la noche y los que recién lavados, comienzan el día. Se conocen muchas historias y muchas vidas entre el ruido de los cafés tempranos. La hora del aperitivo también es una buena hora, el aperitivo madrugador, el de las doce, cuando las campanas anuncian que ya no está mal visto tomarse un vino y hablar. Son charlas de recuerdos, de lo que hicieron y de gente que conocieron, de fútbol, cada vez menos de política. A veces me río sola escuchándolos, tienen miles de historias. Siempre me ha gustado imaginar las historias de los demás. El ser humano me parece fascinante. Nuestras emociones, nuestra mente, la forma que cada uno tenemos de afrontar la vida, la mística y la alquimia que nos hace superar lo vivido. Nuestros placeres y vicios. Nuestras soledades y miedos.

El problema viene cuando me siento a escribir y de pronto me entra el pánico y entonces tengo que levantarme y marcharme físicamente de lo escrito. Es como si la historia o los personajes me invadiesen y tuviese que alejarme de ellos. Siento palpitaciones y a veces caigo en una ansiedad tremenda. Me ocurre sobre todo cuando voy llegando al final del relato. Y no es hasta el final, con ese punto último, cuando me siento relajada y muchas veces emocionada. Quizás esta sea la razón por la que escriba relatos y cuentos y que si pienso en una novela empiece a dudar de mí misma.

El momento de la corrección es lo que más disfruto. Quito de aquí, pongo allí, leo en voz alta para ajustar el ritmo. Me siento una alquimista y eso me hace poderosa. A través de la literatura me he conocido y tolerado. Amo mis soledades, y a través del amor, mi mundo se ha ensanchado y enriquecido. He descubierto vidas pegadas a la mía y otras tan distintas, que han contribuido a que saliera fuera de mí, a no tener ideas inalterables, ni a poner límites, ni a juzgar. A vencer el miedo al otro y el mío propio. Me gustaría que mis relatos denunciaran los abusos, la violencia, el machismo, el edadismo, el maltrato a los ancianos. No creo en los extremos, sí en la tolerancia. Estoy especialmente sensibilizada con las enfermedades mentales como el Alzheimer y con las personas dependientes, con las mujeres ancianas abandonadas en las residencias o en sus casas.

Cada vez que escribo, aunque sea mínimo, me acerco a los demás y a mi propio silencio; y hasta me permito jugar conmigo y con los personajes. Descubrir mundos y cambiarlos. Vencer los miedos y alargar la vida todo lo que nos sea necesario. Me gustaría a través de pequeñas historias ampliar nuestra concepción del mundo y de los otros.

Esto es escribir para mí.  Es lo que me gustaría que fuese.

He escrito desde siempre: me castigaban por mis escritos. Y he leído muchísimo, era mi pasión. En casa había una biblioteca bastante grande con los libros ordenados por edades, según el criterio de mi madre. Cada cumpleaños me permitía acercarme a una balda nueva y explorar los libros que allí encontraba. Era un mundo fascinante. Leía a los clásicos, a Proust, a Thomas Man, Bécquer, Neruda, Jane Austen, Emily Brontë. Después crecí y aparecieron Carmen Martín Gaite, Josefina Aldecoa, Matute, Zambrano, Soledad Puértolas, Cristina Fernández Cubas, García Márquez, Carlos Fuentes…


 TIERRA ROJA 

(Cuento) 

Quieta sobre el suelo de piedra. Con los zapatos blancos en la mano y los pies manchados de barro, espero temerosa escuchándome por dentro. No encuentro nada, solo sogas amarradas al estómago que me sostienen la lengua y me sujetan los párpados.  El cuello cae vencido por la vergüenza. Solo el murmullo de voces que hablan de mí me acompaña en esta noche acusadora.

Al entrar al patio contemplo de nuevo la escena con los ojos secos. Veo los limones esparcidos por el suelo brillar en lo negro.  Nadie los recoge ya, yo tampoco.

 Cuando era muy niña, antes de que muriese mi hermana Teresa, me gustaba observar cómo cambiaban las ramas de los limoneros de espinas a brotes de color morado. Y los pétalos de la flor, también amoratada, se convertían en óvalos con la piel gruesa y amarilla.  Cada día vigilaba que estuviesen maduros con un único propósito: llevárselos a mi madre.  Era la hora de la ofrenda.  No podía volver a casa con las manos vacías.  En la feria, los cucuruchos de altramuces; los domingos, el corte de nata y fresa, y cuando regresaba del campo con mi padre, el ramo de flores silvestres.  Todo era para ella.

 Rememoro el momento en el que curvo los pies descalzos para no sentir el frío de los cantos de piedra que mandó colocar mi padre. Él mismo eligió la piedra. Disfrutaba al cruzar el patio de un lado al otro caminando de puntillas con el dedo índice sobre los labios. Sabía que a mi madre le molestaba cualquier ruido. Miraba hacia un lado y hacia el otro para comprobar que no hubiese nadie, y fingía que tropezaba y se caía. Yo me reía desde mi escondite.  A mi padre le gustaba hacer el payaso conmigo.

Todavía siento las yemas de los dedos frías colgando a ambos lados del cuerpo. Rezaba y pedía indulgencia por algún pecado cometido. Asustada intentaba mantenerme erguida cubierta de polvo y de miedo. Cerré los ojos para quedarme a oscuras. Temía que la mirada de mi madre rozase mi cuerpo sucio de la tierra roja. Miedo a que me mandase lavar sin verme. Sin reparar en que el rojo era el de la tierra que tanto amaba, no el de mi pecado. Rezaba para que fuese ella la que me adecentase, la que cogiese la esponja y arrancase mi inocencia. No otro sino ella, y así, despellejada, comprobase que estaba limpia.  

Nos gustaba escaparnos a las viñas las noches en las que la luna iluminaba las vides como si fuese de día.  Mi primo y yo.  Quedábamos en la casa encalada que desaparece en la curva y aparece de nuevo junto a la Ermita de San Antonio.  Siempre nos persignábamos, aunque pasásemos por allí corriendo.  Mi primo y yo.  Cogíamos las bicicletas del pajar de su padre y nos íbamos al campo. Nos tumbábamos entre las cepas vestidas de agosto con sus trajes de volantes y los adornos de plata. Nos contábamos nuestros sueños arropados y mecidos por el viento de las noches claras, y bebíamos del silencio.  «Todo es más intenso a tu lado», me decía. De la mano, tendidos el uno junto al otro, nos rozábamos. Nos sacudíamos las hormigas que se nos subían por el cuello. Yo le soplaba en su oreja para espantarlas y él lo hacía en la mía. Cuando se nos agotaba la risa escuchábamos cómo subía del regato el canto de las ranas.  Mi primo y yo. Qué extraños los recuerdos que vienen de lejos para convertirse en nuestro presente. Los que dejamos ir se pierden. Los otros, los que transformamos, se nos quedan pegados.

De pronto, los faros de una camioneta nos cegaron, el claxon hizo que nos levantásemos de un salto y que sacudiésemos la ropa.  Mi tío se quedó sentado al volante y fue el mozo de mi padre quien salió a preguntarnos que hacíamos. Sus palabras eran gruesas y sus manos se movían como poseídas en la claridad de la noche. El río brillaba negro y vacío. Echamos a correr, pero no avanzábamos. Los pies hundidos en el barro que nos engullía. Nos metió a empujones, su mano nudosa me aprisionaba el brazo. Mi primo delante y yo detrás. Mi tío al volante.  El Mulas —así le llamaban—, el que se tuvo que casar con Fuencis porque la dejó preñada, sudaba a mi lado con olor a cabra. En silencio los cuatro.  El secreto de la noche nos excedía a todos. Los sueños atropellados como lunares de tierra roja estampados sobre el parabrisas.  El pueblo vacío. La camioneta se llevó por delante la curva de la iglesia. Mi primo arrojado a su casa y yo empujada a la mía.  Me dejaron sola en el patio.  Yo, como ofrenda.

Las voces que denunciaban nuestra historia callaron de pronto, y el viento se retorcía anunciando el crepúsculo. La puerta vidriera golpeaba una y otra vez contra el pestillo atascado. Desde el piso de arriba bajaba sin fuerza el llanto de Teresa que Fuencisla, la niñera, intentaba disimular con sus rezos. 

—Me lo ha contado todo tu tío —dice mi madre sin mirarme—. Sube a lavarte, estás llena de barro. 

—¿Qué es lo que te ha contado? —le digo sin comprender.

—Ya he hablado con el padre Agustín. Mañana irás a confesarte —sentencia.

—¿A confesarme de qué? —le respondí sin voz.

—Sube a lavarte. —Un acceso de tos le sacude el cuerpo que se dobla en los brazos de mi padre—. Voy a acostarme.

Mi madre está enferma. Así me ha dicho mi padre que, aunque es médico no puede curarla. Fuencis dice que es por tristeza. Se pasa días enteros sin salir de su habitación.  A veces la observo mientras duerme. Fuencis tampoco habla mucho desde que se le murió la hija, solo con Teresa que se cree que es suya. Mi madre no cocina, no limpia, no se ocupa de nosotras. Tiene la piel blanca y los labios rojos como mi hermana. A veces, cuando está a solas con mi padre, ríe. Solo entonces es capaz de hablar sin parar toda la noche. Dicen que no me parezco a ella. Sola en el patio, continúo con los zapatos blancos en la mano. Se han marchado todos. Yo, como ofrenda.

 Me lavé entera, me arranqué las uñas para quitarme el barro que le robé a la tierra que era mía; me froté hasta que desaparecieron las huellas que dejaron los sueños, me limpié la lengua para no quedara nada de que hablar y, cuando estuve lista, dormí para borrar las noches junto a las vides. No nos volvimos a ver.  Mi primo y yo.

En aquella época pasaba los días encerrada en casa. Alerta y sin hablar, no me pasaban desapercibidos los besos excesivos de mi padre, ni que mi madre apenas me mirase. Los oía cuchichear, aunque Fuencis intentara distraerme. Mi padre me dijo que solo pasaría un año en el internado, mientras mi madre se recuperaba del todo, pero pasaron muchos más. Me dijeron que conocería a otras niñas de mi edad con las que jugar hasta que Teresa fuera mayor. Nunca llegó a serlo. Las dos nos perdimos la infancia tan expuesta a perderse.  Me pasó la juventud, la madurez, los desengaños y los pecados.

Ahora vuelvo dos o tres veces al año a esta casa vacía con limoneros llenos de espinas.  Regreso a casa con las manos llenas de regalos para ella. Mi madre no me las quiere soltar; le da miedo irse. Unas veces me cuenta que sueña con dos niñas que van de la mano vestidas de organdí, pienso que para alegrarme. Otros días me dice que en el sueño llevaba en brazos a Teresa, pero al partirse la barca la perdió. En su afán de salvarla, se ahogaron las dos.

—Pero ¿cuándo tuviste tú una barca? —le digo para consolarla.

Sentada junto a mi padre que ya no puede moverse, hurgo con los pies descalzos en la tierra roja empapada de la mañana. Es septiembre y voy cortando los racimos que las vides me dan como ofrenda.

 

 BIOGRAFÍA

 Paula Castillo Monreal es escritora. Estudió Arquitectura Técnica.  Se ha formado en Escritura Creativa y Relato Breve en la Escuela de escritores de Madrid, ciudad en la que nació y reside. Ha publicado los libros de cuentos Sacudiendo moscas (febrero de 2024) y Ciudad de mar (mayo de 2025). Ha participado con los relatos Tierra roja y La semilla voladora en las antologías: Letra impresa y El verdadero nombre de las cosas. Varios de sus relatos se han publicado en la revista literaria Quimera. Colabora con varios medios literarios y compagina su labor como cuentista con la de asesora de arte en Marcos Analcai, artesanos.


Libros de la autora (hacer clic en el título):

Sacudiendo moscas



Ciudad de mar



miércoles, 11 de junio de 2025

Concha García: «Escribo alrededor del asombro»

Concha García

Recibimos en el blog a la escritora cordobesa Concha García, filóloga, traductora, académica y  poeta de amplia trayectoria, que nos habla sobre el hecho de escribir y nos comparte varios poemas.

 1. Bienvenida, Concha. Cuéntanos sobre tus inicios en la escritura,  primeras lecturas, edad a la que comenzaste a escribir...

 Creo que la necesidad de escribir vino acompañada por mis primeros asombros, en la niñez todo es susceptible de ser escrito muchos años después. La escritura y la vida me acompañaron siempre. A los doce años escribí mis primeros poemas y los presentaba a concurso en el colegio de monjas, una vez gané y me estimuló para seguir escribiendo. Era algo muy solitario que no compartía con nadie. Pero nadie escribe sola, hay una tradición que nos escribe también.

 2. Háblanos de tu proceso creativo. Cuéntanos si sigues algún ritual a la hora de escribir, como poner música, estar en un sitio concreto, cuáles son tus fuentes de inspiración.

No sigo ningún ritual, ya que el poema se escribe después de haber sido sentido, parte de la necesidad de decir con otras palabras lo que sientes, alterar el orden lógico y separar el juicio de la espontaneidad.

 3. Resume en pocas palabras que te aporta el hecho de escribir en tu día a día. 

 Como he dicho antes para mí escribir y vivir están íntimamente unidos, no soy escritora de ficción, aunque haya ficción en los poemas. Escribo diarios, reflexiones acerca del hecho poético y poesía. Todo alrededor del asombro. Como es lógico cada etapa de la vida me pedía un tipo de poesía distinto, aunque la mirada siempre ha sido la misma.

 

 Partenogénesis

 Pasan sin detenerse

en los palmerales.

Las vimos alzar el vuelo

antes de que llegara

el tiempo de las lluvias.

Hoy recordamos

que tenían alas

y que nosotras

parimos a los cazadores,

que nuestro cuerpo

es útil para ellos,

que nuestras criaturas

corretean sin sentir

todo lo que hemos perdido.

 

Grises

Todo se necesita

un ala escondida, un llanto oculto,

un hermoso día, un mes muy a solas,

la larga vara de los estancos momentos

la tiza que lo escribe, el sol

que lo derrite, la niebla que esconde

densas masas de cemento

y algún sinsabor que renace,

los tibios sonidos de un mar

al reencuentro de aves de paso.

 

 Carretera de Jaén a Córdoba

(con Pilar Sanabria)

 

A medida que cambiaba el paisaje

-era tan imperceptible-, la luz llenaba

la ventanilla del coche, veíamos pasar

sus rayos invisibles, proyectando

un colorido que brillaba entre el rojo

y la intensidad de las nubes oscuras

mientras llegábamos al sur,

muy cerca de Córdoba.

Me dijiste que Dios era lo que había,

es decir todo lo que podíamos alcanzar

con nuestra vista, al tanto el coche

avanzaba.  Dios era todo eso y más.

Densidades a lo largo del trayecto,

y que las pudiéramos sentir, dijiste,

que cada una es rencorosa a su manera

que las cosas de la vida, que ver entrar

el bien no lo sabe percibir cualquiera.

Era tan hermoso escucharte, sentir

que era verdad porque lo creías.

Yo apartaba como si fuesen matojos

esos restos de malas hierbas

que no son haces de fe, 

sino de algo que añoro

sin haberlo tenido nunca.

 

En el balcón de mi apartamento. Córdoba

 

Algunas veces temo que lo que llamo cimiento

sea atravesado por el árbol viejo de agudas formas

y los momentos caigan derretidos en charcos,

que pasar por un camino no sea irse ni llegar

sino acumular distancia, eso me parece sentir

al abrir el balcón y notar el aire tan caliente

en mi piel, un puñado de ardor que, sin embargo,

acaricia.

 

Concha García

 BIOGRAFÍA 

Nació en la Rambla (Córdoba) en 1956. Ha vivido la mayor parte de su vida en Barcelona. En la actualidad reside en Córdoba.  

Licenciada en Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona.

Ha publicado varios libros de poesía,  entre ellos: Por mi no arderán los quicios ni se quemarán las teas (Premio Aula Negra Universidad de León), 1987, Ya nada es rito (Primer Premio de Poesía Barcarola, Diputación de Albacete, 1988), Ayer y calles (Premio Jaime Gil de Biedma. Madrid, 1994), Cuántas Llaves (Icaria, 1998), Árboles que ya florecerán (Igitur, 2001), Lo de ella (Icaria, 2003), Acontecimiento (Tusquets, Textos sagrados) 2008), Un brillo del no (antología), Ediciones en Danza (Argentina, El día anterior al momento de quererle (Calambur, 2014), Las proximidades (Calambur, 2016), Cuota de mal (El rayo azul, Huerga y Fierro, 2022), El triunfo de lo caduco (Ayuntamiento de Baza, antología, 2024) Diversas nimiedades (antología)  (Capitanas, Zaragoza 2024), Lugares (El Toro Celeste, Málaga, 2024)

 Autora de los diarios: La lejanía, Cuaderno de Montevideo (, 2013)  y Los antiguos domicilios (2015), Ciudades escritas (Barcelona, 2019) y Desvío a Buenos Aires (Chamán ediciones, 2019), El vértigo horizontal (Cántico-Almuzara, 2023) Los años divididos (Libros de la Resistencia, 2025).

 Autora de los ensayos sobre poesía:  Asomos de Luz (2012), Miradas en los entresijos (2020) y Bajo la luz de la lámpara (2023).

 Su obra está incluida en varias antologías y ha sido traducida al inglés, italiano, árabe, turco, francés, chino, portugués y sueco.

 Edición en España de dos antologías de Selva Casal:  Y lo peor es que sobrevivimos (2013) y Abro la puerta de un jardín de plata (2022)

 Ha traducido una antología de poesía catalana. Noreste. Espacio Hudson (Argentina)

 Finalista premio Ausias March de la crítica (2008), Premio Dama de Baza (2021) Premio Igualdad en la Diputación de Córdoba (2023)

 Directora de la colección “La hora de la estrella”, editorial Cántico.

 Gran viajera, también es autora de dos antologías de poesía de la Patagonia argentina: Antología de poesía de la Patagonia (Cedma,  2006) y La Frontera Móvil (Ed. Carena 2015)

 Académica correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-concha-garcia/

https://anfibiapoesia.com/concha-garcia/

https://www.culturamas.es/2024/12/15/concha-garcia-mucha-poesia-escrita-hoy-por-mujeres-reitera-el-discurso-de-siempre/

https://argus-a.org/publicacion/667-dialogo-con-la-poeta-concha-garcia-la-identidad-multiple.html

https://elpais.com/cultura/2017/02/15/babelia/1487156228_016811.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 17 de mayo de 2025

LETRAS GALEGAS 2025: AS CANTAREIRAS

 



Neste 17 de maio de 2025 celebramos o Día das Letras Galegas que está adicado ás cantareiras, mulleres que mantiveron viva a nosa lingua a través das súas cantigas e panderetas. A nosa tradición oral mantivo a súa identidade nos anos escuros grazas as cantareiras. Vai por elas.


FELIZ DÍA DAS LETRAS GALEGAS!!!! 

Ilustración por: Yoli López



https://academia.gal/letras-galegas/2025/cantareiras

https://www.rtve.es/play/videos/telexornal-galicia/poesia-popular-oral-cantareiras/16577201/

miércoles, 23 de abril de 2025

12 libros de autoras recomendados para el Día del Libro



Cualquier día es bueno para la lectura. Cuando se dispone de poco tiempo, las lecturas se fraccionan en  momentos del día. Un libro puede leerse en cualquier momento, acompañando el café del desayuno, la sobremesa, las últimas horas de la tarde, el trayecto en bus o en metro, una vez terminada la jornada diaria, un poco antes de conciliar el sueño.  Un libro siempre espera, plegado o guardado en digital, a que encontremos el momento oportuno. 

Se dice que hay lecturas para cada persona y que, a veces, es el libro el que nos encuentra. Desde el blog de Nosotras os traemos, para celebrar este Día por excelencia, Día del Libro y también de la rosa, día de San Jorge que luchó contra el dragón, día de regalos y de lecturas, una lista de recomendaciones de libros firmados por autoras actuales. La selección se ha centrado el ámbito de la narrativa (incluyendo el cuento y el microrrelato) y de la poesía, y ha reunido un conjunto de obras de autoras contemporáneas con mayor o menor trayectoria que nos han llamado la atención y a las que hemos reunido en esta lista para que  podáis conocer sus escritos.

  Conscientes de que nos dejamos muchos libros y lecturas pendientes, aquí va nuestra humilde selección, una por cada mes del año.

POESÍA

1.Bajo los astros de la repetición de Julia Otxoa  Editorial Averso

Bajo los astros de la repetición

Este libro es un poemario de lujo, escrito casi a modo de diálogo, del cual se dice en la sinopsis que: Es una reflexión sobre la barbarie en la que vive sumida la humanidad desde sus mismísimos orígenes. La autora establece un diálogo en el que intervienen desde Aquiles hasta Hannah Arendt, pasando por muchos otros personajes vinculados de un modo u otro al infierno de la violencia.

Reproduzco un breve extracto del poema La humildad feroz de la belleza:

La humildad feroz de la belleza insiste entre las ruinas, resistimos/Lo humano es lo único que importa/somos los incrédulos/ los herejes en medio del dogma homicida/que da la espada al otro/en este tiempo en el que se adorna el crimen/con los despojos de la inocencia/y nos razonan la barbarie como/si fuera un tratado de filosofía.

2.Donde siempre es de día de Isabel Marina. Editorial El sastre de Apollinaire.

Donde siempre es de día

Con este poemario se consolida la voz de una poeta de larga trayectoria, cuya poesía introspectiva se nutre de la experiencia diaria y de los recuerdos. Como nos dice en la sinopsis del libro: El tiempo vivido y el tiempo por vivir se empañan en la conciencia, adquieren contornos de ensueño.

Reproduzco un extracto del poema No existe el fin: Puede parecer un milagro/que después de tantos años/siga el amor expresándose/en nuestros cuerpos/nos siga amalgamando/en una alquimia/en un renacimiento continuo/devolviéndonos a la epifanía/de la primera vez.

3.Pecado mortal. El dardo contra la piedra (O dardo contra a pedra) de Yoli López. Editorial Nuevos Ekkos.

Pecado mortal. El dardo contra la piedra

La voz poética  de Yolanda López es una voz fuerte, profunda y social, que se rebela contra el establishment imperante que nos muestra la doble moral contra la que se atreve a lanzar un dardo rompedor a través de la palabra. Como nos dice en la sinopsis del libro: Se Rosalía vivise, entregaría o corazón ferido, pero nunca dende a derrota. Vuelo como un astro de luz entre papiros de fuego. Y contra el paredón de la muerte, me vuelvo triunfo en la exhortación sacrílega del viento. El poemario está editado en una cuidadosa edición bilingüe en gallego y castellano y consta de ilustraciones de la autora.

4.Si cerca hubiese un mar (Antología de  Poesía y Microrrelatos de AMEIS). Editorial Las Lolas.

Si cerca hubiese un mar

Sonia Aldama coordinó esta antología de AMEIS en homenaje a Ida Vitale. El libro aparece dedicado también a la memoria de la poeta Marta Agudo. La asociación AMEIS (Mujeres Escritoras e Ilustradoras, de la cual formo parte) fue creada en 2018, con la intención de visibilizar el papel de la mujer en la literatura. Esta antología cuenta con firmas como la de la propia Ida Vitale que abre el libro con un poema, Olvido García Valdés, Elena Medel, María Victoria Atencia, Adriana Hoyos, Rosa regàs. 

La antología reúne poesía y microrrelato, con firmas como Ana María Shua, Isabel Cañelles, Carola Aikin, y otras muchas, también de las más jóvenes generaciones. En el libro participan varias socias de AMEIS, tanto escritoras como ilustradoras, al igual que otras muchas autoras de varios lugares del mundo.

NARRATIVA

5.Ítaca de María Besteiros. Edicións Xeráis. (Novela)

Ítaca

Tenemos aquí una voz clara y contundente de una autora gallega, de gran profundidad y lirismo, que ha hecho que su novela, Ítaca, quedara finalista del XLI Premio Xeráis de novela. En ella trata la pérdida y el papel de la mujer, tanto en la sociedad, como en la esfera más íntima. Ítaca, que en los poemas homéricos es la patria de Odiseo a la que él intenta volver, se nos muestra en este libro, en una magistral vuelta de tuerca, como el hogar perdido de la protagonista: una Penélope sumida en su propio dolor que emprenderá un viaje personal. El libro, de corte intimista, está escrito en gallego, con una voz cercana, lírica y, a la vez, desnuda de artificios.

6.Mapas de asfalto de Carmen Peire. Menoscuarto Ediciones. (Novela)

Mapas de asfalto

Una novela intensa y hondamente arraigada en la memoria de la transición, que se desarrolla en un barrio periférico de Madrid, al que emigra Hércules León en su sueño de trabajar como barrendero. Su entorno se transforma en el mapa en el que Hércules se desenvuelve barriendo por todos los rincones y países que recorre en su imaginación. Los personajes hacen del albergue municipal su propio hogar, un hogar en el que nunca falta la dignidad y los sueños.

7.Estás en mis ojos de Angélica Morales. Editorial Destino. (Novela negra)

Estás en mis ojos

La fascinante vida de la fotógrafa Hélène Rogers, fundadora de la célebre agencia de fotografía. Roger es asesinada a sus 83 años a manos de su marido y socio, Jean Fisher. La inspectora de policía Isabel Santolaria se pone al mando de la investigación junto al inspector Michel Étienne, con el que mantiene una relación oscura basada en la dominación y la violencia. Debido al acoso del inspector, Isabel, mientras intenta llevar las riendas del caso, tomará, a su vez, una decisión que le marcará la vida. 

8.El llanto de los pájaros de Isabel Álvarez Martín. Editorial El Paseo. (Novela)

El llanto de los pájaros

Matías y su hermano, Julio, malviven en una choza junto al bosque, después de la desaparición de su madre. Julio es un enano que padece hidrocefalia y al que Matías cuida como puede, mientras intenta mantener a raya la crueldad de las gentes del entorno y se enfrenta a ciertas sospechas y fantasmas del pasado. El ambiente de posguerra y temor envuelve toda la novela, los personajes viven situaciones límite en las que la lucha por la supervivencia se imponen frente a una sociedad hipócrita que crítica a los monstruos que ella misma alimenta y se ceba con los más débiles e indefensos.

9.Las dos Adelaidas de Elena Casero Viana. Editorial Sargantana. (Novela)

Las dos Adelaidas

Una novela sobre los cuidados y lazos familiares de madres e hijas. Tras el inicio y progresivo deterioro de la enfermedad de la madre, la hija pequeña, recién emancipada, regresa de nuevo a casa. La novela arranca con los recuerdos de esa hija a través del diario y las fotografías que guarda la madre. Como nos dice en la sinopsis del libro: Los escritos sirven para descubrir la vida de las mujeres de generaciones anteriores, su falta de libertad personal, su amoldamiento a las costumbres que imperaron durante tantos años y el rigor con el que fueron sometidas a los dictados masculinos. La vida cotidiana, el sentido del humor y la música siempre de fondo, gira alrededor de la progresiva pérdida de memoria de una mujer vital que inculcó a las hijas la ventaja de ser independiente y a la vez el significado de convertirnos en madres de nuestras madres al final de sus vidas, cuando ellas van perdiendo su personalidad y capacidad de movimiento y acción.

10.Ni aquí ni en ningún otro lugar de (Patricia Esteban Erlés). Editorial Páginas de espuma. (Cuento)

Ni aquí ni en ningún otro lugar

 En este libro Patricia Esteban Erlés, se acerca, como dice en la sinopsis, a las historias y cuentos de la niñez pero una mirada y reinvención personales de la tradición literaria y popular de la narrativa infantil. Un bello y estremecedor catálogo humano de gestos y personajes marcados por el amor, la muerte, el miedo, la traición, la locura o la crueldad. El libro está ilustrado por la artista chilena Alejandra Acosta, y nos hace recordar que en realidad, somos los libros que hemos leído y lo que nos han contado.

11.Cuando se derrama el mar de Elena Bethencourt. GER'S BOOKS. (Microrrelato)

Cuando se derrama el mar

Elena Bethencourt ha ganado numerosos premios literarios en el mundo del microrrelato. Como se dice en la sinopsis del libro, la autora es especialista en crear mundos de ficción en los que lo fantástico se une a lo cotidiano, de forma que nos cuenta las historias más inverosímiles de tal manera que parecen verídicas. En esta colección de microrrelatos encontramos amor, crítica, humor e infinidad de desenlaces inesperados. 

12.Animales de ida y vuelta de María Charneco. Editorial Adeshoras. (Cuento) 

Animales de ida y vuelta

Animales de ida y vuelta consta de cuatro cuentos de corte realista, en los que las protagonistas femeninas viven momentos cruciales de sus vidas. En cada uno de los cuentos habrán de decidir según nos dice en la sinopsis si deberán dar un giro a su vida o salvar lo que han construido. En todas las piezas aparecen animales significativos en el universo de las protagonistas, ya sea como símbolos o metáforas de vida. En los cuentos la autora trata temas que están presentes en la sociedad abordándolos en las vivencias de sus protagonistas, mostrándonos su realidad interna. 


Felices lecturas.