Lecturas 25N 2024 |
Hay un camino dentro de nosotras,
algo sinuoso y con la luz dormida,
algo que se va estrechando en la memoria.
Pero sé que hay un camino entre nosotras
de hombres buenos
y margaritas
de boca de viento
en la que danzan heridas suaves,
casi imperceptibles,
como si se quisieran ir.
Hay un camino, debes creerme,
que le da a comer a nuestros huecos,
que amamanta la sed de nuestros relojes,
que deja caer
el dolor
como si fuesen granos de uva dulce.
Ella rompió el círculo (Sol Gómez Arteaga) Se lleva la mano al pómulo, amoratado e hinchado. Le duele, pero se siente súbitamente aliviada por la decisión que acaba de tomar. Hoy por primera vez a la entrada de urgencias ha contado todo, los golpes, los gritos, las amenazas, y ahora espera a que llegue la policía y le acompañe a declarar. Hoy, después de todas las oportunidades que le ha dado a lo largo de los seis años de relación, la oportunidad se la da a ella misma. El camino que tiene por delante no es de rosas, -las que él le regalaba con cada reconciliación-, ni de promesas, -le prometió tanto, lo último llevarla a París-. Pero es el suyo, su camino, y si alguna vez viaja a la ciudad de la luz, lo hará sola. |
Decidió no presentar batalla porque se olió ganas de tarde de cristales rotos en aquel espacio y no iba con ella la violencia, aun así, la mera obstrucción ya le había causado algún rasguño que se sumaba a los muchos sufridos, ser abogada feminista tenía esos reveses. Se volvió a casa porque un embalse de lágrimas estaba a punto de estallar y anegarla en plena calle y no quería dar tres cuartos al pregonero, ni dar equívocas muestras de impotencia.
Entró derecha a la cocina, sin pasar por la sala para no preocupar a su marido, y bebió un vaso de agua para enviar la pena atravesada en el pecho derecha al intestino —digerirla se le hacía acuciante para poder buscar una solución—; las lágrimas le pidieron paso y no tuvo más remedio que dar rienda suelta al embalse.
Pero su marido entró en la cocina porque había escuchado la llave girar en la cerradura y le extrañó el no recibir el “ya he llegado” de costumbre.
—¿Qué te ocurre?
Podía haberle dicho que la cebolla le hacía llorar, pero no había ni una cebolla en la encimera, ni en la mesa de la cocina, solo el vaso vacío de agua... Terminó contándoselo.
—No quería decírtelo porque pensé que lo que no se comenta no existe... Pero, cómo ignorar a dinosaurios que obstruyen vías.
—Obstruyen callejones sin salida que tú no necesitas —le dijo mirándola de frente—, solo eso. La igualdad que defiendes requiere calles despejadas, no callejones atascados, y tú sabes dar con ellas, bella abogada —concluyó sonriente, y con los ojos rebosantes de amor, llevándola a tocar el cielo.
Aunque el dinosaurio no se cansó de ser barrera, ella agradeció poder ponerle perímetro y altura, ¡cuánto le facilitaba el descarte y la elección de vías!
Rosa Campos |
SON (Lucía Novas Garrido)
SON a selvática serpe lamacenta, recuberta
de obsidiana, de lava candente;
son a malísima feiticeira que agocha
a súa beleza entre sabugueiro e fento,
a que traballa de sol a sol para gañar
millo
e especias,
a das mans con calos e terra
de laboura intensa;
son a que goza do amor en montes bravurentos,
a que axuda ás poldras
a parir;
son a que devorou a mazá, a que encarnada
de desexo
inxuriou
o poder establecido;
son a que se inunda de arroz, de fariña
e plenilunio;
son a que cría, a que alimenta, a que agarima,
a que ergue
espadanas neste mundo;
son o monstro de tentacións e pecado, son a
letra
escarlata
de pavo e calacús (terror enfeitado
de lenda):
son a que camiña soa entre os areeiros
herbosos;
son a do aquelarre, o mito
que carga coas maldades; a gata voluptuosa,
sensual e indecente, a danzarina núa
que enche os corazóns
e é desprezada;
son Salomé, Lilith, Eva, Dalila (a mala,
a alimaria);
son a aldraxada, a violada, a vexada, a
pura, a infeliz, a apreixada entre gadoupas
brancas.
Son
unha muller.
Lucía Novas Garrido |
Cando calo (Moncha Prieto)
Quizais pensas que son a túa obra, que o tempo invertido na miña creación non foi perdido e estéril.
Quizais ese é un criterio recorrente no teu maxín. Quizais o penses porque, cando escoito as túas disertacións e calo, debúxaseche nos beizos un aceno de vaidosa fachenda.
Que lonxe andas de saber o que esconden os meus pensamentos cando te escoito calada:
Para que non ceibes ira, escoito.
Escoito para sementar calma nas treboadas. Treboadas que descargas, sen avisar, nos meus ríos de desesperanza.
E calo. Calo pero non acepto. Cativa vinganza!.
É difícil imaxinar que esa intelixencia privilexiada sexa incapaz de entender que cada palabra non dita é un fío que cortamos desta case inexistente comunicación. Cada silencio, unha ocasión perdida. Cada reproche, un rancor envelenado.
Se fose posible que, por un momento, abrises a fiestra dos meus pensamentos, quizais entenderías...
Quen sabe! Se esa visión desesperada acendese a túa razón, saberías por fin que son especial na miña autenticidade. Que non é preciso que tentes modelarme ao teu antollo, porque entón perdería o cerne que me fixo única, exacta, perfecta.
Quero ser como son, como era a primeira vez que dixeches que me amabas. Non quero transformarme para que agora me ames. Non quero que me ames porque me transformaches.
Permíteme ser eu para que poida vivir contigo.
Permíteme ser eu para que poida vivir comigo.
Moncha Prieto |
Mientras su madre otea el horizonte y observa el exterior desde todas las ventanas de la casa antes de salir a recoger la ropa, Alicia despliega sobre la mesa toda su colección de muñecas de papel. Colorea sus vestidos y recorta sus accesorios: una pamela de verano para Pili y un vestidito de flores para su peque. Ella no teme al lobo como mamá porque, al igual que la Alicia del cuento, es capaz de vivir entre personajes. Hoy a Pili le ha salido un pequeño morado bajo el ojo izquierdo, como a su madre la semana pasada, días antes de tener que mudarse a toda prisa a la nueva casa. Ahora, siempre que salen a pasear, su madre insiste en mimetizarse con el bosque y las dos visten esos apagados mandiles grises que les dio la abuela. Menos mal que en el armario de sus muñecas este color no existe y los verdes, amarillos y azules campan alegres por sus cuerpos, sin que nadie los vete.
Recortables
Mentres a súa nai escanea o horizonte e observa o exterior dende todas as fiestras da casa antes de saír a recoller a roupa tendida, Alicia estende sobre a mesa toda a súa colección de bonecas de papel. Colorea os seus vestidos e recorta os seus complementos: un sombreiro de verán para Pili e un vestido de flores para o seu pequeno. Non lle ten medo ao lobo como a mamá porque, como Alicia no país das marabillas, é capaz de vivir entre personaxes. Hoxe Pili recibiu un pequeno hematoma debaixo do ollo esquerdo, como a súa nai a semana pasada, días antes de que tivesen que mudarse con présa á nova casa. Agora, cada vez que saen a pasear, a súa nai insiste en mesturarse coas formas do bosque e ambas levan eses mandís grises aburridos que lles regalou a súa avoa. Menos mal que esta cor non existe nos armarios das súas bonecas e os verdes, amarelos e azuis deambulan felices polos seus corpos, sen que ninguén os vete.
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