Texto basado en la imagen n°8
Título: Mujer en el tocador.
Autor: Gustave Caillebotte.
Remendando almas.
Tía Marga era una mujer bonhomia, no hacía preguntas y siempre estaba ahí para ayudar. Una vez más, me abrió las puertas de su casa; era como entrar en otra época donde reinaba la sobriedad y el silencio.
Llegué sin maletas, con el corazón desgarrado y una ristra de lágrimas cosidas a las mejillas.
-Quédate el tiempo que necesites -me dijo en un tono maternal frustrado.
Tía Marga tenía experiencia en recomponer almas. Toda su vida la dedicaba al oficio de dar cobijo espiritual. Decía que no hacía falta lujos, solo tiempo, una habitación cálida, una buena sopa y unos baños para meditar.
Mientras los días se descolgaban del calendario de la cocina, las lágrimas se fueron descosiendo. En el exterior, la vida moderna seguía su ritmo. Allí dentro, era como si el tiempo se hubiese parado hace ya unas décadas. Nuestras vidas se cruzaban por la casa en un impoluto silencio, no hacía falta hablar, con la mirada nos entendíamos.
Tia Marga conocía las fases del duelo, sabía cómo actuar, de hecho, cuando llegó el final, ella lo supo antes que yo.
Aquella mañana, para mí una cualquiera, abrí los ojos y allí estaba ella, sentada a un lado de la cama esperando mi despertar:
-Buenos días, hija; ¿cómo estás?
No sé qué fue, si el ambiente de aquel lugar, el cariño intrínseco o la magia de aquellas palabras, pero de pronto sentí que la vida volvía a mí, que mi corazón volvía a latir y que ya no dolía.
Me levanté, me puse aquella ropa con historia y, frente al tocador, me miré al espejo y decidí que mi vida continuaba, eso sí, con una nueva melodía...
© Orgav (Verónica Orozco García)
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