¿Creéis
en el destino? ¿Pensáis que cada uno lleva escrito su sino desde la cuna y una
fatalidad superior rige nuestras vidas? Marion no creía en la buena o la mala
estrella, solo en la injusticia. Estaba harta de soportar el trato vejatorio
que le infligía continuamente el novio
de su madre mientras ésta hacía la vista
gorda. Cuando, cansada de tanta crueldad, por fin decidió cambiar de vida, abandonó la casa amparándose en la oscuridad de la noche y
llevando consigo solo lo imprescindiblemente necesario. De madrugada tomó el
primer autobús que salía del pueblo rumbo a la ciudad. Durante el viaje durmió
poco y mal. Al amanecer llegó a su destino, buscó un hotel barato donde
alojarse y descansar unas horas. Ahora se encontraba extenuada y asfixiada de
calor. Se sentó rendida sobre la cama después de despojarse de casi toda la
ropa y repasaba entristecida su pasado mientras leía con indiferencia el horario de trenes. ¿Adónde iría? Estaba
sola pero deseaba, necesitaba desesperadamente, creer que todo le iría bien.
"Descansaré un poco" -se dijo- y lo veré todo mucho mejor."
¡Pobre
Marion! ¿Quién le iba a decir que su destino ya se había cumplido en ese hotel?
Al
otro lado del tabique Norman Bates la observaba impunemente, por un orificio
que había practicado hacía años y que le servía para espiar a sus víctimas.
¡Qué poco habría de disfrutar de su ansiada libertad! ¡Cuántos sueños rotos
yacían en aquella triste habitación! ¡Pobres mujeres cuyas vidas fueron truncadas
por algún monstruo sin sentimientos!
María José Triguero Miranda
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