«Érase una vez un príncipe que se sentía muy solo. Un día, una princesa se cruzó en su camino. El príncipe quedó desesperadamente prendado de aquella deslumbrante beldad y puso manos a la obra para colmarla de atenciones y agasajos, se aplicó en hacerla feliz y en que olvidase toda preocupación. La princesa, al advertir con cuánto ardor se entregaba aquel príncipe, le correspondió quedándose a su lado para siempre. Y fueron felices y comieron perdices».
Hay noches en que, sin saber por qué, a Esteban se le agarra un nudo en el estómago y la cabeza le da vueltas en un torbellino caótico y febril. Entonces cierra los ojos con fuerza hasta que le duelen los párpados y se deja mecer, arropándose en su fabulación, hasta que la angustia se serena y puede sumergirse en un sueño seguro, agarrado a la mano de Alicia que duerme plácidamente a su lado.
Ana grandal
"LOVE" escultura de Alexander Milov |
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