Como todas las noches, papá empezó a leerles a sus hijitos antes de dormir:
-Érase una vez, en un país muy, muy lejano, un dragón que vivía en una cueva...
Los pequeños escuchaban la historia con devoción, hasta que dio un giro inesperado.
-Un día, un terrible caballero partió hasta su hogar armado con una afilada espada dispuesto a matarlo.
-¿Y qué pasó, papi? ¿Qué pasó? -preguntaron los hijos, intrigados.
El padre engoló la voz y fingió tomar una espada mientras sostenía el libro con la otra mano.
-"Prepárate para morir, bestia salvaje. Te rebanaré el cuello y tu sangre teñirá de rojo la rosa blanca que debo ofrecer a mi amada, la princesa, como tributo a nuestro amor..."
Los pequeños se miraron asustados. Entretanto, el padre elevó la voz.
-El caballero luchaba y luchaba, su espada de afilado acero parecía estar en todas partes, cortando y pinchando y...
Las criaturitas prorrumpieron en llanto.
-Papi, no me gusta este cuento...
-Papi, pero no lo matará, ¿verdad?...
En ese instante, los interrumpió la madre, indignada.
-¿Pero se puede saber qué tipo de cuento les estás leyendo? -dijo la mamá Dragona, echando un hilillo de humo por las fosas nasales a causa del disgusto- ¡Te he dicho mil veces que no les cuentes historias de caballeros antes de dormir, que luego tienen pesadillas!
Un cuento de
Noemí Hernández Múñoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario