Nos visita en el blog en esta semana del libro nada menos que una bibliotecaria compañera y con la que coincido en muchas webs literarias; nada menos que Aurora Rapún del colectivo Valencia Escribe (del que una servidora también forma parte) Es un placer recibirla y que comparta con nosotros cómo fue el nacimiento de su temprana vocación en el mundo de las letras.
Nadie mejor que ella puede hablarnos de su trayectoria. Le cedemos la palabra:
-Aurora Rapún:
Soy una aragonesa que llegó a tierras valencianas a estudiar y se quedó a vivir. En Valencia conocí a mi marido y aquí tuve a mi hija. Con ellos comparto una vida tranquila y feliz.
Tanto en mi casa de la infancia como en la actual, las paredes siempre han estado repletas de estanterías con libros y gran parte del tiempo libre de la familia se dedica a leer.
En un pueblo en el que los inviernos son fríos y anochece a las cinco de la tarde, es fácil habituarse a la lectura. Sobre todo, teniendo en cuenta que, cuando yo era pequeña, no existían ni los móviles, ni los ordenadores… ¡Ni siquiera había acceso a Internet!
Además de leer, también escribía y mucho: relatos, poesía, diarios, cartas…
Ferviente devoradora de las Aventuras de Tintín y con una imagen completamente ideal y distorsionada de lo que era en realidad, empecé a estudiar Periodismo. Tras dos años de desilusión y aburrimiento, emprendí la maravillosa licenciatura de Filología Francesa. Finalmente, encaminé mis pasos hacia el ámbito bibliotecario y me diplomé en Biblioteconomía y Documentación. Desde entonces y hasta ahora he trabajado en el fantástico mundo de las bibliotecas.
Durante mucho tiempo, dejé relegada mi afición por la escritura. Mis padres, apoyo incondicional en este terreno y en todos, me la recordaban de vez en cuando y me animaban a retomarla.
A principios de 2018, Pepe, un escritor del colectivo literario Valencia Escribe, apareció en la biblioteca en la que trabajo con un cartel en el que se anunciaba un maratón de microrrelatos.
Yo no había oído hablar de este género, pero con sus consejos y sus recomendaciones, leí cientos de ejemplos a través de Internet y me inscribí en el maratón.
Fue entonces cuando se abrió ante mí un nuevo universo: diversión, reencuentro con la escritura, fomento de mi creatividad, descubrimiento de un montón de personas estupendas y acogedoras, que enseguida me abrieron sus brazos y me invitaron a participar en Valencia Escribe.
Desde entonces no he dejado de escribir.
Mi proceso creativo surge de pequeñas ideas que aparecen en mi mente disparadas por algo que he visto, que he escuchado, que he leído. A veces, para provocar la chispa con la que inicio una historia, pienso en un nombre, en una amiga, en una situación familiar. O simplemente, miro a través de la ventana y me dejo llevar.
El microrrelato es para mi forma de ser y de escribir, el género perfecto. Corto, conciso, concentrado, impactante. Sale de las entrañas desordenado y caótico y luego, revisión tras revisión, toma la forma final.
Colaboro con mis escritos en varias páginas literarias como la página solidaria “Cinco palabras”, “El bic naranja: los viernes creativos”, “ENTC”, “El reto de las cinco líneas”, de Adella Brac. He realizado varios talleres y cursos; he participado, como concursante y como miembro del jurado en unos cuantos concursos de microrrelatos. He quedado finalista y ganadora en alguno de ellos. Formo parte del equipo de edición de la revista digital de Valencia Escribe y gestiono mi propio blog literario:
He publicado en varias antologías, como por ejemplo: EN7Colores, de Esta noche te cuento); Ellas V, Pluma, tinta y papel VII, de Diversidad Literaria; IV y V Certamen de microrrelatos Hay esperanza, de la Fundación Vencer el cáncer; Cien palabras para mamá, del concurso de la editorial El Libro Feroz; A punta de relato, de Valencia Escribe; 101 crímenes de Valencia, de Vinatea editorial.
Algunos de mis textos han sido seleccionados para su posterior publicación en revistas literarias como “La sirena varada”, “El callejón de las once esquinas”, “Polisemia”, “Papenfuss” o “Brevilla”.
Pobre asesino decepcionado
La mala suerte le traicionó otra vez. Este había sido el tercer intento de asesinarla.
El lunes, vertió veneno en el té que ella tomaba todos los días mientras leía una novela negra. Cuando iba a dar el primer sorbo, la ventana se abrió de golpe y el líquido se derramó sobre el sofá.
El martes, puso una trampa mortal en un peldaño de la escalera para que tropezara al bajar. Por primera vez en mucho tiempo, ella decidió utilizar el ascensor.
Ayer intentó atropellarla con un coche alquilado. Cuando pisó el acelerador para llevársela por delante, se quedó sin combustible y el vehículo se paró. Ella cruzó el paso de cebra tan campante.
Hoy estaba seguro de que alcanzaría su propósito, pero su suerte era tan negra como la noche y perdió de nuevo su oportunidad. La Parca se la llevó de un infarto. La señora había muerto.
Primer premio de NN 2018 de Puerto de Sagunto.
Publicado en la página solidaria 'Cinco Palabras'
El Cazador de Bambi
Por amor dio su vida y la tierra lo acogió como lo hace una madre orgullosa de su hijo. La estrella que más brillaba en el cielo delató con su luz el crimen y al criminal. Intentó este arrastrar a su víctima, pero una raíz vengadora le hizo tropezar y caer en un hoyo. Desde el fondo oscuro, con el cuello roto, no pudo ver a las dos crías huérfanas asomándose al agujero.Publicado en la página solidaria 'Cinco Palabras'
La pareja perfecta
Todos los años, cuando llegaba la primavera, tenían la costumbre de pasar unos días en el monte.
Se llevaban lo imprescindible y convivían unos días en pleno contacto con la naturaleza.
Ese año no fue distinto. Llenaron un par de mochilas, cogieron la tienda de campaña y se trasladaron, en su coche, a la montaña más próxima y más solitaria.
Ella se había estado notando un poco rara, pero no le había comentado nada a él para no preocuparlo.
Lo primero que perdió, cuando apenas llevaban un par de horas caminando, fue una mano.
No podía entender cómo había desaparecido, si hacía unos segundos la llevaba bien unida al final de su muñeca. Decidió guardar silencio porque su marido era un poco aprensivo y, total, una mano tampoco era para tanto.
Unas horas después, pararon a refrescarse en el río. Después querían emprender la subida hasta la cueva, a la puerta de la cual instalarían su campamento.
Cuando se agachó a remojarse el cuello con la mano que le quedaba, vio en el reflejo del agua que había perdido las pestañas de un ojo. ¡Pero cómo era esto posible!
Pensó que el cansancio se la estaba jugando, y siguió ruta, ligeramente preocupada.
Montaron el campamento al anochecer. Se les había hecho un poco tarde, pero había valido la pena el esfuerzo. El lugar era inmejorable.
Su marido, que empezaba ya a hacerse mayor, estaba tan cansado que se acostó sobre el saco de dormir sin cenar y se durmió inmediatamente.
Ella se quedó un rato apoyada en una roca disfrutando de la luz de la luna.
Antes de acostarse ya había perdido un pie y una oreja. Realmente, el asunto comenzaba a ser preocupante de verdad. Decidió que a la mañana siguiente le contaría a su pareja lo que le estaba ocurriendo. Quizá él, que tenía más años y por lo tanto más experiencia en la vida, le podría dar una solución.
Cuando el marido se despertó, después de 10 horas de sueño reparador, no encontró a su mujer a su lado. Pensó que ya se habría levantado y salió a buscarla.
Lo único que encontró de ella fueron sus largas piernas apoyadas contra unos arbustos.
Con un largo suspiro de resignación, las recogió y se dirigió cabizbajo al campamento.
Era su tercer matrimonio, el más breve de todos.
Tendría que empezar a plantearse si enamorarse de los maniquíes de su tienda era o no era una buena idea.
Aurora Rapún
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