Nani Canovaca |
Soy
Nani Canovaca López para todo el mundo, menos para lo oficial, que entonces soy
Encarnación. Un nombre un poco rimbombante de los que se solían heredar de
madres a hijas y que prefiero dejarlo como he dicho, para lo oficial.
Soy
auxiliar administrativo, he trabajado de contable y al mismo tiempo en la
cocina del bar de mis padres, en restaurantes y más tarde he impartido cursos
de cocina. He tenido un pequeño cáterin y ahora relacionado con la cocina, solo
hago un programa de radio semanal, en la emisora local de mi ciudad, Alcalá la
Real. Nací a finales del mes de mayo de hace ya algunos días, unas horas y
otros tantos segundos en aquellos años grises, de caminos empedrados y trabajos
duros.
De
niña me gustaba mucho leer sobre todo comic que era lo que tenía más a mi alcance
(de niñas claro, pero le cogía a mis hermanos los suyos que eran más dinámicos
y tenían más aventuras). Por entonces los vendían en sobres sorpresa en los
quioscos y conseguí una buena colección que un día consentí prestar a una prima
y desde entonces no la volví a tener.
Escribía
mis propios cuentos, casi siempre un poco a escondidas porque aquello se
consideraba una pérdida de tiempo, así que acababan en la papelera del baño que
era donde solía “perder ese tiempo”.
Pronto
tuve que dejar el colegio y sumarme al mundo laboral ayudando en el negocio
familiar. Mientras trabajaba estudié Auxiliar Administrativo en cursos
nocturnos. En esa época tuve un gran parón literario en todos los sentidos.
Tengo dos hijos y fue ahí cuando retomé la literatura, `primero inventando los
cuentos que les contaba, leyendo los libros de ellos, repasando las faltas de
ortografía que habían crecido como los pepinos y ahí, entre deberes de mis
hijos y los míos, fui retomando todo lo que tanto me ha gustado siempre, “lectura
y escritura”.
Comencé
haciendo pinitos en poesía y relacionándome con la bibliotecaria de mi ciudad,
Doña Carmen Juan Lovera que había sido profesora en el instituto, de todos los
habitantes de este lugar y promotora del certamen de poesía Arcipreste de Hita.
Empezó a animarme para que siguiera escribiendo a pesar del poco tiempo que
tenía, pero no fue en poesía donde me sentía más a gusto (hago algo de vez en
cuando), sino haciendo relatos y contando cuentos que verdaderamente los
disfruto y no me doy cuenta de las horas que pueda estar enredada en esa
historia, que me hace viajar, vivir o
volar. En definitiva, inventar personajes que siempre me llevan por donde a
ellos se les antoja. Cuando comienzo, a veces no sé por dónde voy a terminar y
si alguna vez tengo una idea, al final todo sale distinto a lo que tenía
pensado. Más tarde, empecé a mandar relatos a un programa nocturno de Canal Sur
Radio (soy un poco noctambula), “La Noche de los Sabios” donde me leyeron
bastantes. Después fue mi hija la que me animó a tener un blog en las redes.
Comencé (año 2007) a ir colgando relatos y aún lo mantengo. “La Casa
Encendida” es su nombre, como el libro
que estaba leyendo del poeta granadino Luis Rosales, el día que mi hija me lo
inició, ya que no tenía ni idea de cómo iba todo esto.
Alguno
de mis inventos, está incluido en distintas antologías: “Pequeños grandes
cuentos” de Editorial Ábaco, “A contra reloj II” de Editorial Hipálage, “Poemas
para un minuto II” de Editorial Hipálage, MIcroEcos Ilustrados de Luisa Hurtado
y Juan Luis Anaya, “Cuentos para Soñar” de Editorial Ojos Verdes, “Despojos del
Rec”, antología de relatos en cadena, “Escritores por el Mundo” de Academia de
Escritores, “XIII Premio Orola” de Facer España, Finalista de Wonderland de
radio 4 (rne), Revista “Papenffus”, Revista “La Tregua”. Participo asiduamente
en Relatos en Cadena, Esta Noche te Cuento y algunos algo más esporádicos.
AMOR
AL MINUTO Y AL MILÍMETRO
Bajo aquel anuncio de neón sellamos nuestro amor con el beso más dulce y tierno de
toda mi existencia. Los que vinieron después los vivimos con otra intensidad,
así como todos los acontecimientos acaecidos. Han pasado desde entonces veinte
mil setenta y cinco días, cuatrocientos ochenta y una mil ochocientas horas,
veintiocho millones novecientos ocho minutos y mil setecientos treinta y cuatro
millones cuatrocientos ochenta mil segundos y todavía me altero cuando noto tu
presencia. Siempre que abres la puerta o te acercas a mí, sigo sintiendo como
palpita mi corazón y toda yo me altero, incluida la senilidad que empieza a
aflorar. Casi no acierto a sostener lo que en mis manos llevo. Soy totalmente
consciente de todo ello y también del nuevo dolor que voy a percibir cuando me
alcances. Mi cuerpo ya ha adquirido ese color amarillo violáceo y no le queda
un milímetro de piel sin magullar, acostumbrada al dolor sobre dolor. Solo
deseo que el olvido sea mi liberación.
ME
LLAMARON VOYEUR
Fui
dueño del hostal más popular de la ciudad. Me ha gustado mirar por el ojo de la
cerradura, por los agujeros simulados en las paredes, bajo cuadros, adornos o
donde se terciara. El sitio que más me gustaba era el que daba a la gran sala
de visitas, donde se solían reunir varias personas al mismo tiempo, unas veces
de distinto sexo y otras del mismo. Me gustaba verles hacer, fuera lo que
fuese. A veces solo se reunían para hablar de cosas que apenas entendía, pero
nada más ver sus gestos (no podía escuchar las conversaciones), me producía un
gran placer. Mi madre siempre dijo de mí, que era un cotilla y que eso me
acarrearía en algún momento un disgusto, pero yo que siempre fui bastante
“echao pa’lante y arriesgao”, nunca me apabullaba por nada. Un día estando
observando a una pandilla que parecían estuvieran haciendo una sesión de yoga
avanzada y como nos los distinguía del todo bien, apoyé mi frente en la pared y
al no recordar en ese momento que ese trozo era simulado con una fina capa de
escayola que hacía de marco (una buena imitación a la madera) y que sostenía un
lienzo del rostro de un bella mujer, que adornada por un lujoso collar de
piedras preciosas (eran dichas piedras las que me permitían mirar), pues que
con mi afán por ver mejor, los que estaban al otro lado se dieron cuenta de lo
que ocurría y sin darme tiempo a reaccionar, solo supe que alguien me atizó un
puñetazo y la nariz comenzó a sangrar, el lienzo se convirtió en una tela roja
y el pronóstico de mamá se hizo realidad. Una denuncia, una multa y cierre del
local. Me libré de estar entre rejas, porque no tenía antecedentes y desde
entonces, sigo mirando pero a las aves del parque, las hormigas del camino y
las gallinas de la granja, porque ahora tengo una granja y me dedico a ver si
han puesto huevos, si les queda comida para reponerla al instante y limpiar el
establo, donde tengo también un caballo que me lleva de paseo. Allí descubro lo
bonito que es mirar la naturaleza. En el fondo estoy agradecido al percance
ocurrido, ya no estoy estresado, vivo observando y no mirando y mi vida se ha
convertido en algo que merece la pena. No hay nada mejor que dejar vivir, para
que puedas ser tú mismo y nada más. Un buen escarmiento es la mejor medicina.
Nani
Canovaca.
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