Te marchaste, cuando al fin sentí que el mundo accedía a
sonreírme, otorgándome el regalo de llevarte en mi interior. Ahora mi único
consuelo, cuando el dolor de tu ausencia inhabilita mis sentidos y solo el
calor de tu aterciopelada mantita abriga mi alma, es dejar volar mi imaginación
hasta sentir tus suaves caricias de ángel, calmando mi corazón.
De J.E.M. Celeste
De J.E.M. Celeste
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