Imagen bajada de Internet
Tumbado en la arena de la playa, Ernst sondea, con la ayuda
de una vara, el sitio marcado; cuando topa con algo metálico, aparta la arena
que tapa la mina, luego con sumo cuidado desenrosca el tapón y la desactiva.
Recuerda sin cesar las palabras del sargento danés: «Hay miles de minas
enterradas en esta playa, minas que colocaron vuestros compatriotas; ahora os
toca a vosotros desenterrarlas.»
A los cinco meses, la playa estaba limpia. De los catorce
presos alemanes, adolescentes y niños, que empezaron la tarea, solo quedaron
cuatro.
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