Llegaste a mi vida cuando ya
no necesitaba a nadie, cuando ya me había acostumbrado a estar sola. Desde el
principio fui sincera contigo. Te avisé que, para el amor, mis puertas estaban
cerradas.
Quisiste enseñarme a volar
mientras acompañabas mi vuelo. Intentaste arropar mi soledad con tu presencia;
provocar el deshielo de mis sentimientos para que abandonase el invierno que
los envolvía. Lamiste la sal de mis heridas para después curarlas con tus besos.
Me llamaste “isla” y quisiste habitarme, construir un futuro sobre mis cenizas
para, con tu aliento, juntas poder volver a arder.
Pero, no te diste cuenta que
en mi cielo no había ventanas y en mi orilla solo quedaba arena y sal.
Incapaz de saltar las olas
cargadas de recuerdos que me golpeaban, te ahogaste en mi mar.
Pilar Alejos Martínez.
Imagen extraída de la red.
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